Esto de las redes sociales, que ya ni siquiera resulta tan nuevo, pero que aún así es tan errático al momento de usarse y que probablemente cuente con más expertos que usuarios, sin duda ha cambiado muchas actividades y rutinas. Para empezar, la rutina laboral de esos mismos expertos, quienes años atrás tal vez no hubieran tenido forma de lucrarse diciendo obviedades a incautos que terminan creyéndoselas, pero bueno allá ellos a quién roban y quién es tan pendejo para dejarse robar.
Pues bien, estos “expertos en social media” o en “web 2.0, 3.0…5.4, 9.2”, o cualquier otro término inventado para catalogar un “área de conocimiento” que deslumbra a muchos incautos, con frecuencia van metiendo el cuento a cuanta empresa y entidad se cruzan de que tienen que estar en las redes sociales, y eso en sí mismo no resulta perjudicial porque hoy en día hay muy pocas personas que no estén allí y quieran informarse o consultar a través de este medio.
Pero para ser sinceros, o al menos para ser sincero yo, lo único que me interesa de una marca, entidad, empresa o institución que esté en redes sociales es que informe asuntos de mi interés, que atienda mis dudas o quejas de forma efectiva, que me brinde un contenido que tenga valor real o al menos que regale algo. Por lo demás no me interesa mucho recibir un “buenos días a nuestros seguidores” o un chiste injustificado de un ente abstracto que no es más que un “bacán” justificando un sueldito. Y creo que a fin de cuentas una persona común y corriente lo que más necesita son soluciones reales, beneficios de verdad y menos cháchara, porque de eso sí que está llena internet.
A pesar de esto, en parte por culpa de estos publicistas y marketineros (me perdonan la palabreja, pero si algo le gusta a estos gremios es inventarse anglicismos), todas las entidades están allá metidas, en manos casi siempre de un practicante que a duras penas sabe dónde está parado y llenando el mundo digital de mensajes anodinos con el único fin de poder decir “estamos a la vanguardia, tenemos presencia digital en todas las redes sociales que existen y en las que están por venir”.
Y entonces tiene uno un problema con el servicio de televisión por cable, con el celular o cualquier otra cosa y, luego de mirar su listado de respuestas que también incluye respuestas oficial y políticamente correcta a sarcasmos incomprendidos, le responde este jovenzuelo “envíanos tus datos por dm (mensaje directo) y analizaremos el incidente”. Uno, lleno de esperanza y fe, envía sus datos y muchas veces puede quedarse esperando una solución real, que es matizada con más mensajes directos insustanciales pues al fin y al cabo ya resolvieron el tierrero públicamente y lo pueden manejar a punta de mensajes directos para que el usuario inconforme no haga bulla.
Pero resulta aún peor cuando se trata de una entidad pública, como alguna secretaría distrital, súper intendencia, Transmilenio o incluso la policía, pues aquel practicante inseguro y hasta torpe que funge como community manager es pagado con la plata de nosotros y si deciden estar en redes sociales deberían atender las preguntas, quejas o comentarios de los ciudadanos y tramitar una solución real. Pero ahí el silencio muchas veces impera ante cualquier duda, por el contrario se dedican a hacer chistes y publicar memes, divertidos a veces, pero para chistes está Sábados felices o cualquier otra cosa.
En resumen, este mundo está lleno de community managers que no sirven para nada distinto a llenar un espacio al parecer obligatorio en estos días, de cuentas de empresas que creen que poniendo memes y dando los buenos días ya están justificando su presencia en las redes sociales, cuando al final lo único que importa es que den un buen servicio y tal vez ahí sí todos nos podamos reír juntos.
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