Cartas abiertas

Juan Esteban Constaín

Literatura Random House

La más reciente y muy bien lograda novela del escritor payanés, lo mantiene en su tendencia histórica, en su estilo sobrio y elegante, en su pulcro manejo de la lengua castellana (de la cual, en nuestra literatura es uno de sus mejores exponentes) y en su prurito de altos dominios de la cultura. Se diría que a su personaje Marcelino Quijano y Quadra, le cuadra una asociación con Cyrano de Bergerac, por tener en tan alta estima el infortunadamente hoy caduco género epistolar. Algo también le cuadra del don José de Todos los nombres, de Saramago, por ese inusitado interés en personas que no conoce, que son como fantasmas que viven por mor de la escritura.

Don Marcelino es detentor de una rara práctica que conlleva toda una ética que se aviene con ese concepto de “miramientos” de Savater (fijarse en las necesidades de los otros); práctica heredada de una anciana que mitigaba su soledad haciéndose leer cartas para otros destinatarios, cuyos relatos representan para la novela marcos enmarcados o cajas chinas. Lo dice la misma voz narrativa principal de la novela:

“Un hombre que usaba su fortuna y su ingenio para salvarle la vida a la gente; un ladrón de cartas que así descubría los destinos ajenos para desviarlos con su mano providencial y hacerlos mejores y más felices, a veces, solo cuando se podía, en eso consiste el destino, decía Karina Garabundo.”

Un relato muy llamativo es el que se refiere al perverso cura Joel Altair, toda una alegoría de los relatos (y pinturas) mefistofélicos. La historia del actor polaco que hacía de Hitler no sólo lleva el sello de Constaín, sino que lo pone en diálogo intertextual con escritores como Javier Marías.

En el fondo la novela del autor de ¡Calcio!, su hermosa historia y su fabulosa trama, comportan un nostálgico homenaje a quienes supieron (supimos, quiero decir) apreciar el arte de la epístola (que le dio la fama a Goethe) y sentimos la emoción que producían las “cartas abiertas”.

 

Al faro

Virginia Woolf

Debolsillo

Una de las obras más celebradas de la autora que influyó en escritores como García Márquez, en lo que atañe al manejo del tiempo. Todo ocurre en una pequeña isla desde la cual se divisa un faro que se convierte en obsesión de la familia Ramsay, pues la visita al lugar se aplaza durante años a causa del mal tiempo. La novela es un verdadero festín para quienes degustamos la prosa poética; la calidad literaria de la autora se hace palpable, ni siquiera en cada capítulo, sino en cada párrafo y hasta en cada frase, que nunca viene sin el atavío de un símil (“llegaron sonidos ominosos, parecidos a rítmicos martillazos amortiguados con fieltro”), una metáfora (“dormían con varios pliegues de oscuridad sobre sus ojos” “el sol levantó cortinas), una adjetivación (“que no soy una mujer, sino presumiblemente una solterona reseca, quisquillosa y avinagrada.”) o una sinestesia.

La novela, además de explorar un complejo mundo de sentimientos y emociones, tanto en niños como en adultos, exhibe un notorio tenor fenomenológico:

“…como el amor de los matemáticos por sus símbolos o el de los poetas por sus versos, estaba concebido para extenderse por el mundo y convertirse en patrimonio del género humano. El mundo lo habría compartido si el señor Bankes hubiese podido decir por qué le gustaba tanto esa mujer, por qué verla leyéndose un cuento de hadas a su hijo producía en él exactamente el mismo efecto que la resolución de un problema científico y hacía que se quedara absorto contemplándola y sintiera lo mismo que cuando había demostrado algo definitivo sobre el sistema digestivo de las plantas que había domesticado la barbarie y sometido el reino del caos.”

En la obra se destaca también una mirada crítica a la sociedad burguesa, muy semejante a la de las novelas de una contemporánea de Woolf, que le disputa el trono de la mejor narradora del siglo XX: Iréne Némirovsky.

