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Álvaro Mutis Jaramillo nació en 1923 y murió en 2013; Maqroll el Gaviero nació en 1952 en el libro Los elementos del desastre y con la nueva edición de las obras de su creador, regresa a la palestra literaria. ¿Quién fue el demiurgo del Gaviero?
El gran escritor colombiano, de quien se conmemoran diez años de su fallecimiento, es descendiente de aquel que realizara la Expedición Botánica. Nació en Bogotá, se crió en Bélgica, se hizo adolescente en el Tolima, y se maduró en diversas partes del mundo; pero, lo que se dice, hombre, lo hizo su tremebunda experiencia como preso en la cárcel de Lecumberri, “El palacio negro”, en México. El caso fue que, trabajando para la Esso, le ocurrió lo que siglos atrás le aconteció a Cervantes: no le cuadraban las cuentas y fue a dar con sus huesos en gayola. De tan terrible vivencia nació su colección de relatos (o novela episódica, según como se quiera leer) Diario de Lecumberri. No mucho después publicó La mansión de Araucaíma (llevada al cine), novela que ha de leerse al margen de cualquier moralismo, para entenderla y disfrutarla. En ella se desborda el ambiente del trópico, el de su niñez tardía en la finca cafetalera de Coello, adonde llegó con su madre tras quedar huérfano de padre.
Mutis en la poesía colombiana:
En su estudio titulado Poesía y poetas colombianos, el poeta Fernando Charry Lara (profesor en el Caro y Cuervo de quien pergeña estas líneas), fungiendo de crítico, ubica a Mutis entre los integrantes del grupo Mito. Es decir, está en compañía de Héctor Rojas Herazo, Jorge Gaitán Durán, Fernando Arbeláez, Rogelio Echavarría y Eduardo Cote Lamus. Como quien dice, la crema de la poesía que, mediando el siglo XX, sucedió a los Piedracielistas y antecedió a los Nadaístas. Charry comenta que:
“La atmósfera de las tierras bajas es en Mutis obsesiva: sus cálidos mediodías en plazas estregadas al bochorno y a los insectos, su naturaleza siempre desmesurada, sus ruidosas lluvias nocturnas oídas y recordadas en la soledad de los aposentos. Los sueños de esta poesía están íntimamente entrelazados con la visión de un paisaje y de unos hombres que a cada instante son los nuestros.”
¿Lo ven? Esa es la huella preadolescente de su finca tolimense.
Por su parte Andrés Holguín en su Antología Crítica de la Poesía Colombiana, ubica a Mutis en el grupo Cántico (asociado también a los Cuadernícolas) junto a Charry Lara, Eduardo Mendoza Varela, Daniel Arango y el mismo Holguín. Y los de Mito están un paso adelante.
Una frase de don Andrés dice todo sobre Mutis: “Su intento, tesonero, ha sido el de lograr una alta poesía, actual, sutil, de raíz, depurada.” Regalémonos un “NOCTURNO”:
Esta noche ha vuelto la lluvia sobre los cafetales. /Sobre las hojas de plátano, /sobre las altas ramas de los cámbulos, /ha vuelto a llover esta noche un agua persistente y vastísima/que crece las acequias y comienza a henchir los ríos/que gimen con su nocturna carga de lodos vegetales. /La lluvia sobre el cinc de los tejados/canta su presencia y me aleja del sueño/hasta dejarme en un crecer de las aguas sin sosiego, /en la noche fresquísima que chorrea/por entre la bóveda de los cafetos/y escurre por el enfermo tronco de los balsos gigantes. /Ahora, de repente, en mitad de la noche/ha regresado la lluvia sobre los cafetales/y entre el vocerío vegetal de las aguas/me llega la intacta materia de otros días/salvada del ajeno trabajo de los años.
Mutis en la novelística:
Algo que se reconoce en el ámbito académico y cultural es que el tridente que distingue a la Novela en Colombia en la segunda mitad del siglo XX, lo conforman Gabriel García Márquez, Héctor Rojas Herazo y Álvaro Mutis. Para haber vivido noventa años, la producción de Mutis como novelista tendría que haber sido más amplia (empezó tarde, según él, porque la poesía y el billar se lo impidieron). Su novelística se acaba con la muerte de sus tres personajes recurrentes: Ilona, Maqroll y Abdul Bashur (a los que increíblemente se une Alejandro Obregón). Muerta esta pequeña pandilla, ¿qué más le quedaba? La saga de Maqroll comienza con La nieve del Almirante y, no por orden de publicación sino por cronología, termina con Un bel morir; pero de todas sus novelas (Amirbar, La última escala del Tramp Steamer, Ilona llega con la lluvia, Abdul Bashur soñador de navíos y Tríptico de mar y tierra) el corolario no es otro que lo trágico, lo efímero; la decadencia de las cosas, el marchitarse de la vida; los sueños nunca alcanzados y el deterioro. Hablando en castellano viejo, lo más concerniente al ser humano. Además, a juzgar por las peripecias de sus personajes y a la forma como se ganan la vida (siempre en disonancia con el Código Penal), se diría que con las novelas de Mutis regresó la picaresca a la literatura en lengua española.
Colofón:
Mutis fue el gran amigo de Gabo y el primero que primero leía los manuscritos del Nobel. Prueba de esa amistad (a la que ayudaba mucho el que ambos vivieran en México), es que Mutis le cedió a Gabo el avance de lo que iba a ser su novela sobre Bolívar (El último rostro), para que Gabo la escribiera, es decir, la que terminó siendo El general en su laberinto. Gabo por su parte, escribió sobre Mutis uno de los pocos ensayos que se le conocen.
Mutis es el único colombiano que ha ganado el Premio Cervantes, aunque también el Príncipe de Asturias y una chorrera más, además de una ristra de distinciones instituciones internacionales. Fue entre tantas cosas en su vida itinerante (como la de Maqroll), un monárquico empedernido; locutor (fue descollante narrando la serie Los intocables), periodista, relacionista público, publicista, bohemio y, por supuesto, viajero. En lo que respecta a lo académico, no llegó ni a bachiller (por la misma causa por la que, como ya señalé, llegó tarde a la Novela: el billar y la poesía). Fue un sabio vestido de particular que pergeñó pensamientos como este: “A mayor lucidez, mayor desesperanza y a mayor desesperanza, mayor posibilidad de ser lúcido”.