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Se acerca la FILBO 2017 y Francia es el país invitado. Por ello, a guisa de homenaje, comento a continuación (en orden caprichoso) cinco de las obras clásicas de la narrativa francesa, con un breve comentario acerca del respectivo autor:

MADAME BOVARYPG26757

GUSTAVE FLAUBERT

Esta novela publicada en 1857 es uno de los referentes literarios más fuertes del mundo, y el personaje que le da el título, es uno de los grandes mitos narrativos de toda la historiografía literaria. Lo que han escrito sobre ello, escritores como Vargas Llosa y Julian Barnes, casi que ni justificaría este comentario, y menos después del diálogo apasionante y apasionado que sostuvieron estos colosos, a propósito de Flaubert, en el Hay Festival de Cartagena de 2013. En realidad, la novela es un tratado sobre el matrimonio, demostrando primero que todo, que éste es muy diferente del amor; que mientras el amor tiene que ver con la fantasía y la pasión, el matrimonio tiene que ver con el deseo y la rutina. A guisa de Don Quijote, Madame Bovary está desarrollada en una doble oposición espacio – temporal: aquí/en otro lugar; ahora/en otro tiempo. La mente escindida de Emma se debate entre la vida real en su pueblito, al lado de su marido medicucho, y la vida ilusoria en la gran ciudad, junto a algún joven apuesto y romántico. Pobre Emma. Quiere evadir y superar la monotonía impuesta por su entorno, y por el camino se encuentra con una sarta de mediocres que la ilusionan, la engañan, la usan. Emma, al igual que don Quijote, padece un desajuste entre su realidad mental y la realidad cotidiana. Freud la habría escogido como ejemplo de falta de “principio de realidad”, al fin y al cabo (se me ocurre) el detonante final de su final tan trágico, fue no haber sabido llevar una contabilidad. La genialidad de Flaubert, es haber mostrado tanta complejidad psicológica con muy pocos perfiles psicológicos: una enajenada, un ingenuo (entiéndase cornudo) un par de vividores y un infame chismoso, y, además de eso, haber anticipado lo que sería, a la postre, las patologías más comunes de la post- modernidad: el consumismo y la depresión.

El autor:

Con la novela de Barnes El loro de Flaubert y el ensayo de Vargas Llosa LA ORGÍA PERPETUA Flaubert y Madame Bovary, cualquier lector interesado en la vida del genio francés, tendría suficiente. Sin embargo trazaré breves pinceladas sobre este hombre que, a juzgar por sus retratos, tenía cara de payaso triste de circo alemán. Nacido en Ruán en 1821, es el puente entre el romanticismo y el realismo. De hecho, leyó con fruición a Walter Scott, Víctor Hugo y lord Byron. A su condición de epiléptico se debe su opción por la literatura, y es así como su novela La educación sentimental fue compuesta durante una larga convalecencia. La historia narrada en Madame Bovary, de ficticia no tiene mucho, puesto que se basó en un hecho real, y su personaje Emma, tampoco es tan inventado que digamos, puesto que el mismo Flaubert en una ocasión, tal vez a propósito del escándalo que se armó y que terminó en juicio por “atentado a las buenas costumbres y a la religión” manifestó: “No le den más vueltas, madame Bovary soy yo”. Gustave era hijo de un exitoso cirujano (es decir, el lado opuesto de su personaje, el medicucho Charles) a quien, muy seguramente, le aprendió la precisión para describir y la minuciosidad para analizar. Al igual que Iréne Nemirovsky y Edith Wharton, Flaubert desarrolló un furibundo sentido crítico frente a su sociedad burguesa; la aborrecía a pesar de pertenecer a ella, y eso desde los 18 años, cuando fue expulsado de la escuela. Viajero incansable (recorrió a pie Bretaña, Turena y Normandía) y escritor de largo aliento, no tuvo que trabajar para ganarse la vida, pues de falta de dinero nunca supo durante buena parte de ella. Sin embargo las extravagancias (a las que era proclive Emma) lo arruinaron.

