Cho Nam – joo

Lo que sabe la señoríta Kim

Alfaguara

De esta extraordinaria narradora surcoreana, ya teníamos noticia en nuestro idioma gracias a la publicación de su novela Kim Ji-young, nacida en 1982, que fue una verdadera revelación literaria. Cinco años después, se traduce al español el presente volumen de cuentos, cuyo escenario es Seúl y sus protagonistas, casi todas mujeres, llevan su vida como mínimamente pueden en un mundo citadino demasiado competitivo, insolidario, opresivo y hostil. Se trata de una novelística que nos pone en frente de una cotidianidad que para nada nos es ajena; nos coteja con la realidad más pura y dura en términos de lo que se llama común y corriente.

Por ejemplo, En “Bajo el ciruelo”, una anciana visita consuetudinariamente a su hermana, también anciana, en la residencia donde pasa sus últimos días; cualquier día la trasladan a una uci y ahí acaba todo. Es una reflexión sobre la vejez y la vida (cuando ya no sirve para nada) y sobre el momento de optar por la eutanasia. En “Intransigencia”, una mujer se siente aludida por lo que una escritora dice sobre su personaje en una novela; no solo no entiende las reglas de la ficción, sino que muchas personas padecen sufrimientos y viven situaciones similares. Es un cuento que habla sobre el costo de escribir y sobre el narcisismo que proviene del sufrimiento. En “Ausente”, un día, el padre de la narradora se va de la casa dejando el mensaje de que, a sus 70 años, quiere iniciar una nueva vida en soledad (“Aunque sea en esta etapa final, quiero vivir mi vida. No me busquéis. Me llevo el millón seiscientos mil wones de la cuenta de ahorros del banco. Quiero vivir. Lo siento.”). Nunca volvió. El cuento da un ejemplo (sobre todo a los escritores) de cómo se maneja el dato escondido en elipsis dentro de un relato.

Comentario aparte merece el cuento que le da el título al libro, porque es verdaderamente magistral; su tono es policiaco, pero por debajo es una crítica fuerte a las injusticias que se dan en el mundo corporativo bajo el más despiadado orden económico capitalista. Para el caso, a una empleada que por años ha sido explotada hasta no poder más en una empresa controlada a punta de nepotismo, cualquier día la despiden como si nada, y eso que trabajaba más que todos los demás empleados juntos. Pero, al final la narradora parece decirnos, ojo, que tanta humillación hace saltar los resortes de la dignidad cuando menos se espera.

Aunque todos los cuentos son un deleite y una exhibición de destreza narrativa, cabe destacar, “Para Hyeonnam (Estimado ex)” y “Primer amor, 2020”.

 

 John Sellars

Lecciones de Aristóteles

Taurus

Este profesor inglés tiene el loable empeño de poner en contacto a un público no necesariamente académico con la filosofía antigua y por eso después de haber publicado un libro sobre los estoicos y otro sobre los epicúreos, nos regala ahora uno sobre Aristóteles, el pensador para quien, según Sellars, “la búsqueda del conocimiento, la investigación, era la actividad más elevada que podía realizar el ser humano”. El libro de Sellars trata sucinta y amenamente, siete temas caros al pensamiento aristotélico, a saber: La vida contemplativa, la naturaleza, el Hombre como animal racional, el Hombre como animal social, los beneficios de la literatura, la vida buena (es decir, la ética) y el tener una vida de indagación. Es un abrebocas que invita a profundizar en la obra de quien fue conocido en Europa (con muchos siglos de retraso) gracias a los comentaristas árabes.