 

Feria

Ana Iris Simón

Alfaguara

La novela de esta periodista manchega es en un principio todo un divertimento que poco a poco va tomando un cariz reflexivo, hasta convertirse, cuando pasa del relato al discurso, en un monólogo de tono irreverente que, como el Quijote, no deja títere con cabeza. Esta, por supuesto no es una alusión arbitraria ni gratuita, ya que el espacio narrativo es el campo de Criptana, en el que don Quijote confundió los mismos molinos que siguen ahí, con gigantes. Y, ¿Dónde se ubica el mencionado peladero de los molinos? Pues en esa “alfombra de esparto que no acaba nunca” que es la Mancha. De modo que esta novela, que trata de una desmesurada familia de feriantes y quincalleros, es decir, la familia de la autora es indisociable de Don Quijote:

“te diré que a un manchego no se le puede negar la existencia del Ingenioso Hidalgo. Que un manchego no puede dudar de la existencia del Ingenioso Hidalgo porque si no, entre otras cosas, años de disputas entre pueblos vecinos y de discusiones de sobremesa sobre a dónde se refería Cervantes cuando hablaba de ese lugar de La Mancha habrían sido en vano.»

La novela (que incluye a guisa de paratexto fotografías de sus protagonistas), que se hizo acreedora del Premio Las Librerías Recomiendan al Mejor Debut 2020, sirve de referente para conocer las nuevas voces y tendencias de la narrativa española.

 

El asedio animal

Vanessa Londoño

Tusquets

Una novela que en mucho puede emparentarse con las de la Pentalogía de Daniel Ferreira, en especial con Viaje al interior de una gota de sangre; con Los ejércitos, de Evelio Rosero; con Profeta de Juan Sebastián Gaviria y con Tierra quemada, de Óscar Collazos. Es decir, la meritoria novela de Vanessa Londoño, no es una isla, pues con toda claridad pertenece a un género narrativo dentro de nuestra novelística. La narratología de la obra (la forma como una historia se convierte en relato) consiste en cuatro monólogos, intercalando voces masculinas y femeninas, aunque una de ellas no sea voz en sentido estricto, pues se trata de una muda, y la mudez se la dejó la violencia. En su noble prurito de dar voz a quienes en Colombia no la tienen; de dejar hablar y espetarle a la sociedad su tragedia a quienes nunca han sido escuchados, la autora deja filtrar formas discursivas que superan las expectativas de una de las narradoras.

Es una novela de contenido asaz triste y doloroso, que le da la razón a Kant respecto a la inclinación natural del ser humano hacia el mal. Y es que estas páginas (como en el país) los actores y las formas de la violencia comportan un engendro de muchas cabezas:

“Le cortaron las piernas con una motosierra, dizque para aleccionarla. […]Ese mismo día le pusieron sentencia a un guerrillero que mató a unos indios; y a un campesino que se robó unas reses y que del susto de ser cogido les tiró la carne a los perros. ¿Y a esos qué les hicieron? Al guerrillero le metieron sesenta años. Al campesino le dieron cepo […] El juicio duró tres horas, el mamo también quiere juzgar a los de la Drummond, y puede.”

Casi todas las causas de la violencia están expuestas a lo largo de la narración, incluyendo una muy antigua, la tenencia de la tierra, y otra, más filogenética, el mal gratuito (tan abordado por filósofos como Freud, Ricoeur, Hannah Arendt y Élisabeth Roudinesco. Es decir, lo que se llama, la pura maldad.

 

El hombre prehistórico es también una mujer

Marylène Patou-Mathis

Lumen

Lo que hace esta prehistoriadora francesa en el presente sesudo trabajo, es simplemente derribar clichés “que se transmiten a lo largo de los siglos, no sólo a través de los textos sagrados y la literatura, sino también de las obras científicas”. Puede que el tenor del libro sea feminista, pero es un feminismo con un fundamento que comienza con la mirada crítica a los mitos fundacionales de las culturas; un fundamento y una reflexión que nos recuerda el gran aporte de Simone de Beauvoir en La mujer rota y El segundo sexo. El texto de esta gran estudiosa de los neandertales comienza su recorrido, obviamente en la prehistoria, pasa por la Antigüedad, la Edad Media, el Renacimiento, la Ilustración, hasta llegar a la actualidad, y concita el interés de antropólogos, historiadores, filósofos y teóricos de la cultura, respondiendo a preguntas tales como:

¿Cuáles eran las funciones en el plano económico, social, cultural y de culto de las mujeres en las sociedades prehistóricas? ¿Cuál era su estatus? ¿Existieron sociedades matriarcales? ¿Cuándo y por qué se impusieron la división sexual del trabajo y la jerarquización de los sexos, en detrimento de las mujeres?

