En este país parece que responder como funcionario público corrupto es más o menos fácil. Si en algún momento llega a destaparse un escándalo grave que comprometa el actuar en el servicio público y pueda ser hasta delito, existe la tranquilidad de que los ojos rápidamente se centrarán en cualquier otro escándalo.
A diferencia de un dicho popular que dice “la justicia cojea pero llega”, en Colombia la justicia suele ser un cojo perezoso que habitualmente se echa a dormir y nos deja esperando. Entonces con frecuencia queda a merced de la denuncia periodística el que algunos procesos avancen y se tomen verdaderas medidas frente a cada caso. Cuando los medios apuntan su mirada a otro tema, la ciudadanía, igualmente, mira para otro lado y va dejando en la fugacidad y el olvido del vertiginoso historial de Facebook o Twitter la queja de cada momento.
Por ejemplo, recientemente a todos les parecía gravísimo, porque de hecho lo es, el tema de los sobrecostos en Reficar y lo que esto ha significado para el presupuesto nacional. Entrevistas con miembros de juntas directivas que deben dar la cara ante el descalabro, como Fabio Echeverry, pero prefieren tirar el teléfono en mitad de la entrevista, indignación en redes sociales, acusaciones a este u otro gobierno, uno y otro lavándose las manos y de repente… un nuevo escándalo.
Protestas en Transmilenio: que unos tiran piedras y dañan los buses y estaciones, que les mandan al ESMAD a que dialogue a través de sus escudos y macanas, que el alcalde de hoy hizo esto o aquello, que el anterior tampoco hizo y hoy opina esto o lo otro. Mientras tanto, sobre Reficar la justicia va “avanzando” y absolviendo rápidamente, y de repente… un nuevo escándalo.
Que salió el video más revelador, con una contundente prueba reina sobre la prostitución (no se sabe si de la policía, del periodismo o del gobierno). Entonces la indignación es por la periodista que decide publicar el video, que a su vez termina escandalizando, para muchos, porque sea de dos hombres hablando de temas sexuales. Y las redes sociales se llenan de memes de la periodista, hasta que ella deja su cargo. Luego se va el director de la policía y en las redes sociales pululan los memes, como chistes de colegio masculino, del ahora exdirector de la policía. Hasta que sale la esposa del ex viceministro del video aquel a dar una entrevista, sobre la cual todo el mundo tiene algo que opinar en sus redes sociales y de repente… un nuevo escándalo.
La guerrilla, armada hasta los dientes, llega a ese lugar olvidado en el que se mueren niños por desnutrición y que los políticos solo mencionan en campaña, a repartir volantes proselitistas mientras van con fusil al hombro. Y las redes sociales se llenan de indignación pasajera, mientras olvidaron el escándalo aquel de prostitución y seguimientos ilegales a periodistas por parte de la policía, porque están ocupados haciendo y compartiendo memes sobre la guerrilla en La Guajira y de repente… volvemos un rato a un escándalo pasado.
Que a la periodista aquella la mandó a expulsar el presidente porque ella se puso a investigar sobre unas almendras costosísimas que compró el gobierno para regalar, pero ahora nos enfocamos realmente en las almendras, mientras el otro sobrecosto de Reficar ya no es protagonista de memes, “la comunidad del anillo” también es un meme viejo y ahora la nueva oleada de memes es sobre el periodista que remplazó a la otra periodista del video escandaloso. En toda esta indignación no llevamos ni un mes.
Y así se nos pasa delito tras delito entre memes y risas, de juicio inmediato en juicio inmediato, porque sobre todos los temas hay algo por opinar, pero principalmente para «indignarnos». Estamos inmersos en la lógica del escándalo, entendida como lo podría entender algún programa de chismes al medio día. Y los verdaderos asuntos de fondo van quedando en el tintero, mientras los corruptos de siempre pasan de agache aprovechando que en las redes sociales impera la indignación pandita más que la comprensión de implicaciones de fondo.
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