Con Sellars el lector entenderá que la ética aristotélica se basa en un principio llamado el “justo medio”, que es lo más griego que hay, pues para esta cultura, el obrar correctamente consistía en observar moderación y templanza. Aristóteles consideraba los extremos como vicios y la virtud como el mantenerse alejado de estos, aunque aclara que hay actuaciones o conductas carentes de justa medida, es decir, que de plano son rechazables (algo así como que no se puede ser poco corrupto o poco deshonesto o poco delincuente, o no es menos criminal el que mata a uno que el que mata a dos; se es o no se es). ¿Pero cómo lograr el equilibrio? Sellars cita al estagirita:

“Por lo cual es también una hazaña ser bueno. En efecto, el alcanzar el término medio en cada caso es una hazaña […] de igual manera, también es propio de cualquiera y fácil el encolerizarse y el dar dinero y gastarlo, pero con quién y en qué medida, y cuando, y para qué, y cómo, ya no es propio de cualquiera ni tampoco fácil; por lo cual es bien escaso, elogiable y bello.”

Veamos algunos ejemplos que sí admiten el término medio: Entre la insensibilidad y la intemperancia, está la moderación; entre la prodigalidad y la tacañería, cabe la liberalidad; entre la cobardía y la temeridad, media el valor. Son conductas extremas o viciosas, por ejemplo, la extravagancia, la vulgaridad, la mezquindad, la vanidad y la pusilanimidad. El problema para nosotros es que, en la práctica, por más que uno se instale en un medio, siempre se inclina a un extremo, ya que los extremos son vicio y errores, pero uno más que el opuesto.

El libro cuenta en su introducción, que, en 1996, debido a unas excavaciones, fueron encontradas las ruinas del Liceo, el lugar en el que el filósofo griego enseñaba todo el saber abarcable en su época, que actualmente se encuentra abierto al público. ¡Deberíamos ir allá todos en peregrinación!

 

Thomas Hertog

La última teoría de Stephen Hawking

SOBRE EL ORIGEN DEL TIEMPPO

Debate

Con todo y que este libro es ante todo una obra científica dirigida sobre todo a físicos y matemáticos, estudiantes y profesores de todos los saberes, así como lectores motivados por el conocimiento pueden, no solo acceder a él, sino encontrar la manera de entenderlo y sacarle provecho. El título ya nos plantea el gran desafío de la astronomía y la ciencia en general, a saber, qué es, cómo se puede definir y cuál es el origen del universo. Los primeros en aventarse a semejante elucidación fueron los griegos Tales y su pupilo Anaximandro y enseguida Pitágoras, Platón y Aristóteles. Los primeros ofrecieron una inusitada visión cósmica e intuyeron algún tipo de ley que subyace a todo; que “bajo la superficie de los fenómenos naturales hay un orden abstracto pero coherente.” Los pitagóricos aportaron la idea de que el orden del mundo debía tener una base matemática y Platón, a partir de dicha idea, dijo que el mundo podía describirse en términos matemáticos y Aristóteles propuso un argumento teleológico que se sostuvo por muchos siglos, hasta la publicación en 1686 de los “Principia” de Newton.

Tres siglos y unas décadas después, la física y la ciencia tienen en su acervo el evolucionismo, la teoría de la relatividad, la física cuántica, el espaciotiempo, la hipótesis del multiverso y el sobrecogedor descubrimiento de los agujeros negros, de los cuales una primera imagen a unos cincuenta y cinco millones de años luz de distancia, se conoció en 2019, gracias al Telescopio del Horizonte de Sucesos:

“El disco oscuro de la figura 10 indica que hay una región central donde la curvatura del espaciotiempo es de tal magnitud que los rayos de luz que pasan por allí no se ven simplemente desviados, sino que quedan atrapados en su interior. El anillo de luz que lo rodea tiene su origen en materia y gas que se calienta al tiempo que desaparece en el agujero negro.”

Se dice rápido; pero tener la evidencia de “una masa de 6500 millones de soles comprimida en una región más o menos del tamaño del sistema solar” que hace que el espacio se curve y hasta la luz sea absorbida, no deja de ser algo que linde con lo sublime y lo siniestro.

El denso libro es producto de la experiencia del trabajo colaborativo del profesor Hertog con Stephen Hawking y de su mester investigativo en la Universidad de Lovaina, sobre la naturaleza cuántica del big bang.