EPG51978ROJO Y NEGRO

STENDHAL

Título original: Le rouge et le noir

Para componer esta novela (que ha inspirado adaptaciones en cine y televisión) Su autor le hizo seguimiento a un célebre proceso judicial que le fue incoado a un joven. Julián Sorel, el protagonista, cuyo héroe es Napoleón, es de origen humilde, tiene 19 años y quiere ser cura. El destino lo lleva a ser preceptor de los hijos del alcalde de Verriéres, esposo de la mujer que pondría “sello negro” a la vida de Sorel, diez años menor que ella. Con algo de Emma Bovary, la señora Renal emprende un apasionado amorío con él, en medio de remordimientos y de chismografía pueblerina. El destino lo descarga después, primero en el seminario en París y después, sin haber terminado carrera, en las oficinas del marqués de Mole, cuya hija termina siendo amante de Sorel. Todo iba viento en popa hasta que al marqués le llega una carta de la señora Renal aventando a su ex amante. Así las cosas el marqués no da su consentimiento para la inminente boda entre aquél y su hija, y Julián decide viajar a Verriéres para encarar a la envidiosa que le quiere dañar la vida; la cita en la iglesia y allí le mete un tiro. Convencido de que la había matado, se deja llevar por el vértigo y el fatalismo, y termina siendo ejecutado. ¿Impactante historia, verdad?, sobre todo por el tenor de injusticia que la tiñe. Al final, el pobre Julián, ni “Rojo” porque no fue militar, ni “Negro” porque no fue cura, y, en cambio, dos mujeres que se encontró sin andarlas buscando, lo convirtieron en héroe trágico.

El autor:

Stendhal, cuyo verdadero nombre es Henry Beyle, nació en Grenoble en 1783 y murió en París en 1842, nos dejó dos novelas de gran calado: La cartuja de Parma (compuesta en apenas 52 días) y Rojo y Negro. Esta última fue posible por una noticia que Stendhal leyó en los periódicos, lo que se demuestra una vez más, que las grandes novelas (y las novelas grandes) difícilmente pueden ser compuestas sólo a base de imaginación. El resumen que de ella nos hace Somerset Maughamen su libro Diez novelas y sus autores, guarda increíble similitud con el argumento de la novela.

Un joven seminarista llamado Antoine Berthet, que había sido preceptor en casa de un tal Monsieur Michoud y después en la de Monsieur de Cordon, intentó seducir —o de hecho sedujo— a la esposa del primero y a la hija del segundo. Fue despedido. Entonces trató de reanudar sus estudios para ordenarse sacerdote, pero debido a su mala reputación ningún seminario lo admitió. Se obstinó en que la familia Michoud era la responsable de aquello, y para vengarse disparó contra Madame Michoud cuando ésta se hallaba en la iglesia y después se pegó un tiro. La herida no fue mortal, así que lo juzgaron; intentó salvarse a costa de la desventurada mujer, pero fue condenado a muerte.

Stendhal, que se sabía feo, debía realizarse con sus novelas, sí o sí. Porque una cosa era ser como él (cuarentón, gordo, de nariz roja y prominente, con barriga de obispo y trasero enorme y, encima de eso, con una ridícula peluca roja) sin dinero, y otra cosa, con dinero y fama. La verdad es que la vida le deparó casi que solo amarguras, puesto que hasta en su intento por casarse con la hija de su lavandera, fracasó. De lo que hoy conocemos como éxito, Stendhal no tuvo, y de fama, sí que menos. A su muerte, apenas dos periódicos de París, medio informaron del óbito, y a su funeral, aparte del autor de Carmen, asistieron, como se dice, tres gatos. Al menos hoy día se le considera el iniciador de la Novela psicológica.

PAPÁ GORIOT9788420698878

HONORÉ DE BALZAC

Título original: Le Père Goriot

Esta novela de cuatrocientas páginas, escrita en poco más de un mes, tiene como personajes a un abnegado anciano que adora a unas hijas que no lo quieren (tiene mucho del personaje de El Rey Lear) y del ambicioso y canalla, pero indiscutible hombre de éxito, Rastignac, en un París de comerciantes y negociantes sin escrúpulos. Goriot, quien medró gracias a los negocios que hizo durante la Revolución, gasta todo su dinero en Anastasia y Delphine, hijas ya casadas pero que llevan un tren de vida que sus respectivos maridos no pueden sostener. Al bueno de Goriot sus hijas lo exprimen hasta dejarlo seco, y ni siquiera asisten a su entierro, sino que envían a sus criados. Por otro lado, es decir, en el otro argumento de la novela, Eugene Rastignac busca la manera de trepar, para lo cual se casa con una de las hijas de Goriot. Esto le permite observar de cerca la infamia de la mujer y sacar conclusiones acerca de la moral de los ricos y poderosos. Balzac supo retratar como nadie a la pequeña burguesía, que confundía valor con precio. Mostró que el dinero es el motor de la sociedad y la manera como triunfan, no los más inteligentes ni mucho menos los honestos, sino los astutos. La pasión de Balzac por lo social era inmensurable, no importa que se le fuera la mano en las descripciones. Era casi más sociólogo que novelista, si es que el siglo XIX no fue invento de él.