Lo mejor del libro es que, a pesar de su prurito intelectual y rigor académico, puede ser leído y comprendido por eso que llaman, público en general.

 

 

La historia de Aria

Nazanine Hozar

Salamandra

La historia narrada por la escritora iraní, que nació al mismo tiempo que la revolución del 79, nos trae, como en sordina, las historias narradas por el escritor afgano Khaled Hosseini y las películas Niños del cielo y El color del paraíso del genial cineasta persa Majid Majidi. Con Nazanine Hozar y su contemporánea Sahar Delijani, la célebre autora de A la sombra del árbol violeta, ya contamos con dos escritoras que nos hablan de la realidad social de Irán. La novela comparte el género realista con el urbano; nos pone a la vista una Teherán atravesada por la avenida Pahlevi y, miren por dónde, ¡qué curioso! Socialmente dividida entre los ricos que habitan en el norte y los pobres que malviven en el sur, entre ellos, Behruz Bakhtiar, el militar que recogió a la niña (a la que le dio el nombre de Aria) del basurero en que lo abandonó la madre ¡sí, la madre!

A partir del momento en que es llevada a la casa del uniformado, comienza para ella un periplo infernal, trasteada de aquí para allá y de allá para acá, como si para ella no hubiera un sitio en el mundo al que fue arrojada (primero en sentido heideggeriano) y después vuelta a arrojar.

En paralelo transcurre la peripecia de Kamran, el hijo de Kazem, un obrero vapuleado por las injusticias que el capitalismo trae aparejadas, como para darle la razón a Marx cuando señaló que la historia de todas las sociedades es la historia de la lucha de clases:

“Volvió en sí oyendo las voces que daba un hombre a su padre. Era un señor con traje y corbata y un reloj de pulsera de oro y brillantes, cientos de brillantes. Llevaba una sortija en el meñique, también con brillantes alrededor, y en los zapatos unas pequeñas hebillas doradas con forma de león y un sol detrás. Kamran reconoció el símbolo: era el mismo que lucían las banderas. El señor agarró a su padre por la mano mala, la del dedo verde, la sacudió y luego la soltó de malos modos. […]El señor del traje escupió a Kazem en la cara. Otros señores trajeados lo apartaron.”

La novela de Hazar es triste y parte el alma, pero no deja de tener resquicios por donde se filtre alguna vez la luz; nos pone a pensar sobre hasta dónde puede llegar la maldad humana, una maldad que, a veces, como en el caso de la madrastra de Aria, es recomendada como si fuera un remedio: “No sé qué andará haciendo de bueno, pero sea lo que sea, échele una pizca de maldad, hágame caso. Solo una pizca.” Nos pone a pensar también sobre el azote que son la ignorancia, las supersticiones y muchas sandeces provenientes de la religión; pero así mismo la novela ofrece pasajes llenos de ternura y pespuntes poéticos.

 

Deshaciendo errores: Kahneman, Tversky y la amistad que nos enseñó cómo funciona la mente

Michael Lewis

Debate

“¿Y cómo es que un par de psicólogos israelíes tenían tanto que decir acerca de esas cuestiones, hasta llegar a anticipar más o menos un libro sobre el béisbol estadounidense que se escribiría décadas después? ¿Qué inspiró a dos tipos de Oriente Medio a sentarse a pensar qué hace la mente cuando intenta juzgar a un jugador de beisbol, una inversión o un candidato a presidente? ¿Y cómo demonios puede un psicólogo ganar el Premio Nobel de Economía? Resultó que en las respuestas a estas preguntas había otra historia que contar. Aquí la tienen.”

Con el párrafo anterior puesto al inicio del libro, este historiador y economista que además funge como editor de la prestigiosa revista Vanity Fair, nos muestra lo que puede lograr una amistad y nos induce a enterarnos de los entresijos de la mente (especialmente en dos de los doce capítulos: Las reglas de la mente y Las reglas de la predicción) y a cómo podemos mejorar eso que en las teorías de Vygotski constituye una de las funciones psíquicas superiores: la toma de decisiones.