 

Gabriel García Márquez

CIEN AÑOS DE SOLEDAD

Edición conmemorativa

DEBOLS!LLO

Es probable que la gran novela de García Márquez llegue a tener tantas ediciones como la Biblia o El Quijote, como probable es también, que, hasta el presente, la mejor edición (por todo lo que trae añadido) sea la que las Academias de la Lengua y Alfaguara publicaron con motivo del homenaje que se le hizo, tanto al autor como a la novela, en el marco del IV Congreso Internacional de la Lengua Española. Pero la presente edición conmemorativa no se queda atrás.

Considerada como una de las cinco mejores novelas del siglo XX, sacó a su autor de pobre, y a Colombia de una novelística que se había envarado en el costumbrismo y la recreación de la violencia partidista. Menos de dos años le llevó redactar una historia bíblica, cuyo título original iba a ser La casa, y cuyo contenido crecía sin tregua en su mente desde hacía casi dos décadas. En un viaje por carreteras mexicanas con su familia, tuvo la revelación: ya sé cómo tengo que redactar esta novela (le dijo a Mercedes) “con la misma naturalidad con la que mi abuela me contaba las historias”. Así que se devolvió al D.F. y, tras dejarle a su esposa la responsabilidad de llevar la casa, se encerró a escribir. Con disciplina monacal, comenzaba a darle a las teclas bien temprano y terminaba a las tres de la tarde. En realidad, no hizo otra cosa que contar poéticamente la historia de su familia y lo que las matronas de su casa le inocularon de pequeño. La universalidad de esta saga de Macondo y de los Buendía está en ir (alegóricamente) del génesis al apocalipsis.  Es fácil establecer la analogía entre la fundación de Macondo por el intrépido José Arcadio Buendía quien recorre indómitas e inhóspitas regiones como en busca de una tierra prometida, con el primer libro del antiguo testamento. El principio estructural del libro es el de la genealogía —léase engendramiento y nacimiento— proceso que no cesa hasta su final. Su contenido, además, incluye toda suerte de pasajes bíblicos-novelescos tales como las pestes de insomnio y olvido; la fiebre del banano; el diluvio; los incestos y matriarcados; travesías delirantes, grandes descubrimientos, exterminios y profecías

La novela contiene episodios y escenas (con variaciones), lugares y personajes, ya esbozados o desarrollados en sus tres anteriores novelas (La hojarasca, El coronel no tiene quién le escriba, y La mala hora) como también en varios de sus cuentos, especialmente los del libro Los funerales de la mamá grande. Contiene, además, un torrente de prosa poética (hecha de imagen, ritmo y sonoridad), una gran dosis de lo que se conoce como Realismo Mágico, y lo que Mario Vargas Llosa, en su monumental Historia de un deicidio, denominó: demonios históricos, personales y literarios.

 

Sor Juana Inés de la Cruz

Contra la ignorancia de las mujeres

Taurus

La importancia de este pequeño libro radica en el hecho de que a su autora se le conoce por su poesía (es sin duda la mayor voz poética de México y quizá también de Latinoamérica) y se le conoce también por su teatro; pero respecto a sus ideas, el asunto ya es bien distinto. El solo título del presente ensayo nos indica que Juana de Asbaje era una mujer muy adelantada a su tiempo y necesariamente precursora del feminismo, que hasta llegó a proponer una educación para mujeres impartida por mujeres; su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, que data de 1691, como ensayo autobiográfico, es paradigma en nuestra lengua. Si bien es cierto que fue protegida y querida por los virreyes marqueses de Mancera y los condes de Paredes, también lo es que fue perseguida, vejada y absolutamente vulnerada en sus derechos por la Iglesia; pero lo admirable es la forma como ella demostró que cada cual da de lo que tiene (y ella lo que tenía de sobra era inteligencia y altura moral):

“Han llegado a solicitar que se me prohíba el estudio. Una vez lo consiguieron con una prelada muy santa y muy cándida, que creyó que el estudio era cosa de la Inquisición, y me mandó que no estudiase: yo la obedecí (unos tres meses, que duró el poder de ella mandar), en cuanto a no tomar libro, que en cuanto a no estudiar absolutamente, como no cae debajo de mi potestad, no lo pude hacer, porque aunque no estudiaba en los libros, estudiaba en todas las cosas que Dios crió, sirviéndome ellas de letras y de libro toda esta máquina universal”.

