Estos prohombres, adalides de la legalidad y la justicia que sólo aplica para ellos, cazadores de infractores de las “normas” que ellos mismos han promulgado a su antojo. Estos australopithecus que no tienen reparo en pinchar las llantas de sus propios colegas, expulsar embarazadas o mamás con bebés en brazos de sus diminutos reinos de cuatro llantas donde gobiernan como reyezuelos cuyo cetro es una cruceta, esos que si es que no son mayoría, al menos sí son los más notorios del gremio, tienen buena parte del desprecio de la ciudadanía ya ganado, y con paros violentos la situación no va a cambiar.
Ni bobo que fuera uno para aprobar abusos y simpatizar con unos truhanes que lo único que hacen es lo que se les da la gana para favorecer sus propios intereses en desmedro del bien común. Me perdonarán los taxistas decentes y honrados, pero ante los hechos de esta semana me pregunto ¿cómo pedirle a un pitecantropus de estos, que sólo tiene cerebro para romperle los vidrios a otros carros, que entienda que la innovación tecnológica no se puede frenar como frena en seco su taxi? ¿cómo hacerles entender a estos dueños del monopolio del transporte que el mercado mismo encuentra salidas al abuso y a la usura? Tal vez sea muy difícil que lo comprenda y por eso es que su única alternativa es sacar a flote su “poder” y su fuerza bruta, en vez de comprender el problema y la justificación por la cual plataformas emergentes se han vuelto exitosas.
Cómo hubiera sido de útil que hace un tiempo, cuando todavía podrían haber ganado la simpatía de la ciudadanía, se hubieran dedicado a purgar su propio gremio, a combatir de verdad la ilegalidad representada en el “yo por allá no voy”, en taxímetros con muñecos más macabros que Chucky, en tomar como pistas de Fórmula 1 las rotas y estrechas calles de las ciudades colombianas, en hacer las “redadas” que tanto les gustan ahora contra los paseos millonarios, en decretar como «objetivo militar» a sus colegas criminales y no a una ciudad, en impedir que algunos salgan a las calles a protestar con las placas ocultas, entre tantas otras cosas. Pero tal vez eso no se les antoja tan ilegal como sí les parece ahora un servicio digno, respetuoso y de calidad para los ciudadanos. Ya la confianza ciudadana la tienen perdida y muchos usan su servicio porque por ahora, sólo por ahora, algunas personas no tienen más alternativas.
Es que a lo largo de la semana, esta semana que están más energúmenos que de costumbre, si es que eso es posible, lo más paradójico es ver cómo esos eufóricos y violentos “dueños” de las vías que ahora suplican por esa legalidad a su amaño están llenos de multas o, por lo menos, de reportes negativos en sistemas de denuncia como “Denuncie al taxista”. Parece que lo que quieren es seguir siendo dueños del transporte público para poder continuar con sus múltiples abusos a su antojo.
En este blog, hace exactamente un año, sugerimos la idea general de un “paro contra los taxis”, que otros ciudadanos formalizaron a través de Facebook y terminó volviéndose una iniciativa con cubrimiento mediático y alguna popularidad entre la ciudadanía. La respuesta del gremio de taxistas fue, como ya es habitual, compromisos de mentiras, carreras “gratis” tal vez por media hora, lágrimas de cocodrilo y un supuesto arrepentimiento que ya sabemos en qué terminó: más abusos y violencia.
Por eso seguimos firmes en la idea de no usar más taxis en la medida de lo posible, porque la salud mental, la dignidad, el derecho (y deber) a no dejarse robar, el respeto que se debe tener con la ciudadanía, cada ciudadano mismo es quien debe garantizarlo, pues ya vemos que los gobiernos son bastante complacientes con esta violencia, pero otras “violencias” sí las combaten con el Esmad en instantes o con regulación estricta. Al parecer hay ciertos uldaintocables, tal vez porque tienen los votos y la influencia.
Así como el año pasado, aunque quien quiera puede promoverlo en un día puntual, esta iniciativa no tiene caducidad y es muy sencilla: no usar taxi en la medida de las posibilidades de cada uno, si tanto le molesta ver a unos hampones rompiendo vidrios, cerrando otros carros, hablando de “operativos” en las ciudades, haga algo concreto, al menos no use esos servicios. No vamos a promover este o cuál otro servicio, la consigna es muy sencilla: no permitamos más abusos de un gremio particular que quiere imponer sus intereses por encima del bien común.
¿Iría usted tranquilo en un vehículos manejado por estos personajes?
Lo peor de todo es que el problema es de hace décadas (como lo demuestra este programa de finales de los noventa):
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