 

Tiempo de magos: La gran década de la filosofía 1919-1929

Wolfram Eilenberger

Taurus

Tal como lo hace en su otro libro, El fuego de la libertad, en el que desarrolla la biografía intelectual de cuatro grandes filósofas del siglo XX, este colaborador de Die Zeit y Der Spiegel, pone la filosofía al alcance de lectores no necesariamente vinculados al ambiente académico. Para Eilenberger, la década que va desde el año posterior al final de la Primera Guerra Mundial hasta diez años antes del inicio de la Segunda Guerra, es el gran momento de la filosofía del primer tercio de la pasada centuria. ¿Por qué? ¿Quiénes son los protagonistas?

Fueron cuatro los que comportaron el segundo período de esplendor de la filosofía alemana, cuyo deslumbrante antecedente se dio en el siglo XVIII. El gran mérito del filósofo, psicólogo y, además, estudioso furibundo del Romanticismo, es haber consolidado la propuesta hermenéutica de Friedrich Schleirmacher, pues su estudio abarca las obras filosóficas, la biografía de sus autores y todo el contexto sociohistórico y cultural en que las obras se enmarcan. Su método es pues, tanto “comparatista” como “divinatorio”. De esta manera nos acercamos a la génesis de obras de fuste, tales como: Ser y tiempo, de Martin Heidegger; Tractatus lógico-philosophicus, de Ludwig Wittgenstein; Iluminaciones, de Walter Benjamin, y la monstruosa Filosofía de las formas simbólicas, de Ernst Cassirer, filósofo cuyo debate con Heidegger en Davos en 1929, nos narra Eilenberger como si se tratara de una película.

 

Grand Union

Zadie Smith

Salamandra

En su más reciente producción esta autora inglesa adocenada por la revista Granta, nos entrega 19 relatos más bien breves, pero que exhiben mucho trabajo verbal, densidad y algo de carácter experimental, como es el caso de “Epifanía matutina para padres”, en el que lo que plantea es una especie de recetario sobre cómo escribir (“mover a la empatía es el objetivo y el propósito de todas las historias, en todas partes, siempre.” “el lápiz es aguja e hilo y la palabra que cose en el papel es tema”). La última anotación, Avanzar con claridad a través del tiempo, sugiere que se debe escribir sin afán:

“Un niño corre. Detrás de él se lee VE MÁS DEPRISA. Una tortuga pasa a su lado en sentido contrario. Detrás de ella se lee VE MÁS DESPACIO. Ésa es la clave de todo, ni más ni menos.”

“Bloqueado” es un memorable monólogo de un hombre sobre cómo imagina y percibe las cosas y, en esa medida, se puede hablar de relato fenomenológico. “El gusano”, es una narración que se mueve entre lo fantástico, lo mítico y lo onírico que tiene como corolario que a cualquier parte del mundo puede llegar el invasor que siembra la muerte. Del relato que le da el título al libro, adelanto esta inquietante cita a guisa de degustación: “Mi madre y yo nos miramos. Para estar muerta se la veía fantástica. La muerte no podía marchitarla.” Y de “Dos hombres llegan a un pueblo” ofrezco como adelanto, esta maravilla de párrafo:

“…a todos los seres humanos les gusta caer bien, aunque sea durante apenas una hora escasa, antes de que los teman o los odien; o tal vez sería mejor decir que les gusta inspirar un miedo que fermente con cosas como el deseo o la curiosidad, aunque a fin de cuentas el miedo siempre es lo que más importa.”

 

Crónicas desde el país de la gente más feliz de la Tierra

Wole Soyinka

Alfaguara

En este muy extenso volumen, el Nobel nigeriano nos ofrece a través de sus crónicas, un retablo muy realista de su país en todos sus aspectos: históricos, sociales, culturales y religiosos, en el mismo estilo y con la misma base anecdótica de obras como, Las tribulaciones del Hermano Hero (con continuación en Las metamorfosis del Hermano Hero) y Aké. Los años de la niñez. Por ejemplo, “Oké Konran-Imoran”, nos muestra que en todas partes hay avivatos que saben sacar provecho de las creencias y supersticiones de la gente; “El evangelio según la felicidad”, nos ilustra respecto al desafuero y el populismo en Nigeria, y “El progreso del peregrino” (que llega a ser casi una novela corta) es la historia de un embaucador que hizo carrera (con carcelazo incluido) hasta convertirse en el gurú-pastor-sacerdote-imán más famoso y poderoso de Lagos. Era un personaje tan recursivo, tan emprendedor que pudo ser profeta en todas las religiones:

“La profetaría y sus alrededores presenciaron espectáculos nunca vistos: un prelado titular que cambiaba de atavío, la sotana y la sobrepelliz y el báculo de obispo para un servicio, para aparecer luego con <<aspecto de tuareg>>: turbante, media o tres cuartas partes de la cara tapada y un nudo colgante en las mejillas. Una semana después aparecía con la túnica color azafrán y las campañillas de los hare krishna, pero interrumpía la semana cada viernes con caftán y casquete musulmán sencillos y una sarta de cuentas de marfil.”