Hablando en castellano viejo, esta magnífica mujer nacida en Nepantla es el perfecto ejemplo de cómo lo que Fromm llama una ética humanista le pone cara a una ética autoritaria. La prosa discursiva (no exenta de pespuntes metafísicos) de Juana es una clara demostración de cómo se construye un argumento, de cómo se escribe con profundidad y elegancia y de cómo se puede usar el lenguaje para defenderse ante el poder con fina ironía y estilo “¿Por ventura soy más que una pobre monja, la más mínima criatura del mundo, y la más indigna de ocupar vuestra atención?”).

Leer a Sor Juana es un bálsamo para el espíritu, una oportunidad para la reflexión y para entender por qué Schopenhauer decía que la religión, no solo no puede proponer una ética, sino que le cierra el paso; a ver si no es conmovedor esto: “No puedo decir lo que con envidia oigo a otros: que no les ha costado afán el saber. ¡Dichosos ellos! A mí no el saber (que aún no sé), sólo el desear saber me le ha costado tan grande” …Ejemplo no solo para las mujeres, sino para todos aquellos que sin tener ningún obstáculo para ello, no son capaces de leer y viven a espaldas del saber y de la cultura.

 

 Alfredo Iriarte

Muertes legendarias

Random House

Lo primero que se advierte en este maravilloso libro es la riqueza verbal y la pulcritud y elegancia con que su autor manejaba la lengua castellana, que hace que, en un momento de triste deterioro del idioma, leer un libro así, sea como beber agua fresca. Lo segundo que se advierte es la feliz combinación entre Historia, biografía, crónica y literatura, que convierte el libro en una obra multigénero. No sería nada desacertado escogerlo como una memorable clase de Historia en la que brillan la memoria, la erudición y la mirada crítica. Su originalidad consiste en merodear por la vida y las vicisitudes de personajes de mucho relieve, para llevarnos hasta el final de sus días. En total son quince capítulos ubérrimos en anécdotas que por su eficacia no le dan cuartel al lector. En el primero de ellos, Iriarte muestra la rima de imágenes que hay entre la muerte de Julio César y la de Lope de Aguirre, ambas a manos de sus sedicentes amigos, pero haciendo énfasis en la locura y el desafuero demoníaco del conquistador español, quien, de todas maneras, supo cantarle las trece en una misiva memorable (que, de seguro fue el insumo para el poema narrativo que William Ospina le compuso al conquistador) a Felipe II. Justicia se le hace, por ejemplo, a Blas de Lezo, por la heroica defensa que hizo de Cartagena; a los presidentes mártires colombianos, Francisco Javier Zaldúa y Manuel Antonio Sanclemente por el asedio macabro que les infligieron sus opositores ávidos de poder. Se hacen también presentes en la baraja de Iriarte, los grandes poetas, José Asunción Silva y José Eustasio Rivera, el primero muerto por propia mano, pero empujado por una sociedad indolente y mezquina; el segundo por mor de lo que los médicos denominaron “Malaric Thrombus” (hemorragia cerebral causada por la malaria.

No se puede eludir el hecho de que Iriarte al tiempo que le devuelve al estadista Gabriel Turbay (lo mismo que hizo en el último capítulo con otro estadista, Carlos Lozano, “un alma gemela de Turbay”) la hidalguía que los historiadores le han escatimado, así mismo desemboza a su rival Jorge Eliécer Gaitán, harto favorecido por la Historia:

“Y fue entonces cuando el candidato Gaitán, coreado por los conservadores, lanzó contra Turbay una de las campañas más ruines y villanas que registra nuestra azarosa historia política. Con base en un chovinismo mezquino y lugareño, y apoyándose demagógicamente en su recia catadura mestiza, Gaitán desplazó los ataques a Turbay del plano ideológico para concentrarlos en las más infames alusiones a su linaje extranjero.”

