La novela contiene episodios y escenas (con variaciones), lugares y personajes, ya esbozados o desarrollados en sus tres anteriores novelas (La hojarasca, El coronel no tiene quién le escriba, y La mala hora) como también en varios de sus cuentos, especialmente los del libro Los funerales de la mamá grande. Contiene además,un torrente de prosa poética (hecha de imagen, ritmo y sonoridad), una gran dosis de lo que se conoce como Realismo Mágico, y lo que Mario Vargas Llosa, en su monumental Historia de un deicidio, denominó: demonios históricos, personales y literarios.
Se diría que la obra de Gabo en conjunto no es más que una autobiografía cifrada; la representación verbal de un mundo descomunal cuyo vórtice es una infancia al interior de una familia insólita (por no decir una casa llena de locos). Que su niñez no fue lecho de rosas; que su juventud de corroncho en Bogotá presagiaba que no iba a cumplir con las expectativas de sus padres, y que aguantó hambre y se dio contra el mundo en su periplo europeo, queda bastante claro, según Gerald Martin y Dasso Saldíver, sus principales biógrafos. Gracias a ellos, hoy día podemos saber las peripecias y situaciones muy curiosas de Gabriel García Márquez, antes de que escribiera la gran novela, como por ejemplo, su amor parisino, que viene siendo la verdadera inspiración para Rayuela de Cortázar, y que bailaba, tocaba y cantaba a cambio de trago y comida (antes de que un crítico español lo desahuciara como escritor), antes de convertirse en lo que Martin llama “el escritor más célebre que ha dado el tercer mundo”.
Exprofesor del Gimnasio Moderno y de la Universidad Santo Tomás; profesor de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Asesor pedagógico, conferencista e investigador académico; articulista y columnista de El Tiempo y comentarista de libros en Lecturas dominicales desde 2003. Autor de Cien remedios para la soledad y Crónica contra el olvido.
Correo: parrapower2001@gmail.com
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