Margaret Atwood
Por último el corazón
Salamandra
Otra novela en la que esta extraordinaria escritora (cuya obra pide a gritos el Nóbel) despliega una utopía más, como ya lo hiciera en Elcuento de la criada y Alias Grace. Y esto porque, así hayan caído las grandes utopías del siglo anterior, las sociedades siempre siguen buscando otras. Atwood las proyecta, no para meternos miedo (aunque, a lo mejor sí), sino para que entendamos que casi todo es posible en la época de la post-verdad y la post-privacidad, y la realidad no es más que el residuo de lo posible. El libro, de evidente inspiración kafkiana y orwelliana, guarda increíble relación con Rendición de Ray Loriga y con Nunca me abandones, de Ishiguro. El palimpsesto es también notorio con películas como Blade Runner, de Scott, y El experimento, de Hirschbiegel.
La escritora de Ontario actualiza tres máximas: una de Kundera, «Ser absolutamente modernos es ser aliado de nuestros sepultureros»; otra de Oscar Wilde, «Todo paraíso trae incubado su propio infierno», y una de ella misma, «Todo invento humano tiene un lado bueno, un lado malo y un lado estúpido.» Y eso como por no convocar a Schopenhauer ni a Nietzsche, cuyas voces, como en sordina resuenan en esta novela.
El espacio utópico de esta novela es un par de ciudades («las ciudades gemelas»), Positrón, que en realidad es una penitenciaría, y Consiliencia, la ciudad a la que los reclusos van cada mes, mientras otros llegan a la cárcel procedentes de aquélla, y así se van turnando. Todos los habitantes se integraron como voluntarios, empujados por condiciones de pobreza insufribles, y atraídos por todo lo que esa especie de Tierra de Jauja les ofrece. Los protagonistas pronto descubren que no puede ser verdad tanta belleza, pero no tienen libertad para abandonar el lugar, mejor dicho, el proyecto.
Atwood pone en escena todos los imaginarios de una postmodernidad que poco a poco nos va arrimando a una era post-humana. No inventa nada, pues ya hay una industria robótica que produce las muñecas sexuales que aparecen en la novela. Para completar el enfoque axiológico de la misma, el título alude a la eutanasia y al tráfico de órganos (soporte económico del sistema).
Inés Garland
Una vida más verdadera
Alfaguara
Bello libro donde los haya, es este, que más que novela, es una historia en prosa poética; un monólogo lleno de sensualidad y de silencios elocuentes que se evidencian en las páginas en blanco entreveradas en la narración. Sólo tres personajes necesitó la autora (un hombre llamado P., su esposa y una autora de teatro, amante de aquél) para entregarnos lo que podría ser un estudio psicológico de una mujer que se enrolla con un hombre casado, con el que sostuvo un noviazgo de adolescentes. Corolario del relato, parece ser, que, una cosa es el amor y otra el matrimonio “Tal vez lo esté odiando tanto como si estuviera casada con él.”
Lo más relevante del centenar de páginas que ocupan la narración, es su declarado tenor poético y la forma como en él se erotiza la palabra y se expresa el cuerpo: “amo estar hecha de la materia. Entiendo plenamente que mi materia es expresión de mi alma. Mi cuerpo fue hecho para encontrarse con el suyo. ¿Cómo nos hubiéramos hablado, si no?

La “novela” muestra también lo lábiles, mutables y ambiguos que son los sentimientos, y, sobre todo, que siempre le ganan a la razón.

 

Patricia Lara Salive

Adiós a la guerra

Una Historia breve de los conflictos en Colombia

Planeta

Una obra de importancia capital para entender la tragedia de nuestro país. Si es doloroso y hiere nuestra sensibilidad, no es culpa de la autora, porque, ¿Cómo negar la Historia? El libro, como diría Cortázar, es esencialmente dos libros: El primero es un magnífico recorrido por la Historia de Colombia, desde la Guerra de los Mil días, hasta prácticamente la semana pasada. Un siglo largo de puro cainismo. La narración – descripción (sustentada fehacientemente en los hechos y el prurito de veracidad) es vertiginosa, debido a los dotes para narrar de la autora. Se diría que, más que hacer juicios históricos, le deja al lector todos los elementos para que los haga él mismo. ¿Qué tanta responsabilidad le cabe al Estado en todo lo que ha pasado? ¿De dónde salió el virus que incubó tanta violencia? ¿Qué personajes han pasado agachados para la historiografía?

En la segunda parte, la voz no es la de la Historia sino la de las víctimas, y por eso, desde el punto de vista literario, encaja en el género que distingue la escritura de la Nóbel Svetlana Alexievich (y que en Colombia tiene antecedentes como, Ciudad Bolívar la hoguera de las ilusiones, de Arturo Alape): El coro épico.

Es mérito de Lara dirigir dicho coro, dejar que se escuchen las voces de quienes más derecho tienen a corear su dolor, a gritarlo para que llegue a oídos de todos. ¡Libro valiente y de invaluable valor histórico, literario, y, sobre todo, pedagógico!

 

Mariana Enriquez

Éste es el mar

Random House
Novedosa y original novela, que oscila entre lo fantástico y lo surrealista, pero que en el fondo es una alegoría sobre la influencia de las mujeres en figuras de leyenda, o de la presencia de lo femenino en su música. Tres tipos de seres (digamos que hadas o brujas modernas), Las Imago, Las Luminosas, y El Enjambre, han tenido siempre el poder sobre las estrellas de rock; les han propiciado una muerte trágica para así convertirlas en leyenda, el tipo de muerte que más desata histeria entre sus fans. Así hizo Violeta con Kurt Cobain; Gina con Sid Vicious; lo mismo Marianne con Jim Morrison, Nima con John Lennon; Ala “había hecho brillar a Jimi Hendrix, y Susie a Elvis». En todos los casos controlaron el destino de cada estrella:

¿Qué hacía John Lennon caminando solo sin un guardaespaldas? ¿Por qué nadie había visto a Jim Morrison después de su muerte, por qué alguien tan famoso estaba en tanta soledad? ¿Por qué nadie había buscado a Kurt Cobain en su propia casa y quiénes eran esos amigos que habían entrado y salido los días anteriores, furtivos y misteriosos? ¿Cómo nadie se dio cuenta de que Brian Jones se ahogaba en la piscina? […] ¿Por qué nadie había acompañado a Elvis la última noche si sabían lo frágil que estaba? Todas las muertes parecían fragmentos de un sueño olvidado, sin una explicación verdadera.

La única que falta por “hacer leyenda” a un rock star, es Helena, recién convertida por las otras. La víctima  (o el elegido, si se quiere) es James Evans, el cantante de Fallen (¿alusión al grupo WE Are the Fallen, de Los Ángeles?). Pero ella parece dejarse llevar por emociones “humanas” y no la tiene fácil. En el fondo lo que la novela plantea, es que vivimos una episteme de consumismo de la imagen, bastante desaforada.