¿Será que toda la culpa es de los piratas?
El 2 de diciembre del año anterior, se lanzó a nivel mundial el último álbum de los Rolling Stones: Blue & Lonesome, que en pocas horas llegó al número 1 en los listados de muchos países. Nada extraño. Había expectativa por ese nuevo trabajo y seguramente la legión de fans se hizo al producto con facilidad, lo llevó a la casa, lo escuchó, compartió sus experiencias en redes sociales, se deleitaron con el cruce de mensajes y se gozaron las fiestas de fin de año en todo el mundo. Bueno, casi en todo el mundo, excepto en algunas naciones como la nuestra. El segundo país más feliz del mundo.
Mi romería personal por los pocos almacenes de música que aún quedan en la ciudad, se inició a la semana siguiente de su lanzamiento. Nada. Que para el fin de semana lo tenemos, que no llegó el pedido… en fin. Excusas de los atribulados vendedores esperanzados en no perder clientela y ventas. El tiempo siguió su marcha, se despidió el año, comenzó el nuevo y nada del mencionado disco, hasta que el 17 de enero, un mes y quince días después, hizo su aparición. Fiesta en el planeta rock nacional. Obviamente lo compré y lo sigo disfrutando, a pesar de la negligencia. No por parte de las tiendas de discos sino de la disquera y eso hay que tenerlo claro, pues gracias a ellas el negocio de la venta de música en nuestro país es cada vez más complejo.
No hay que echarle toda la culpa a la piratería. Más bien, las grandes multinacionales, deberían replantearse el negocio o marketing que llaman, pues son estas últimas, las que se encargan de alimentar ese oscuro negocio. Son ellos los que dejan el ejercicio en manos de los que se lucran con sus falencias. Son ellos los que ayudan a que los negocios bajen sus persianas del todo, sin que en apariencia eso les afecte, a pesar de sus lamentos y el llamado que les hacen a las autoridades para combatir la piratería. Pero la culpa está ahí. En la distribución. Tampoco vale que nos digan a los compradores, que por las vacaciones de fin de año cerraron las oficinas y que nos esperemos. ¿Se perdieron las ventas? No les importa y no les importamos. Sus ejecutivos, con quincenas aseguradas, se sientan en sus cómodas sillas, chatean, hacen llamadas y cuadran ‘payolas’ para inflar superficialmente los éxitos. Los de su interés. Una amiga periodista me contaba que recientemente, una de las mejores intérpretes que ha dado esta tierra, le contaba a otro colega en una entrevista, que ella no estaba dispuesta a pagar $120 millones de pesos por aparecer en las listas de preferencia de las emisoras y a la vez, hacer invisibles a otros músicos del mismo género. Que ni suenen ni se vean. La corrupción también se pavonea en el ‘gusto’ de los oyentes. En la radio, en la tele, en la prensa escrita y hasta en los medios digitales, manipulan el gusto musical. Por eso es que algunos géneros y artistas son tan populares.
El desempleo
Siguiendo con el tema, el 19 de enero de este año, tres días después de la llegada del álbum de los Stones a los mostradores, Mambo Discos de la carrera 7ª con calle 17 cerró sus puertas. Empleados liquidados y mercancía devuelta o ubicada en otras tiendas de la misma marca. ¿Y los distribuidores? Muy bien, muchas gracias.
No será la última tienda en cerrar, seguramente. Cada vez quedan menos en el camino. Ésta en particular, y me consta, resistió con dignidad los embates de la piratería hasta que no aguantó. La competencia era, a simple vista, desigual. Si uno se acercaba a sus vitrinas, los piratas caían en manada, ofreciendo su mercancía, preguntando por los gustos, qué buscaba, qué necesitaba y no me diga más. ¡Se le tiene!
Y es que a escasos tres pasos de donde quedaba el almacén, en un segundo piso al que se accede por una larga escalera, el ‘San Andresito’ de películas y discos piratas, se mueve boyante. Un calor sofocante recibe a los compradores. Filas y filas de películas y música se esparcen por sus cuatro costados a precios irrisorios. ¿Y la calidad? Pues… si le sale mala, se la cambian por otra. No hay problema. No se pagan arriendos exorbitantes. No se extiende factura. No se cobra IVA y tampoco se paga Industria y Comercio y mucho menos derechos de autor. Son invisibles hasta para las mismísimas autoridades tan celosas y rebuscadoras de ingresos con la nueva reforma tributaria.
El trasteo. La bienvenida a la radio digital
Ahora mi contacto diario con los oyentes es a través de Internet. La radio por la Web que plantea nuevos retos y eso la hace emocionante.
La Web es una gran autopista que va dejando a su paso los avisos luminosos de millones de lugares. Hay dominios, llamémosles ‘pueblos’ fantasmas, que quedaron olvidados. Que murieron en la marcha sin nadie que velara por ellos. Pero hay otros que van creciendo de acuerdo a sus necesidades. Cambian. Tienen nuevas aplicaciones para ayudar a conocerlos de mejor manera. Que son amables para todo aquel que las visita. Como la de este periódico. O la de muchos otros que son cada vez más interactivas y en las que día a día se encuentran más elementos para pensar en regresar una y otra vez.
D. C. Distrito Cultural ya encontró casa en la red. De lunes a viernes, a las 12:0 del mediodía y con repetición a las 12:00 de la noche, escritores, artistas plásticos, músicos, teatreros, filósofos, semiólogos, cineastas y muchos más, tienen algo que contar, qué decir, qué informar. Ahora el reto es conquistar nuevas audiencias a nivel mundial, a través de CyC Radio, la emisora virtual del Instituto Caro y Cuervo, y ahora con el apoyo de redes sociales y de la página Web de la emisora, que nos permitirá en las próximas semanas, ofrecerle al público visitante material más interactivo. Videos, fotografías, infografías, blogs de programas, reseñas, críticas, todo lo que se requiera para que la cultura tenga otra ventana para contarle al mundo su diario existir. Los esperamos en www.caroycuervo.gov.co
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