La superstición más extendida en la agenda noticiosa y conversacional de la temporada son las predicciones mayas sobre el fin del mundo, que sucederá este año. Nadie sabe exactamente de dónde salieron, pero se han vuelto parte de las creencias absurdas de esta sociedad.

Así las cosas, no falta el desprevenido que, en medio de una reunión entretenida, saca el tema a colación con datos y cifras conseguidos de algún PowerPoint de esos que circulan impunemente por la red, dispersando virus troyanos en los sistemas operativos y desatinos vulgares en las mentes débiles.

Hay pocas cosas más divertidas que alentar a los supersticiosos. Si uno tiene en cuenta que sus creencias ficticias están fuertemente arraigadas y defendidas por el manto irracional de la fe, es un gasto absurdo de tiempo intentar convencerlos de que están equivocados: es mucho más interesante y entretenido mostrarse como un supersticioso más, que está entusiasmado de encontrar a alguien que comparte sus teorías. Garantiza horas de sana alegría mental.

Por eso, hay que hablarles del Códice de Madrid, guardado con celo en el Museo de América.
Son 56 hojas de papel de amate -un preparado de corteza de árbol usado por los indígenas para escribir-, llenas de coloridos pictogramas que representan escenas adivinatorias propias de la cultura maya, y relacionadas con los ciclos del universo. Algunas páginas contienen un diagrama espacio temporal utilizado para la adivinación y los rituales de ofrendas a los dioses.

(Cuando oyen esto, a los amantes del esoterismo les empiezan a brillar los ojos).

Según parece, el Códice maya de Madrid fue un regalo de Hernán Cortés al emperador Carlos V. Proveniente de la zona de Yucatán, es un documento valiosísimo a nivel histórico, antropológico y sociológico para quienes estudian la antigua cultura maya, junto con otros códices que se guardan en París y Dresde. Sin embargo, ninguno de ellos tiene nada que ver con predicciones relacionadas con el fin del mundo.

(Esto, por supuesto, es algo que no se le menciona al crédulo de turno. Más bien se le informa que al Museo de América, donde está exhibido el códice, se llega con la línea 3 de metro, en la estación de Moncloa, Avenida Reyes Católicos 6, y la entrada cuesta 3€. Cabe la posibilidad de que su interés esotérico sea tan grande que se pase por allí, y de paso aprenda algo real sobre las sociedades precolombinas).

Si esto no llama la atención del supersticioso que está seguro de las profecías mayas, entonces hay que pedirle que vaya a la madrileña Plaza de Colón. Allí, muy cerca de la enorme y ondeante bandera de España hay un enorme mural de piedra en donde está tallado un verso del Chilan Balam de Chumayel.

Los Chilam Balam son manuscritos con traducciones de los jeroglíficos mayas prehispánicos, que reseñan visiones religiosas y místicas de esa antigua civilización. El documento de Chumayel es uno de estos textos, tal vez el más importante de todos por su riqueza y por el misterio que lo envuelve. Pasó de mano en mano desde su redacción hasta su misterioso robo en una biblioteca de Mérida en 1915. Desde entonces, se desconoce su paradero.

Afortunadamente, en su trasegar fue copiado y fotografiado varias veces por estudiosos del tema. Gracias a eso, se conoce la mayor parte del contenido de este manuscrito de carácter oscuro y de difícil interpretación. Incluyendo las palabras que se pueden leer en la Plaza de Colón, y que parecen augurar la llegada de los sangrientos conquistadores españoles.

A la distancia de un grito,

A la distancia de una jornada están ya ¡oh padre!

Recibid a vuestros huéspedes del oriente

Los hombres barbados

Que traen la señal de Ku, la deidad.

Llegados a este momento, nuestro esotérico interlocutor está muriéndose de ganas por ir a verificar toda esta información y mezclarla con el batiburrillo de ideas místicas que adornan la superstición del fin del mundo.

Una idea sacada de internet y de las películas de repente resulta condimentada con ese toque emocionante que da la proximidad de lo misterioso. ¿Quién se puede resistir a historias de civilizaciones perdidas en los albores del tiempo, manuscritos místicos robados, y profecías apocalípticas a punto de cumplirse?

Un tema que daría suficiente contenido para hacer otra entrega de Indiana Jones. Aunque lo más probable es que saliera algo plagado de errores históricos como en la última, donde en plena selva peruana salen guerreros mayas hablando quechua. Tan absurdo como esto es la idea de que el mundo se acaba en 2012.

 
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