Hay cosas a las que, pese al paso de los años, aún no logro acostumbrarme. Por ejemplo, cada vez que le gusto a una mujer, especialmente a una especialmente bonita o interesante, me sorprendo. No puedo evitar preguntarme qué ha visto en mí. Y en algún momento tengo que preguntárselo. Pero siempre me responden cosas diferentes, así que sigo sin tener nada muy claro.

Aún más curiosidad me causa que la gente esté interesada en las cosas que escribo. Nunca he publicado nada, salvo algunos artículos de poca importancia en periódicos o revistas. No tengo novelas guardadas ni obras de teatro inéditas. Puede que sea el culpable de perpetrar algunos cuentos, pero muy pocos saben de su existencia.

Sin embargo, cada vez que escribo algo y lo vuelvo público, en la red, entre conocidos, surgen de repente frases positivas. Me explico: nadie me ha dicho jamás que me voy a ganar el premio Nobel, ni que mis escritos deberían estar en las listas de los más vendidos. Lo que me causa un poco de sorpresa es que no suele haber quejas. Tal vez algún consejo sobre un párrafo que sobra, un error de digitación, un adjetivo mal usado. Nunca un mensaje anónimo de alguien indignado por el contenido, o una crítica despiadada a la forma.

Y de nuevo, vuelvo a asombrarme de que alguien se tome el trabajo (o el placer o lo que sea) de sentarse a leerme un rato. Todo eso me provoca no sólo un sentimiento de incredulidad, sino una agradable satisfacción por todo el cuerpo, y un gusto algodonoso en la mente. No me imagino como se sentirá ser autor de algún libro. Debe ser como tener varios orgasmos seguidos y con la ropa puesta. Pero mejor.

Así que ahora, después de cumplir seis meses con este blog, y no recibir más que comentarios positivos, quiero agradecer a mucha gente. Algunos con nombre propio: Ernesto Cortés, que vino con la idea, hace tiempo, en una tarde de cañas por Madrid. Andrés Rojas, que me incitó a volver a las letras, y Olga Morales, que puso todo en marcha (incluso mi ánimo).

Quiero agradecer a El Tiempo.com, por el espacio, y a gente fantástica que trabaja allí, intentando innovar en los esquemas de internet pese a la compleja estructura administrativa y empresarial en que se ha convertido la Casa Editorial.

Yo sé que no es demasiado. El blog es poco más que una balsa de letras e ideas perdido en un océano de contenidos en internet. La mayoría de la gente, entre los que se encuentran bastantes de mis conocidos, ni siquiera sabe que existe. Pero yo lo aprecio enormemente, porque ha sido un aliciente en momentos terriblemente difíciles a nivel personal, cuando había perdido el rumbo de mis ideas tras un inútil, doloroso y decepcionante abandono que trastocó mi vida y destrozó mis emociones. Pero eso ya no importa.

Lo que sí importa es este pequeño agradecimiento a todos los que una o muchas veces han pasado por aquí para echar un vistazo, dejar un comentario o compartir estos textos con sus amigos y conocidos, en Facebook o en Twitter o por correo. Cada uno de ellos, cada uno de ustedes, me ha hecho un poco más feliz.

Y no encuentro mejor manera de retribuirlo que seguir escribiendo.

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