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Hace unos días, la Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso un aumento del 20% al impuesto sobre bebidas azucaradas, justo cuando en Colombia se discute la introducción de un gravamen en ese sentido, que presuntamente busca atacar el problema de obesidad y, al tiempo, financiar el sector salud.

La idea tiene varios problemas.

1. Las causas de la obesidad

Lo cierto es que no sabemos qué causa la obesidad. Existen muchos factores que pueden incrementar el riesgo de obesidad y sus subproductos concomitantes, y las diferentes personas obesas suelen serlo por una variedad distinta de factores — hay personas que engordan comiendo sólo ensaladas (la vida les dio una tasa metabólica atroz), y otras que no engordan así coman todos los días en McDonald’s.

Reducir las causas de la obesidad exclusivamente al consumo de azúcar es ignorar todos los demás factores que influyen en este resultado y que deben ser tenidos en cuenta. Y ni se diga basar una política pública en esta idea.

2. Muchos carbohidratos

Si se van a cobrar impuestos a las gaseosas, los tés y los jugos, ¿por qué detenerse ahí? El problema con el azúcar es que incrementa el nivel de glucosa en la sangre, haciendo que el páncreas secrete más insulina, lo que, a su vez, estimula que el cuerpo obtenga energía quemando azúcar en lugar de grasa, y por ende el cuerpo retiene grasa.

Sin embargo, esto ocurre con todos los carbohidratos, no sólo el azúcar. Y existen montones de productos con carbohidratos, no sólo las gasesosas, los tés y los jugos. Hablamos de las galletas, los dulces, los bocadillos, las palomitas de maíz, el pan, las uvas, la piña, las manzanas, el vino, etc.

¿Qué justifica que el impuesto se concentre en las gaseosas, los tés y los jugos, y se deje por fuera a los demás productos?

3. La cruzada ideológica

De hecho, el impuesto a las gaseosas es un tema que acerca dos cruzadas ideológicas. La primera es la peligrosa idea de “proteger a las personas de sí mismas”, negándoles agencia sobre sus vidas y pretendiendo regular muchos aspectos de sus vidas en los que no le hacen daño directo a terceros. Hay pocas cosas más peligrosas que cuando el Estado pretende moralizar acciones y decirle a sus ciudadanos lo que está bien y lo que está mal que hagan.

La segunda cruzada ideológica es el odio a EEUU, y el hecho de que Coca-Cola sea la gaseosa más representativa que hay: “Coca-Cola, como empresa y como marca, es un símbolo muy intenso de los Estados Unidos, del capitalismo y del colonialismo económico que ha practicado con frecuencia este país. Y por tanto, quienes se oponen a los Estados Unidos o al capitalismo en general buscan formas de demostrar que el producto es malo, insalubre o peligroso. En algunos casos porque honradamente sus cabecitas no dan para creer que una empresa mala ofrezca un producto inocuo. En otros casos porque saben que esos ataques tienen un alto valor de propaganda“.

Una parte de esta cruzada es la satanización de la comida rápida, que combina muy bien con el odio a la Coca-Cola, pero no está basada en la evidencia.

4. Endulzantes artificiales y bebidas dietéticas

Como el impuesto busca impactar el comportamiento de los consumidores y que dejen de consumir bebidas azucaradas para reducir las tasas de obesidad (“por su propio bien”), también cobijaría las bebidas hechas con endulzantes artificiales — por ejemplo las bebidas dietéticas.

Sin embargo, los endulzantes artificiales no aumentan el nivel de glucosa en la sangre, y la mejor evidencia disponible no muestra ninguna conexión entre el consumo de bebidas endulzadas con edulcorantes artificiales y la diabetes tipo 2.

Si el impuesto se fuera a aplicar, tendría que dejar por fuera las bebidas endulzadas artificialmente, lo que llevaría a un incremento en el consumo de estas. Si ese consumo aumentara en exceso, como compensación, podría tener un efecto negativo en la salud de los consumidores… y habríamos hecho la de Simón el Bobito: abrir un hueco para tapar otro.

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PERFIL
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David Alejandro Osorio es un periodista colombiano y crítico de la religión. Ganó el Tercer Puesto del Premio al Mejor Activista Individual concedido por la organización Secular Student Alliance y fue el primer ganador de la categoría Prensa Digital del premio ETECOM Colombia para estudiantes de periodismo.

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Hay algo en el tiempo tiene algo que llama la atención; algo que es curioso, que es extraño. Por ahora, pongamos en claro que no me refiero al periódico.

La velocidad a la que las cosas pasan le ha dado qué pensar a buena parte de la humanidad durante siglos. Y del último, quiero decir, de los últimos años que hemos vivido, tenemos una buena cantidad de ideas y teorías sobre qué es en realidad y cómo se comporta este... no creo que pueda llamarlo 'objeto'.

