No pocos dolores de cabeza y trabajos producen a nuestros estudiantes la elaboración de un escrito con las características propias de un ensayo. Esto se debe a que tal vez sea este el ejercicio que menos realizan, ya que la reflexión por escrito les plantea muchísimas más dificultades que la oralidad en la, así sea con tropiezos, se defienden.

Está claro que es más fácil expresar nuestras ideas en forma oral que por escrito, en razón a que la oralidad siempre va acompañada de circunstancias de enunciación (gestos, entonación, lenguaje corporal, etc.) y además siempre encontramos apoyo en lo que los otros acaban de decir. Esto sumado a la posibilidad de enmendar errores a medida que se van presentando y a que la corrección de otros a lo dicho por uno, se da casi inmediatamente.

La escritura, en cambio, requiere de precisión y de habilidad para reemplazar todas las ayudas que tenemos cuando hablamos. Se necesita más dominio de vocabulario y de la gramática. Las formas más elaboradas de la oralidad son la oratoria y el discurso retórico. Respecto a la escritura, se puede decir que su forma más elaborada es el ensayo, el cual apareció con la modernidad, primero con Montaigne y los filósofos franceses, ingleses y alemanes (con antecedentes en pensadores españoles pre-renacentistas), y posteriormente con los críticos del arte y la literatura y de la cultura en general. En Colombia los primeros ensayos los escribió Baldomero Sanín Cano, contemporáneo de José Asunción Silva y de Jorge Isaacs. Grandes ensayistas latinoamericanos han sido entre otros: Juan Montalvo en Ecuador, Alfonso Reyes en México, Pedro Enríquez Ureña en Puerto Rico, Arturo Uslar Pietri en Venezuela, José Martí en Cuba, José Rodó en Uruguay, J.L. Borges en Argentina y Mario Vargas Llosa Perú.

Un buen ensayista es por necesidad un buen pensador, un buen escritor, pero, sobre todo, un asiduo lector analítico y crítico. Sin una lectura profunda y constante es casi imposible la realización de una reflexión por escrito que tenga algún valor. El filósofo húngaro Lukacs, clasificó el ensayo como un género intermedio entre la literatura y la filosofía. Es literario porque es un ejercicio de creación a través de la palabra y por el énfasis que se ha de poner en el estilo (que para Oscar Wilde, es la personalidad del que escribe). Es filosófico porque es un ejercicio de pensamiento y una muestra superior de inteligencia. Quien desarrolle habilidades en esta modalidad de la escritura, tendrá ventaja, por ejemplo en un examen por competencias, y tendrá muchísimo terreno abonado para su vida universitaria y desempeño profesional, sobre todo en ciencias y humanidades. Recuérdese que una tesis de grado puede el mayor ejercicio ensayístico y compete a todos. La mayor ganancia al pergeñar un ensayo es el fortalecimiento de lo que Vygotski llamó funciones psíquicas superiores (memoria lógica, atención voluntaria, toma de decisiones, formación de conceptos y pensamiento verbal).

Para que un ensayo sea tal y no se confunda con formatos como el informe, la reseña o el resumen, debe redondear las siguientes características:

Un tema concreto y delimitado, es decir, no trabajar varias ideas a la vez sin saber hasta dónde las va a desarrollar. Por lo general esto ya se da desde el título. Por ejemplo: “El punto de vista narrativo en Lolita, de Nabokov”, “Los cambios fonéticos en la evolución de la lengua castellana”.

Documentación en torno al tema: antecedentes y estado actual de éste. No tiene mucho sentido repetir lo que otros ya han dicho con suficiencia, pero tampoco arriesgar todo a la experiencia personal.

Determinación en torno al análisis: “Voy a hacer un estudio comparativo? ¿Partiré de una hipótesis? ¿Acudiré a la deducción, a la inducción o a la conjetura? ¿Partiré de una crítica a lo que otros ya han dicho?”

Se requiere teorización. Por ejemplo, si voy a tratar el tema del humor en alguna novela, es conveniente explicar primero, qué se entiende o cómo entiendo el humor, y cómo lo entiende el autor de la novela. Si voy a desarrollar el ensayo alrededor de lo bello y lo sublime en una pintura, pues debo explicar desde teorías consistentes y según distintas epistemes tales categorías.

Debe haber en lo posible y si se tercia, disputa conceptual, es decir, no trabajar desde una sola mirada o un único concepto. Al final se debería notar una toma de posición.