 El autor:

Nacido en 1829 y considerado como el más grande novelista del siglo XIX, el verdadero apellido de este monstruo de la narrativa era Balssa. ¿Cómo y porqué resultó Balzac? Se diría que hubo algo de arribismo por parte del padre y otro tanto de él mismo, al agregar el “de” al apellido. Los abuelos de Honoré eran peones de granja y tejedores; pero su padre despachaba en la oficina de un abogado, y dio un salto importante a raíz de la Revolución y se casó con la hija de un comerciante exitoso. Balzac tenía aspecto más bien tosco, como de carnicero o de jornalero borracho: bajito y muy robusto, con espaldas como para cargar bultos, pecho de boxeador y cuello de toro; su piel lechosa contrastaba con su cara rubicunda, y sus labios gruesos hacían juego con una nariz prominente. Cuando se carcajeaba dejaba ver una dentadura manchada y llena de caries. De haber sido actor de teatro, le hubiera quedado perfecto el papel de Falstaff. Ostentosamente burgués, pedía prestado y nunca pagaba. Le gustaba el buen vino, la buena mesa y las damas de los mejores círculos de la sociedad. Era tan derrochador, que su madre perdió dinero sirviéndole de fiadora (y todavía fue capaz de afirmar que fue ella quien lo dejó en la ruina). Pero a la hora de trabajar, nadie le iba en zaga, pues en apenas veinte años se jaló toda su Comedia Humana, que pasa de noventa novelas; las escribió de noche y a la madrugada, lo cual justifica las cincuenta mil tazas de café que se tomó y la forma pantagruélica de saciarse cuando le daba hambre. Está más que documentado por sus biógrafos, que consumía hasta sesenta tazas de café negro durante las dieciocho horas que trabajaba sin pausa, vestido con la misma camisa larga de lino con la que aparece en los retratos. Su desmesura lo fue enfermando y, el 17 de agosto de 1850, tras pedir que le trajeran a Bianchon, el médico creado por él en sus novelas, murió a los 51 años de edad. Ya ni sabía lo que era la vida real… sólo vivía dentro de su obra. Del resto de sus novelas, no puedo dejar de recomendar Eugenia Grandet e Ilusiones perdidas.

PG51121LOS MISERABLES

VICTOR HUGO

Título original: Les Misérables

 Tres personajes arquetípicos, de esos que ningún lector podrá olvidar jamás y que cualquier actor quisiera representar en una de las tantas adaptaciones teatrales y cinematográficas de esta novela, nos creó Víctor Hugo: en primer lugar Jean Valjean, quien pudiendo haber escogido odiar por el resto de su vida a la vida misma tras diecinueve años de prisión por robar pan, se convierte en un virtuoso; el obispo Myriel, que no es que sea bueno, sino que bordea la santidad, y Javert, el inspector de policía, que al no poder resolver sus dilemas éticos, decide suicidarse. Otros personajes, de menos estatura que los anteriores, pero también nítidos y esenciales para el desarrollo de la trama son: la Huérfana Cossette, que conmueve y despierta compasión; los esperpénticos posaderos Thenardier, y el pequeño pícaro Garroche. Pero, siendo objetivos, la novela es Valjean y Valjean es la novela. Lo demás es Historia de Francia. Matoneado y excluido después de salir de la cárcel, este héroe novelesco se aloja en casa del obispo, a quien le devuelve el favor robándole unos cubiertos de plata. Cuando lo atrapan y se vislumbra un nuevo castigo (seguramente más infamante y desproporcionado que el anterior), lo llevan ante el obispo, pero este, en vez de acusarlo y hundirlo (como haría no sólo cualquier obispo sino cualquier persona, sobre todo de esa época), afirma haberle regalado los cubiertos y encima unos candelabros. ¿Ven por qué es lo más parecido a un santo? Por supuesto, con este acto de caridad de inmensurable valor moral, lo que el prelado quiere de Valjean es su redención. Pero Valjean recae y vuelve a robar; después se reivindica con acciones valerosas y muy solidarias con los marginados que sueñan con la revolución, y Javert , que ya no sabe cómo proceder con un villano – héroe, se mata y lo deja tranquilo. La muerte de Jean será más apacible, después de semejante vida tan tormentosa. Actantes de la novela, aparte de los personajes con nombre propio, son el pueblo con sus barricadas y sueños de libertad; la miseria, la Historia, y un narrador experto en el arte de la digresión. Los Miserables es según Lamartine la epopeya de la plebe; según Tolstoi, la más grande de todas las novelas; según Vargas Llosa, la última novela clásica y una obra de alguien que quiso parecerse a Dios.

