De la sobriedad a la sensibilidad:
Tres obras exponen la sensibilidad artística del Nobel: Un artista del mundo flotante (1986), muestra su afinidad con la pintura. Es la historia de varios pintores que ante el hecho de que en un Japón derrotado, el palo no está para cucharas, deben replantear los temas de su arte. Antes de la guerra la vida era más complaciente y por ello un pintor se podía regodear en el tema del “mundo flotante”, es decir, pasajero; que da cuenta de “placeres que desaparecen con la luz del día”. Un país vapuleado exige que los artistas se comprometan con la realidad. A ello llega Masuji, Ono, gracias a que su amigo Matsuda le dio a conocer la miseria. La novela, como todas las del autor, está hecha de reminiscencias que enfrentan al lector a una temporalidad incierta.
Los inconsolables (1995) es una novela desaforada, densa e inmensurable. Se diría, el canto de cisne del autor. Hasta podría ser comparable al Ulises de Joyce; baste no más con advertir que, pasadas más de 200 páginas, apenas han transcurrido 24 horas, y Ryder, el músico que funge de personaje principal, apenas si ha desempacado la maleta tras alojarse en un hotel. Hablando en plata blanca, la novela casi carece de acción (salvo por los actos de habla) y se sostiene en su carácter casi que exclusivamente discursivo. Personaje que aparece, personaje que despliega sus recuerdos, experiencias, ambiciones y maledicencias por espacio de tres, cuatro o más páginas. Todos, pues, son narradores delegados con algo en común: la frustración, la soledad, el desamor, el desencuentro…el fracaso. La ciudad (húngara por señas) a la que llega el músico para dar un concierto, y en la que todo el mundo sabe y discute de música como si de fútbol se tratara, es lo que se dice, “pueblo chiquito, infierno grande”. Nadie tiene vida privada, pues la intimidad de cada uno es comidilla de todos. Al músico lo toman por un mesías apenas llega; desde el mínimo empleado del hotel, hasta el dueño mismo, lo van cogiendo de confesor y le van llenando la cabeza de consejas, dimes y diretes. Lo paradójico es que en un nido de chismosos, el músico Ryder, también tiene un pasado asociado a alguien de allí, que, la demora es que se conozca, para que les sirva de pábulo.
Nocturnos (2009), su único libro de cuentos tiene como hilo conductor la música; los protagonistas son músicos o artistas en todas sus facetas: inicios, expectativas, éxitos y fracasos. El autor muestra la diferencia que hay entre el artista y la persona, y lo que la fama hace de esta última. Y muestra también lo que es prurito de toda su obra, que un artista se mueve entre lo sobrio y lo sensible, al fin y al cabo la escritura de Ishiguro oscila entre la sobriedad inglesa y la sensibilidad japonesa.
Salto a la fantasía:
Finalmente, en El gigante enterrado (2016), su más reciente novela, Kazuo cambia (para mucha sorpresa) de dominio. Abandona el espacio urbano moderno de ciudad europea o asiática, y nos transporta a la Baja Edad Media de aldeas, castillos y refugios en las montañas. Bien podría ser el más literario de sus libros por la forma como se emparenta (o por lo menos nos trae a las mientes) con novelas como El nombre de la rosa (monjes misteriosos en monasterios aún más misteriosos); o con el ciclo artúrico (caballeros, castillos, armaduras y contiendas). De hecho, el Rey Arturo es personaje evocado, y uno de sus seguidores, Sir Gawain, anciano ya, es protagonista. Inevitable es también la asociación con Beowulf, la obra fundacional de la literatura anglosajona, por cuanto la trama es jalonada por un personaje típico de la épica, que busca dar muerte a un dragón para acabar con la causa de los males que afligen a toda una comunidad de aldeanos. De lo griego tampoco está exenta la novela, como quiera que el viaje que emprende la pareja de ancianos en busca de su hijo, es una telemaquiada al revés, y, asimismo, los escollos que han de sortear por el camino (con descenso al Hades incluído), con brujas y encantamientos y un barquero para atravesar una laguna, son de inspiración homérica.
La novela le apunta a lo fantástico; pero es más que todo épica, con muchos ramalazos, tanto de humor como de filosofía y poesía. Lo mejor es leerla como una novela histórica, que nos muestra usos y costumbres de la Inglaterra medieval y, sobre todo, la forma como se relacionaban y rivalizaban los britanos con los sajones:
“Fueron britanos bajo el mando de Arturo los que masacraron a nuestro pueblo. Fueron britanos los que raptaron a tu madre y a la mía. Nuestro deber es odiar a cada hombre, mujer y niño que lleve su sangre” p.278