Emisión de conceptos más que de opiniones. Un ensayo no es un simple espacio para opinar, sino un conjunto de ideas elaboradas y juicios inteligentes. Decir que “Rayuela es un libro muy ladrilludo” o “no es recomendable Cortázar porque es malísimo”, no son conceptos sino opiniones, que como tales (y muy al contrario de lo que se piensa), no tienen por qué ser intocables.

Argumentación, razonamiento, ejemplificación y prurito de demostración (o al menos, sustentación). Por ejemplo, la idea de que Allan Poe explora el alma humana a través de sus relatos, debe llevar todo un sustento a partir de los relatos de Poe, sin desestimar voces autorizadas que sirven como argumentos por autoridad. Sin ello, la idea se queda sin piso. Es necesario conocer las formas de argumentación (por autoridad, por analogía, por ejemplificación, por deducción, etc.) y distinguirlas de las falacias (argumentos erróneos, casi siempre por contener premisas falsas).

Interrelación de elementos. Las ideas no pueden ir desconectadas unas de otras, ni se debe cambiar arbitrariamente de tema de un párrafo a otro. Debe haber cohesión (a nivel semántico) y coherencia (a nivel sintáctico) y para ello es necesario saber subordinar las frases y utilizar muy bien y con variedad los conectores.

Estructura, organización, nomenclatura: Es ante todo un trabajo escrito, para el cual hay pautas  (que pueden estar o no explícitas, pero sí manifiestas), tales como, introducción, temas y subtemas, conclusión y bibliografía (ésta sí explícita).

Normas para la presentación de trabajos escritos. Generalmente se piden las normas APA, que siempre deben estar actualizadas. Si el ensayo tiene como destino la publicación, se debe atender a las exigencias del medio en que se pretende publicar (de lo contrario se pierde toda opción de publicación). En las revistas indexadas, la formalización es absolutamente rigurosa.

Evitar el plagio: En esto hay que tener mucho cuidado, por las consecuencias que el plagio puede acarrear. Es plausible (y en casos inevitable) un bajo porcentaje de copia. No se debería pasar del 10%.

Vocabulario adecuado y suficiente, y correcto uso de la ortografía y de los signos de puntuación. No se está escribiendo como en las redes sociales ni dentro de un ambiente relajado e informa; tampoco hay que abusar de la jerga académica. Esto y el uso gratuito de terminachos (incluidos los extranjerismos fuera de lugar) para aparentar erudición, es como dice Nietzsche, enturbiar el agua para que se vea profunda. Recuérdese la idea de Ortega, de que la claridad es la cortesía del filósofo.

Disfrutar del ejercicio de escribir: Si bien imbricar ideas sensatas y lúcidas y asimismo conceptos adecuados y viables sin caer en lugares comunes e incurrir en ambigüedades y anacolutos, conlleva gran exigencia, la escritura debe procurarnos complacencia. Téngase en cuenta que, si el escritor se aburre escribiendo, el lector se aburrirá leyendo. En suma, escribir puede ser algo muy gratificante y a eso le tenemos que apostar.

Todo lo expuesto hasta acá, se puede sintetizar diciendo que el ensayo es cuando menos un comentario crítico y analítico sobre un tema determinado, en el cual, quien escribe plantea una idea y la desarrolla con argumentos y ejemplos. Para ello, se puede requerir como mínimo de cuatro cuartillas por término medio, siendo tarea ardua llegar a las diez páginas, que es lo que tiene un ensayo bien elaborado de tipo universitario. Es perfectamente entendible y previsible, que los primeros intentos sean fallidos; pero a medida que se repita el ejercicio, necesariamente se verá el progreso y se alcanzarán los logros, desde luego proporcionales al nivel y la capacidad del estudiante. Valga esta máxima de Séneca: Pocos aciertan antes de errar.

Para mayor ejemplificación, se recomienda la lectura de los estudios preliminares (prólogos) que aparecen en las mejores ediciones de las obras literarias (también filosóficas), por ejemplo las de editorial Cátedra, Fondo de Cultura, Porrúa, Ayacucho, etc. asimismo revistas como Quimera o Arcadia; libros tales como La verdad de las mentiras, de Vargas Llosa, en el que aparecen más de veinte ensayos literarios muy al alcance de un lector medio; El arte de la novela, de Milán Kundera; Historia de la filosofía occidental, de Bertrand Russell, etc. En general, cualquier historia crítica del arte, de la literatura o de la filosofía.