El país que nos refiere el escritor africano es un mundillo en el que la gente vive atrapada por la superstición, obnubilada por la imagen de los caudillos, embrutecida por la religión y sobre todo, presa fácil del timo y el embauque, que hoy día se dignifica con el nombre de emprendimiento.

 

En busca de la Colombia perdida

William Ospina

Literatura Random House

En el mismo tono y con los mismos recursos e insumos empleados en sus ensayos y textos de opinión, el gran escritor colombiano retoma temas ya tratados en ¿Dónde está la franja amarilla? Y Pa que se acabe la vaina, en razón a su importancia y vigencia (la pobreza, la violencia, las guerrillas, las mafias, los recursos naturales, la educación, el Estado mentiroso, etc.) El presente libro, que comienza con el recorrido más sucinto y variado por Colombia, desde la costa norte hasta el interior, alberga veinticuatro textos a los que cabe llamar discursos, todos sobre problemas y necesidades de nuestro país. El diagnóstico que hace Ospina no se queda en eso, sino que plantea algunas soluciones, aunque en la toma de posición cede a la tentación de ideas un tanto populistas. Muchas frases ponen el dedo en la llaga y nos ponen a pensar. Veamos algunos botones de muestra:

“Estamos en el mercado más triste: el de la venta de odios.”

En Colombia es la más vieja costumbre de los políticos: no hablan de otra cosa que de cuán malos son los otros, y desde hace tiempo trabajan sin descanso por lograr que medio país odie al otro medio y vea en él al demonio.

Dos con las que se hubiera avenido Nietzsche:

“Un Estado que abandonó a los campesinos y desamparó los campos forzó al nacimiento de las guerrillas.”

“la poca modernidad que tiene hoy Colombia nos la trajeron más las mafias que el Estado.”

Una que nos puede remitir al concepto de Kant de injusticia universal:

“Bien decía el poeta que hay gente que solo se preocupa por la injusticia cuando alguna injusticia la toca, pero nunca piensa en la injusticia cuando la padecen los demás.”

Como hasta en el mejor paño cae la mancha, no le faltó la frase chambona: “un planeta que se estaba cayendo a pedazos” o una que se repite como si fuera apodíctica “la voz del pueblo es la voz de Dios.”

 

La campaña

Carlos Fuentes

Alfaguara

Publicada por primera vez en 1990 con una conmovedora dedicatoria, “A mi hijo Carlos, más valiente que muchos guerreros, con todo mi amor”, esta novela histórica regresa en una muy bella edición conmemorativa de sus treinta años. En ella, Fuentes cabalga (y nosotros con él) desde la pampa hasta el alto Perú; desde Lima hasta Maracaibo y luego hasta Veracruz. El Dorado mítico que algunos cronistas ubicaran en México y que el Nobel Vidhiadhar Naipaul señala en el Orinoco, está por fin a nuestro alcance en esta novela. Baltasar Bustos, el protagonista de esta, desciende al Hades en las cimas y simas del Cuzco y allí se encuentra en una especie de espacio borgesiano “globo, abismo, espejo cuya luz era algo más que el origen de la luz, aunque a nada se aproximara tanto como a esa sensación. Era la luz antes de manifestarse. Era la idea de la luz, que se refleja en miles de ojos dentro de la caverna. […]

-Has visto -le dijo Simón Rodríguez cuando las luces del estanque se apagaron- lo que tanto buscaron nuestros antepasados españoles en el nuevo mundo. Te he reservado a ti la visión de El Dorado, la ciudad del oro del universo indio.”

El título de la novela alude a la campaña libertadora en Argentina y en toda América, de México para abajo, centrando la atención en Argentina, Chile, Perú, Venezuela y México, mediante una narración que apela a las cartas y que demuestra que Fuentes era un autor comprometido con la Historia de todo el mundo hispánico, de toda Latinoamérica.