En lo variado de la escogencia de sus personajes para referirse sobre todo a cómo murieron, el autor bogotano, fallecido en 2002, nos allega finales asaz impactantes o inesperados como los del dictador Trujillo, el caricaturista Rendón, el poeta conspirador Luis Vargas Tejada, el torero Ignacio Sánchez Mejías (celebrado por García Lorca en una sin par elegía) y la monja loca Josefa del Castillo

 

Juan David Morgan

La cabeza de Balboa

Alfaguara

El presente libro es en gran parte transcripción de uno de Historia titulado, Décadas del Nuevo Mundo, del humanista italiano Pedro Mártir de Anglería, quien dentro de la novela funge de narrador, mientras el Papa León X le sirve de narratario. Lo que el canónigo al servicio de los Reyes Católicos le refiere al segundo hijo de Lorenzo de Médicis es una parte de la biografía de Vasco Núñez de Balboa, que atañe a su descubrimiento del Mar del Sur (el océano Pacífico), a la conquista de la que terminó siendo la primera ciudad de este país, Santa María la Antigua de Darién (villa que fue abandonada para siempre en 1524 y cuyas ruinas fueron descubiertas por un arqueólogo colombiano en 2006), y a la forma tan injusta y miserable como el descubridor del Pacífico fue perseguido, desacreditado ante la Corona y condenado a muerte por su mismísimo suegro, el perverso Pedrarias Dávila.

La técnica empleada por Morgan sigue el patrón de Las mil y una noches, puesto que Pedro Mártir, a guisa de Sherezade, dejaba su relato en punta para continuarlo al día siguiente, manteniendo la curiosidad y el interés del Papa durante los 12 días que duró su visita al Vaticano:

“Al día siguiente, Pedro Mártir se despertó temprano. Antes de desayunar volvió a repasar sus Décadas sobre el Nuevo Mundo y los otros documentos que traía en el portafolio con sus notas más recientes. «si vamos a conversar dos horas diarias durante dos semanas será mejor que recuerde bien cada detalle», se dijo.”

Es posible que a la novela le falte lo que en teoría literaria se llama discurso libre indirecto de un narrador externo (esa voz, especie de personaje invisible que según Vargas Llosa organiza el mundo novelesco), porque el parlamento, muy extenso de Pedro Mártir, parece una lectura en voz alta de su propio libro, lo cual le quita peso literario a la novela y la deja a expensas de la Historia.

El libro es riquísimo en anécdotas y datos, por ejemplo, quién fue y cómo llegó la primera mujer a estas tierras y las costumbres de quienes las habitaban; cómo avanzaba la construcción de la Basílica de San Pedro (que fue terminada al cabo de un siglo) y cómo Miguel Ángel (que en la novela expresa sesenta palabras y siempre que aparece por ahí, anda de mal genio) adelantaba su obra pictórica en la Capilla Sixtina. Pero, sobre todo, la novela del escritor panameño es una exhibición del, a la sazón “deporte” español de la envidia, la avidez y la calumnia.

 

Benjamín Labatut

Un verdor terrible

Anagrama

“El primer ataque con gas de la historia arrasó a las tropas francesas atrincheradas cerca del pequeño pueblo de Ypres, en Bélgica. Al despertar en la madrugada del jueves 22 de abril de 1915, los soldados vieron una enorme nube verdosa que reptaba hacia ellos por la Tierra de Nadie. Dos veces más alta que un hombre y tan densa como la niebla invernal, se estiraba de un lado a otro del horizonte, a lo largo de seis kilómetros. A su paso los árboles se marchitaban, las aves caían muertas desde el cielo y el paso se teñía de un color metálico enfermizo. […] A medida que la nube se empozaba en las trincheras, cientos de hombres se desplomaron convulsionando, ahogándose en sus propias flemas, con mocos amarillos burbujeando en su boca, su piel azulada por la falta de oxígeno.”

