Mis papás nacieron en un mundo con televisión a blanco y negro y yo en uno que tenía programación desde y hasta cierta hora, pero los hijos de mis primos no conciben su consumo audiovisual sin un smartphone en el que puedan ver sus videos favoritos a la hora que quieran. Sin duda, para quienes habitamos este mundo contemporáneo las cosas han cambiado en los últimos 50 años (incluso las transformaciones más radicales se condensan en los últimos 20), motivadas por la popularización de internet en los años noventa y de ahí para adelante todo lo que esto ha significado para la vida cotidiana en aspectos como la información, la educación, el consumo, entre muchas más.
Anteriormente era frecuente, de hecho todavía lo es, que aquellos poseedores de un negocio, a punta de lobby y estrategias, a veces ética y legalmente cuestionables, hicieran lo posible por mantener sus monopolios, garantizando así ganancias millonarias en desmedro de un usuario que pocas veces tenía opciones distintas de consumo, y todo esto con una legislación complaciente muchas veces amarrada más a intereses económicos y ‘amiguismos’, que a un verdadero interés público.
El caso más evidente y que ha llegado a un extremo inaceptable es el de los taxistas. Nuevas opciones de transporte han surgido a través de aplicaciones para móviles que han tenido gran aceptación entre los usuarios. Y esa preferencia no es tan difícil de entender, si se tiene en cuenta que gracias al monopolio del nefasto gremio taxista los usuarios estábamos avocados al riesgo de un paseo millonario, al maltrato de los conductores que va desde música insoportable, pasando por violar las normas de tránsito, cobros adicionales injustificados, no ir al lugar que uno necesita, hasta taxímetros adulterados. Ahora ellos, como cualquier grupo paramilitar, hacen “redadas” para “cazar ilegales”, pero curiosamente nunca antes lo hicieron contra los taxímetros adulterados, contra los paseos millonarios o contra los que se parquean a hacer servicios colectivos en las estaciones de Transmilenio. Un sentido de legalidad muy conveniente para mi gusto, sólo para defender su tajada, pero sin importar verdaderamente el usuario.
La complacencia de las autoridades, incluida policía y funcionarios públicos de turno, va en contra del usuario, que es quien finalmente sale perdiendo y condenado a un servicio desastroso, mientras las nuevas formas de transporte avanzan gracias a tecnología y aplicaciones. Seguramente harán la pataleta que quieran, pero ya la historia ha demostrado que el flujo natural de la innovación es imparable y el usuario siempre buscará las mejores opciones de consumo, incluso en contra de grandes poderes como lo son los taxistas, o si no que los amarillos le pregunten a Blockbuster, que no pudo mantener su negocio de renta de películas por cuenta de modelos emergentes.
El boquete abierto en este limbo, que no ha querido asumir el gobierno ni la rama legislativa con una reglamentación clara al respecto, ya está siendo aprovechado por el gremio hotelero, que recientemente manifestó su interés de impulsar un proyecto de ley contra aplicaciones como Airbnb, de oferta y demanda de alojamientos. Lo mismo ha pasado con los poderosos canales de televisión que, a través del proyecto de Ley 077 DE 2015, buscan regular “la provisión de contenidos audiovisuales”.
Están en todo su derecho de defender el millonario negocio que tienen, ni más faltaba, pero está también la ciudadanía en derecho de buscar mejores alternativas, a precios razonables y con mejores estándares de calidad, lo cual es posible gracias a los avances tecnológicos. No pretenderán los hoteleros, los taxistas o los canales de tv que los usuarios nos quedemos conformes pagando fortunas por una noche de hotel o consumiendo una televisión que no ha sido capaz de remplazar a Jota Mario en 30 años, por lo menos, y pagando carreras de taxi determinadas por un taxímetro que parece más un cronómetro, si es que el señor conductor tiene la bondad de llevarnos al sitio que necesitamos.
Estos poderosos gremios, que probablemente buscarán mantener su monopolio invocando políticos, que ya sabemos que es otro gremio bien nefasto, tendrá que entender que el mundo cambió, que los usuarios estamos dispuestos a pagar siempre y cuando obtengamos calidad a cambio, que los modelos colaborativos han transformado la forma de hacer las cosas y la tecnología ha sido clave para ello, que en vez de oponerse al cambio deberían buscar la forma creativa de involucrarse en las nuevas dinámicas, que por más pataleta que hagan, aunque ellos estén anquilosados, los usuarios-clientes de hoy sí somos distintos y nos valemos de nuevas plataformas de servicios para encontrar lo que más nos convenga y no ser esclavos de los «poderosos» de siempre.
Nadie usa Uber gratis, nadie se suscribe a Netflix sin pagar una mensualidad, nadie pretende encontrar hospedajes sin costo por Airbnb, pero lo que sí es cierto es que al parecer los usuarios más jóvenes no queremos seguir asumiendo servicios deficientes sabiendo que hay opciones mejores, pagar por eso y que además nos condenen a no tener más alternativas. El mundo está cambiando, con hoteleros, taxistas y canales de TV o sin ellos. Casos hay muchos de industrias que sucumben por no innovar y dedicarse a pelear contra el progreso.
EL CASO DE LA RADIO
Con gran interés en el tema, otro de los bloggeros de El Tiempo, Félix @LocutorCo, participa en este post hablando de algo que conoce muy bien: la radio. No sólo porque trabaja en el medio, sino porque, además, es autor del popular podcast «El siglo 21 es hoy«. Sin duda los podcasy y servicios de streaming también están reconfigurando el panorama tradicional de la industria radial. Esta se su reflexión:
«Mucha gente aún oye noticias en radio o los famosos programas juveniles llenos de tonterías e invitaciones a la intolerancia y/o arribismo, pero los otros porcentajes son grandes y van creciendo con la gente que prefiere oír música (en Deezer, Spotify, Apple Music, incluso en YouTube) en formas que requieren pago directo o nuevos tipos de publicidad; y por supuesto con la nueva tendencia hacia el podcast, en el que cada usuario elige solo los programas que le gustan y puede hacer su propia programación diseñada a gusto personal: ¿quiere arrancar con noticias? Oiga a Ricardo Galán. ¿Mejor primero con música? El ClubDeCanciones.com, ¿quiere sacarle el jugo a su celular y estar al día con la tecnología? Oiga El Siglo 21 es Hoy. Ciencia, cine, series, historia…
Todos los temas y contenidos que la radio al aire no toca porque tiene el tiempo comprometido en intereses políticos o industriales. Todos los aburridos de la radio pueden encontrar opciones en el podcast cuando quieran, donde quieran y en el aparato que quieran. No hay que madrugar ni esperar los programas, uno los elige y los hace comenzar y terminar cuando uno quiere. Gratis y sin cortes de cuñas.»
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