La danza de los millones en las administraciones locales

En épocas de crisis, quién no quisiera contribuir con las buenas finanzas y el poner el orden en casa. Ahorrar por aquí y por allá. Comprar bicicleta y vender o guardar el carro. Apagar luces y revisar las conexiones eléctricas de todos los aparatos con que se cuenta, cerrar llaves de agua y corregir escapes en las mismas, en fin… Posibilidades de contribuir con las finanzas del Estado seguramente hay muchas y los colombianos somos recursivos, como está demostrado hasta la saciedad. Y en verdad que uno hasta se desvela y mira con algo de nervios cuando van llegando los recibos, no sea que se nos haya ido la mano en el consumo… Y ¡tenga y lleve multa por pendejo!

Pero hay otro tipo de ahorro que se escapa de nuestras manos y que como una especie de plaga, cada cuatro años invade el territorio nacional a lo largo y a lo ancho: el cambio de alcaldes.

Resulta que desde que se aprobó la nueva Constitución y con ella el derecho reconocido a nombrar alcaldes por votación popular y no a dedo como antes, cada cuatro años, miles de funcionarios de todos los municipios del país, desde el más pequeño y pobretón hasta el más grande y ricachón, cambian de mandatario local. Y ahí es cuando la cosa se pone buena.

Tomemos como ejemplo Bogotá, pero seguramente sucede igual en el resto del territorio nacional. Bogotá sin indiferencia, en épocas de Lucho Garzón. Bogotá positiva en tiempos del muy recordado Samuelito. Bogotá Humana en el ciclo del incomprendido Petro y ahora la Bogotá mejor para todos del alumno repitente Peñalosa. Todo en 12 años donde la ciudad cambió de eslogan o de promesa o como quiera que le digan los publicistas que se ingenian los nombres de batalla de cada administración.

Y aparte del pago que se le hace a las agencias por desarrollar las campañas, con sus logos, himnos, sonrisas, frases acertadas y únicas, que no es poquito, viene el gran cambio para que los ciudadanos entendamos de una vez por todas, que entramos en una nueva era. Entonces, como por arte de magia, el logotipo de la nueva administración comienza a aparecer en todas partes. En espectáculos públicos, en correos electrónicos, en afiches, en documentos públicos, en los eucoles publicitarios, en los camiones recogedores de basura, en los de la Empresa de Energía Eléctrica, en los del acueducto y alcantarillado, en ambulancias, en los de los contratistas y en los uniformes, cascos, gorras, chalecos, credenciales de identificación y en muchos otros espacios que se me escapan en este momento o que de acordarme, se convertirían en una gran listado.

Y la pregunta sería: Y en este desfile de logotipos y de cambios en todo lo anterior descrito, ¿quién da la orden de pago y de dónde sale la plata? De los burgomaestres (las órdenes) y de nosotros, los contribuyentes (la plata); los que aportamos con los impuestos locales, con el Iva, con el predial, con el de rodamiento, con los que quieran… Y es que no estamos hablando de unos cuantos pesos. Son miles de millones los que se mueven en un abrir y cerrar de ojos cada cuatro años o menos, pues hay que entender que al final de cada administración, hay que nombrar funcionarios en diversos puestos y a todos darles su respectivo kit.

¿Cuánto cuesta colocar o poner la nueva identidad corporativa en carros, camiones, camionetas, motos, cascos, capas, camisas, camisetas, chalecos, chaquetas, jeans y otros? Y la papelería. ¿Cuánto se gastó la administración anterior en ella y al final de la misma, cuántas resmas quedaron impresas con el logotipo respectivo, al igual que sobres tamaño carta o de manila de diferentes tamaños, sabores y colores? ¿Cuántos lápices, lapiceros, mugs, etc., que adornan los escritorios de los funcionarios deben desaparecer de la vista del staff de gregarios de la nueva administración que esculcan hasta el último rincón para encontrar el logotipo culpable de la anterior administración?

Si de ahorrar se trata, pues ahí hay una buena alcancía. Un marrano de esos que se usan para echar las monedas y que parece que muchos no conocen o se dedican a romper por debajo para irle sacando la platica. Y eso que no hablamos del despilfarre de los municipios ricos en regalías… ¿Qué tal si ensayaran colocar en todo lo anterior descrito únicamente el nombre de la ciudad y la entidad? Pero no. No nos hagamos ilusiones. Mientras papá gobierno nos dice que ahorremos o nos multan, otros pasan de agache o se hacen los locos, que no es lo mismo pero es igual.

@cultura total