Hablaba estos días con un amigo (se llama Diego) de nuestra actual necesidad de 'crear' algo de tiempo para hacer todo lo que tenemos que hacer, y estuvimos un buen rato conversando sobre la cantidad de formas en las que se ha visto y representado el tiempo en el cine y la televisión. Yo creo que es la naturaleza intangible del tiempo la que lo hace tan interesante, porque es algo que todos vivimos y no podemos negar, pero que no podemos explicar o modificar, por lo menos en apariencia. Y es ahí cuando la mente humana empieza a imaginar nuevos límites, y a formular nuevas preguntas. ¿Corre siempre el tiempo a la misma velocidad? Y, ¿qué pasaría si pudiéramos controlar esa velocidad? Entonces tendríamos dos opciones; bajar esa velocidad (que es externa) reduciendo la nuestra también (que es lo que se obtiene con las cámaras de alta velocidad) o disminuir esa velocidad de lo que sucede afuera, pero manteniendo nuestra percepción a la misma velocidad inicial.

Una percepción alterada.

Hoy en día es sorprendemente sencillo encontrar videos grabados en super-alta velocidad, y verlos de manera, digamos, 'normal'. Éste me pareció interesantemente conmovedor:



No sé ustedes, pero ahora que veo estos videos pienso que son muchas las cosas que suceden en lo que, para nosotros, son apenas unos instantes. ¿Vieron como se desprendía la cáscara de la manzana y de la patilla, lentamente, en forma de estrella? Es claro que algo así no se nota simplemente tomando una fruta y dándole un balazo, sino que es necesario tener un equipo especializado que permita capturar un instante de tiempo y analizarlo más a fondo, a pasos más cortos, y más lentos. Un instante de tiempo es algo infinito, pero 'superable', tal y como se puede ir del punto A al punto B pasando por el que está en medio del que está en medio de ellos dos, y así sucesivamente.

Sí, yo creo que nos perdemos de mucho. Aunque quizás los árboles y las tortugas sientan lo mismo al vernos a nosotros, los humanos; quizás para ellos el mundo que habitamos (que es el mismo) es mucho más frenético de lo que a nosotros nos parece.

En la ficción hay demasiados ejemplos sobre la manipulación del tiempo. ¿Le dice algo el nombre "Back to the future"? Aunque no soy de esa época, sé que fue (y sigue siendo) prácticamente una película de culto, tanto que hoy en día sigue transmitiéndose por televisión y vendiendo DVDs en los almacenes. Si no recuerda muy bien, querido lector, le refresco la memoria; el Doc y el joven Marty dan vueltas en el tiempo, solucionando un par de problemas aquí y creando otros tres por allá, hasta que finalmente los personajes aprenden que es mejor no intentar enredar las complejas hebras de este tejido inmenso, y deciden dejar las cosas como están, luego de 'arreglarlas'. Aunque, claro, al final el Doc mantiene su máquina del tiempo. Un famoso DeLorean modificado que le permite moverse a voluntad entre años distintos, sin alterar la velocidad de lo que sucede pero permitiéndole modificar situaciones e interactuar con la gente. Aquí es cuando el Doc logra su objetivo:



"¿Qué te dije? ¡88 millas por hora!"

En fin.

Personalmente, uno de los manejos del tiempo que me ha parecido más interesante es el de la película del 2006, Déjà vu, dirigida por Tony Scott. Lo más original en ella, a mi parecer, es un punto de vista más realista de todo el asunto. No es que vendan máquinas del tiempo en los supermercados (y la de esta película no es del todo una máquina del tiempo), pero, por ejemplo, todo el aparato es complejo, difícil de manejar y presenta algunos problemas en su funcionamiento. Y la manera en que funciona, la forma en la que se explica cómo funciona, me recordó algún libro de Julio Verne; usan conceptos científicos que no son del alcance de todos, que (aunque seguramente harán que más de un catedrático se revuelque en su tumba) crean una explicación sostenible para el espectador promedio, usted y yo.



A mí me gustó. De pronto a ustedes, si la ven o la han visto, también.

Es claro que en la literatura también hay muchos ejemplos. Justo ahora recuerdo uno de los que más me marcó, por tener el mismo toque semi científico que decía antes. Es un relato de H.G. Wells, que pueden leer aquí. Se llama "El nuevo acelerador", y no hay una máquina del tiempo; el efecto de pérdida de la velocidad se logra con medios que suenan mucho más comunes. No les quiero contar más, por si lo van a leer.

Sea lo que sea que explique la naturaleza del tiempo, supongo que siempre será un misterio para nosotros. Nos queda imaginar de qué está hecho, de dónde viene, y una vez más, maravillarnos por las casi infinitas posibilidades que ofrece. Entonces, una vez más, uno se pregunta: posibilidades infinitas, pero, ¿reales?

¿Hay forma de saberlo?


dancastell89@gmail.com

PD: Aunque no tiene que ver, vi ahora que tenía este enlace guardado en los marcadores desde hace mucho. Me parece terrible que la gente haga eso. Espero que, luego de lo que pasó, los responsables y todos los demás entiendan que los servicios de emergencia son para quien los necesite, y no para hacer bromas.

La gente se puede morir por eso.

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