El autor:

Junto con Goethe, Víctor Hugo es el romántico que murió siendo un anciano, algo muy inusual en los que participaron del romanticismo. Vivió entre 1802 y 1885, y, facilito, podría ser el más grande escritor de Francia. Era hijo de un general napoleónico y de una mujer que pertenecía a la pequeña burguesía jacobina y volteriana. Pasó su infancia en un convento en París junto a ella y sus dos hermanos. Se metió en política y terminó desterrado el mismo tiempo que su personaje duró en la cárcel. El dolor más intenso que le tocó padecer, fue cuando su hija Leopoldina murió ahogada. A los 15 años ya tenía voluminosa producción de versos y una ópera cómica. A esa edad se había hecho el propósito de “ser Chateaubriand o nada”, ¿Qué tal? Más crecidito le jaló al espiritismo, y ya podía contar con un catálogo de conquistas amorosas como el don Giovanni de Mozart, igualmente democráticas: señoras distinguidas, marquesas, muchachas y viejas, y en edad muy madura, también sirvientas. Reconocido como el escritor más popular de su época y en icono del republicanismo, falleció en París. Jean Cocteau lo definió como nadie, al decir que “Víctor Hugo era un loco que se creía Víctor Hugo.

EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDOP89289A

  1. POR EL CAMINO DE SWANN

Título original: À la recherche du temps perdu,

  1. Du côté de chez Swann

Se puede decir que esta obra se originó porque un señor llamado Valentín Louis Eugéne Marcel, en 1909 mojó una magdalena en un pocillo de agua aromática y, tanto el aroma de la bebida como el sabor de la galleta, le trajeron un aluvión de recuerdos de infancia en Combray. Esto significa que para Proust, la experiencia sensorial activa la memoria; es decir, que María Zambrano tenía mucha razón al decir que “pensar es racionalizar lo que se siente”. Ahora bien, escribir una novela bajo su premisa, ya es una propuesta literaria de alcance y valor; pero no fue una sino siete: Por el camino de Swann, A la sombra de las muchachas en flor, El mundo de Guermantes, Sodoma y Gomorra, La prisionera, La fugitiva y El tiempo recobrado. Más de tres mil páginas para desarrollar un principio estético y para intentar detener el tiempo y para demostrar que hay una memoria involuntaria, cuya aparición depende de estímulos sensoriales. Esto es un indudable aporte a la psicología que, sumado al tenor filosófico – poético de la narración, la convierte en una verdadera obra maestra. No lo vio así todo el público lector días después de la publicación de la primera entrega en 1913; pero dos años antes de su muerte, acaecida en 1922, fue galardonado con el premio Goncourt, el más prestigioso de Francia, y a partir de ahí, su obra es reconocida en el mundo entero.

El autor:

A Proust no sólo se conoce por los siete volúmenes de su obra principal, porque también escribió el libro de cuentos Los placeres y los días y el ensayo Sobre la lectura. Como era asmático desde pequeño y, prácticamente pasó media vida en la habitación respirando vapores medicinales, se volvió noctámbulo, y a ello se debe su estilo divagador. Se había graduado en el Liceo Condorcet, donde siendo un niño, escribía unos ensayos que parecían de un intelectual de fuste. Su formación en lenguas clásicas, francés y filosofía, fue muy sólida, y, tras prestar servicio militar, estudió derecho y ciencias políticas, y además se hizo traductor. La muerte de su madre en 1905, significó para él dos cosas: entender de golpe lo efímero de la vida, y poder dedicarse a la escritura, amparado por una buena herencia. De modo que abandonó su hogar paterno y se fue a vivir a un apartamento cuyas paredes cubrió con corcho para mitigar su asma. En lo que respecta a sus padres, se sabe que don Adrien era hijo de un fabricante de cirios que lo quería para cura; pero el joven abandonó el seminario para estudiar medicina. Y de Jeanne Weil, la madre de Marcel, se sabe que era judía acaudalada. Del padre, Marcel recibió la sobriedad y el espíritu científico; de la madre recibió el amor por las letras, la cortesía y un fino sentido del humor, y de parte y parte, recibió mucha cultura, cariño y protección. Se diría que lo mimaron más de la cuenta (lo que explicaría su vanidad, sus manías y escrúpulos y que no pudiera hacer nada por sí solo, salvo escribir). No pudo ver publicada su obra completa, a la que le invirtió catorce años de trabajo, y estuvo a punto de no poder terminarla. Según André Maurois, el 18 de noviembre el hermano médico que lo cuidó hasta última hora, lo acomodó sobre las almohadas y le dijo: “Te estoy meneando mucho, muchacho, ¿te hago sufrir?” “¡Oh, sí, mi querido Robert!, respondió Marcel, ¡Y se murió!

 

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PERFIL
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Exprofesor del Gimnasio Moderno y de la Universidad Santo Tomás; profesor de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Asesor pedagógico, conferencista e investigador académico; articulista y columnista de El Tiempo y comentarista de libros en Lecturas dominicales desde 2003. Autor de Cien remedios para la soledad y Crónica contra el olvido. Correo: parrapower2001@gmail.com

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2 Comentarios
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  1. Excelente sintetización cucho… lo necesario para enajenarse en semejantes obras y que lo asedien con una realidad pasada que cruelmente es viga para lo que hoy en día se vive.

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