Tres importantes novelas contemporáneas en el ámbito de nuestra lengua, han sido recientemente editadas de nuevo. Un chileno, un español y un colombiano, son sus respectivos autores. De ellas ofrezco mi comentario:
Los detectives salvajes
Roberto Bolaño (ALFAGUARA, 2016)
Publicada por primera vez en 1998 por Anagrama, esta es la novela que convirtió a su autor en mito y de paso le permitió hacer moñona; ganó los Premios Rómulo Gallegos y Herralde. Decir que es una de las diez o quince mejores novelas publicadas en Latinoamérica en el último cuarto de siglo, no agrega mayor cosa. ¿Cuáles son sus méritos? Ofrecer, primero que todo, una ambientación fascinante del D.F. de las décadas finales del siglo xx; se diría que una guía, digamos “turística” al estilo de la de París en Rayuela, propicia para bohemios y perdularios. En segundo lugar, explorar la lengua española en todas sus posibilidades: descriptivas, narrativas (aunque el alma de la narración es la descripción), sonoras y poéticas, sin dejar de lado (y más bien dándole validez literaria) lo grotesco, lo escatológico y, por qué no, lo obsceno. Mostrar los avatares de la creación literaria y del prurito de hacer de la escritura una profesión y de la poesía una forma de vida. El personaje poeta García Madero, obra por metonimia, él es todos los poetas, no los que entran a la historiografía y a los libros de texto, sino los emparentados con Limonov, el crápula poeta ruso, novelado por Emmanuel Carrère. Hacer que una trama gire alrededor de la poesía, el amor y las ansias de libertad, cuyo centro de operaciones es el lugar al que todos los lectores de Bolaño quisiéramos ir a visitar en peregrinación: la casa-falansterio de las hermanas Font.
Llámame Brooklyn
Eduardo Lago (MALPASO, 2016)
Publicada por primera vez por DESTINO en 2006, es una novela bastante exigente en su lectura, ya que está compuesta de retazos, de fracciones de tiempo, de hechos aislados que el lector tiene que componer y a los que les tiene que dar continuidad narrativa. ¿Qué nos trae la trama? Hay una novela sin terminar, un diario, apuntes y recortes. Con todo ello el periodista Néstor (Ness) Chapman terminará la novela, y además, reconstruirá la vida sentimental de su amigo Gal Ackerman, cuyo amor único y frustrado fue la inmigrante Nadia Orlov, virtual destinataria de la novela Brooklyn. Nadia, personaje que cabe señalar como mujer fatal, se casa con un millonario con el que tiene una hija a la que le pondrá el nombre de la novela de Gal. Ella también reconstruye la vida de su madre al lado de Gal, después de que esta muere. Finalmente la novela se termina, pero sus páginas y borradores aparecerán ante el lector provocándole cierto desconcierto, pues es difícil distinguir lo de adentro de lo de afuera; es decir, habrá que leer en dos planos (a guisa de muñeca rusa o de caja china): uno, el de Llámame Brooklyn, la novela de Lago, y otro, “Brooklin”, la novela de Gal y de Ness. Las dos recrean magníficamente el ambiente urbano neoyorkino, cuyo epicentro será el bar-motel Oakland, sitio en el que Gal escribía, y al que acuden todos los personajes de ambos libros , es decir, de ambos planos; también el Hotel Chelsea, famoso por la cohorte de artistas que lo han visitado (Sara Bernhard, Thomas Pynchon, Arthur Miller, Jonh Coltrain, etc.) y donde va a suicidarse el famoso personaje de la T.V., Mr T. Narración que, aunque ardua ,nos ofrece ramalazos de poesía, y está sorprendentemente escrita en el tono más adecuado para la nostalgia.
Rosario Tijeras
Jorge Franco (ALFAGUARA, 2016)
¿De qué se trata esta novela exitosa, cuya primera edición por Plaza & Janés, data de 1999? Veamos: Desde la sala de espera de urgencias de un hospital de Medellín, un perdulario, que sólo es nombrado una vez en toda la novela, recuerda su vida al lado de Rosario, la mujer sicario, la mujer fatal, que en ese momento está siendo atendida tras su ingreso la noche que la balearon. La novela que inauguró o consolidó el género de la sicaresca, está escrita con el lenguaje procaz que detentan sus pocos personajes y refleja el oscuro mundo de las comunas de Medellín y, como en sordina, la tragedia que el país vive a causa del narcotráfico, Rosario es visiblemente el personaje casi único; todos los caminos, siempre malos, conducen a ella. Tiene por costumbre matar dando al tiempo un beso y un balazo; pone a hervir en agua bendita sus balas antes de usarlas; atrae por igual a sicarios y a capos del cartel, y su vida es una cadena de infortunios, goces pasajeros y venganzas, cuyo eslabón inicial fue la violación que sufrió siendo todavía una niña y que después le sirvió de pretexto para ganarse lo que se convirtió en su apellido: “Tijeras”.