Ya hace un par de meses surgió el escándalo sobre acoso laboral por parte del “Defensor” (pocas veces unas comillas son tan elocuentes) del pueblo y aprovechamos este mismo blog para hablar de prácticas frecuentes de acoso y abuso laboral que se gestan en las diferentes empresas y organizaciones donde hay estructuras jerárquicas.
Esta semana, el escándalo trasciende por una columna de Daniel Coronell y pasa de ser el ya grave acoso laboral a ser el también gravísimo acoso sexual. Está claro, no sólo por una única denuncia, sino por varias voces en contra del señor Otálora que como práctica frecuente se basa en el abuso de poder, desde sus múltiples aristas, para obtener beneficios laborales y personales. En un país decente ya tendría que haberse ido, pero sabemos bien que acá el verbo renunciar se suprimió del diccionario de los servidores públicos.
Argumenta el señor en su supuesta defensa, que mantenía una relación sentimental con la denunciante y valdría la pena preguntarle ¿en el supuesto caso de que sí existiera una relación, el acoso deja de ser acoso (las mismas imágenes del chat demuestran la incomodidad de la denunciante)? ¿no es posible que un hombre acose y abuse de su novia o pareja formal, así tengan una relación sentimental? ¿Si en efecto, la relación fuera aprobada por ambos (aunque la denunciante es muy clara en decir que no fue así), no existe un impedimento ético para que ambos trabajen en la misma institución en una relación directa de subordinación? ¿qué pasa con las demás denuncias, que no se identificaron con nombre propio, pero que aún así han mostrado los chats con Otálora que ratifican ese tipo de conductas?
A pesar de todo, me temo que el “defensor” seguirá amarrado a su puesto y el escándalo será olvidado y “todos felices”, menos quien se atreve a denunciar, que ya se ha llevado varios improperios en redes sociales, tuvo que dejar su trabajo y tuvo que dar la cara en una situación verdaderamente incómoda que nadie envidia. Ojalá la justicia haga las investigaciones respectivas y saque las conclusiones y medidas al respecto.
Lo preocupante, aparte de cientos de reacciones justificadoras de este caso en redes sociales, es que el tema del acoso sexual es casi natural en esta sociedad y resulta muy común que ciertos hombres se sobrepasen con mujeres conocidas y desconocidas sin que se le dé la verdadera dimensión que esto tiene: es acoso y punto. Personalmente he conocido varios casos de mujeres que han tenido que aguantar abusos en la calle, manoseos, hombres en buses y Transmilenio exponiendo sus genitales y lo peor es que no parecen ser hechos aislados, más bien es algo más frecuente de lo que se quiere aceptar.
Para la muestra, este listado que surgió tras un comentario en Twitter de @dianalunareja indagando cuántos casos de acoso se dan cotidianamente y esta es sólo una pequeña muestra de casos reales y concretos. Acá una compilación más completa realizada por @gustavogomart: https://storify.com/gustavogomart/acoso-sexual
Vivimos en una cultura evidentemente machista y tal vez es hora de educar a las mujeres para que sean radicales frente a cualquier tipo de abuso e intolerantes frente al abuso contra otras mujeres, pero sobre todo, y principalmente, educar a los hombres para que dejen de ver este tipo de actitudes como normales, para que dejen de pensar que una mujer, de la nada y porque sí, está interesada en que la llenen de “piropos” que no ha pedido, que pasen del piropo al toqueteo abusivo y que en todo momento la vean como un objeto sexual siempre dispuesto y ávido de sus abusivas insinuaciones. Algunos hombres lo que requieren es asistir a un psicólogo especialista, que pueda ayudarle a superar actitudes que rayan con el trastorno.
La mayoría de las mujeres, sino todas, se incomodan, se intimidan, odian que abusen de ellas, como es apenas entendible, y esto va desde expresiones verbales abusivas, pasando por insinuaciones incómodas y fuera de lugar, hasta la vulneración física. Es tarea de los hombres atacar estas injustificadas prácticas, porque no se trata, ni siquiera, de ponernos en los zapatos del otro – de las otras-, sino que la mayoría tenemos mamá, hermanas, amigas, etc., y ellas también son virtuales víctimas de abusos de esta clase con solo salir a la calle.
Este video podría explicar mejor el asunto:
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