Si hay algo que impresiona a quienes visitan por primera vez cualquiera de los países que profesan la religión musulmana, son los llamados a oración.
Cinco veces al día, se oye desde las mezquitas el recitar de una voz melodiosa que recuerda a los creyentes que es la hora de dedicar pensamiento, cuerpo y alma a Alá.
No importa que no se hable árabe, pero los versos que se recitan tienen una profundidad tan especial, que aún no siento musulmán, invitan a la reflexión y al reconocimiento de un ser supremo.
Esta oración especial es conocida como “athan”, o llamado a orar.
El athan es altamente respetado y se supone que cuando se escucha debería mantenerse la calma y limitar los movimientos hasta que termine la oración.
Ese momento de respecto, se palpa mejor en eventos como partidos de fútbol, en el cual el estadio queda en silencio. Incluso después de terminar el atham, pasan unos diez minutos antes de que el grujido de los tambores y los aplausos vuelven a retumbar en el rrecinto deportivo. Esto se debe a que el periodo de oración comienza con el segundo llamado conocido como “iqama”.
Es común que el athan sea grabado, pero en algunas partes del mundo, una persona especial, con voz privilegiada y melodiosa, está designada para recitar el llamado a la oración. Estas personas se convierten en el icono de ciudades y países, como las mezquitas sagradas de la Meca y Medina en Arabia Saudí.