Mientras nos ahogamos en la marea de un chantajista, violento y con frecuencia estafador gremio taxista (nunca sobra la aclaración de que hay taxistas amables, honrados y decentes; excepciones que confirman la regla) y un muy deficiente sistema de transporte público, como tabla lanzada al mar para que nos agarráramos como náufragos y no sucumbiéramos ante las pocas alternativas apareció Uber, un método de transporte en ese entonces nuevo en el país.
Muchos llegaron a convertirse, incluso todavía aunque cada vez menos, en defensores de oficio y sin sueldo de la aplicación de transporte y nunca faltaron los comentarios en redes sociales profesando su amor hacia Uber, en muchos casos con la tradicional y olímpica respuesta ante cualquier crítica de: “si no le gusta no lo use” o sencillamente aferrados a una opción donde se sintieran respetados, a diferencia de las indignas condiciones de taxis o buses.
Pero como parece que todo lo bueno dura poco, en dos años, que es al menos mi experiencia usando la plataforma, la realidad dista mucho de ser como era al principio. Para empezar, parecería que dejó de existir la tarifa NO dinámica, porque casi en cualquier lugar, a cualquier hora el precio ya está multiplicado, a veces incluso hasta 5 veces. Y podría argumentar Uber su modelo de precios por la relación de una amplia demanda y la poca disponibilidad de carros en ciertos lugares y horarios en particular, pero lo único real es que a nosotros los usuarios eso nos importa poco; vamos a preferir siempre un precio justo con relación al servicio, de lo contrario se vuelve inviable su uso. O acaso ¿tendría algún sentido pagar 12 mil pesos, si no es más, por un recorrido de 6 cuadras? Posiblemente su estrategia de pago en efectivo multiplicó el número de usuarios sin que el sistema haya podido hacer lo mismo con el número de prestadores del servicio. Esto, sin llegar a pensar que son los mismos conductores los que puedan estar amañando el servicio, como se rumora en redes sociales.
Sumado a eso, al menos a mí, en los últimos días ya no me muestra la tarifa dinámica, pero por el contrario me han notificado como la gran maravilla que ahora puedo saber cuánto costará el recorrido que planeo hacer, por supuesto ocultando que me podrían estar cobrando más del triple o cuádruple, como ya se ha vuelto costumbre, de lo que cuesta una tarifa estándar, que ahora, como gran novedad de la aplicación, no podremos conocer para comparar.
Y bien podría alguien ignorar el factor del exorbitante precio, pero resulta que la calidad del servicio dista cada vez más de ser algo por lo que un pasajero quisiera hacer un pago mayor. El filtro que tienen para escoger los carros que prestan el servicio ahora parece inexistente, y de hecho un día llegó a recogerme en la noche un carro con los vidrios negros que le impedían al conductor ver los espejos. Otro día, después de 15 minutos de espera, uno me canceló el servicio; otra vez, otro al que llamé ante su tardanza me dijo que estaba dejando un servicio cerca, pero que ya llegaba por mí y nunca llegó; otro no quiso tomar la ruta que le dije porque prefirió otro camino más demorado y costoso, y así.
Y aparte de esto que he venido experimentando por cuenta propia, las quejas cada día parecen ir en aumento y ser más frecuentes. Para la muestra solo 4 de los muchos ejemplos que se encuentran en redes sociales:
Hace ya 17 años se escribió el manifiesto Cluetrain, un documento que interpretó desde entonces cómo la tecnología de información y comunicación, en la que se fundamenta Uber, ha cambiado las prácticas y comportamiento de los consumidores. Dice este documento, entre otras cosas, que “los mercados se están volviendo más inteligentes, más informados y organizados (…) en cualquier momento pueden cambiar sus proveedores (…) ¿quieren que paguemos? Nosotros queremos que no escuchen y que respondan”.
A Uber parece interesarle cada vez menos prestar un buen servicio, seguramente a sus usuarios cada vez nos interesará menos ese servicio, porque mientras ellos se despreocupan por la calidad, siempre va a haber alguien encontrando mejores modelos para los usuarios y sencillamente, así como muchos dejamos de usar los taxis amarillos por el pésimo servicio y las abusivas tarifas, con los mismos argumentos poco a poco estamos abandonando a Uber.
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