El párrafo anterior de este impactante libro que en algunos pasajes puede afectar la sensibilidad de los lectores, ya viene prefigurado por la carátula, que junto con el título comportan lo que en la teoría de Gerard Genette se denomina “paratexto”. Pero filosóficamente y, en concreto, mirado desde la bioética, el párrafo (pudieron haber sido otros) va más allá, pues significa el inicio del Antropoceno (puesto en castellano viejo: la era de la extinción de la última de las seis especies humanas que han pasado por el planeta). Lo más asertivo del libro de este genial autor chileno (que mostró garras, colmillos, aire lunático y un talento excepcional en el pasado Hay festival de Cartagena), es que en conjunto todos los capítulos le dan la razón a Heidegger y a los filósofos de la Teoría Crítica, los cuales advirtieron de lo peligroso de la técnica (léase razón instrumental, con la que se descresta y se obnubila cada vez más gente) sin una guía ética: “los átomos que despedazaron Hiroshima y Nagazaki no fueron separados por los dedos grasientos de un general, sino por un grupo de científicos armados con un puñado de ecuaciones.” Y hay que ver no más la locura a la que fueron arrastrados algunos de los científicos más eminentes, que desfilan por las páginas de este libro multigénero.

La originalidad de Labatut, corroborada en su otra obra, Maniac, consiste en haber combinado magistralmente, la ciencia, la Historia, la literatura y la imagen poética, y asimismo el haber elucidado lo fascinantes y atractivas que pueden ser tanto las matemáticas como la física (es increíble cómo nos deja entender, por ejemplo, la mecánica cuántica y la realidad subatómica). Otro mérito que le cabe al escritor chileno es mostrar cómo se puede hacer literatura con base en mucha realidad objetiva, porque, por ejemplo, los capítulos sobre Napoleón y sobre Hitler, parecen ficción, pero lo que cuentan es verdad (acaso otra forma de lo «real maravilloso»). Queda la inquietud de saber cómo este sabio vestido de particular, este rebelde con causa (que no deja de recordarnos a su coterráneo Roberto Bolaño) cultivó semejante acervo.

 

Gabriel García Márquez

Memoria de mis putas tristes

DEBOLS!LLO

Nueva edición de la que fue la penúltima novela del Nobel colombiano y que ya cuenta con una versión cinematográfica. Se aprecian en ella motivos recurrentes en la novelística de Gabo, tales como la soledad, la decadencia (“Todo tan barato y envilecido por el uso que no pude imaginarme a nadie tan pobre como ella”); el amor contrariado y las apetencias en la vejez (“comprobé que no sólo era posible morirse, sino que yo mismo, viejo y sin nadie, estaba muriéndose de amor”).

El profesor apodado “Mustio Collado”, periodista de “El Diario de La Paz”, a sus noventa años, funge de Humbert Humbert costeño, cuya “Lolita” es Delgadina, una niña de catorce años que apenas le sirve para contemplarla mientras permanece dormida. Él nada más la cubre de besos de la noche a la madrugada, pues, o no se atreve a más o no puede (se diría que más bien, no quiere). Como se trata de una novela de evidentes conexiones literarias, aparece también la “celestina” costeña, Rosa Cabarcas, su “puta” de antaño, quien lo pastorea para que pueda llegar a vivir cien años. Sabemos que en la novela cumple noventaiuno, edad en la que comienza una nueva vida de “recién casado” con Delgadina, contando con el aval del médico para seguir viviendo a plenitud. Es innegable que Gabo terminó siendo en la literatura latinoamericana (como lo es Fosse en la nórdica) el poeta de la vejez:

“Me acostumbré a despertar cada día con un dolor distinto que iba cambiando de lugar y de forma a medida que pasaban los años. A veces parecía ser un zarpazo de la muerte y al día siguiente se esfumaba. Por esa época oí decir que el primer síntoma de la vejez es que uno empieza a parecerse a su padre […] los primeros cambios son tan lentos que apenas si se notan, y uno sigue viéndose desde dentro como había sido siempre, pero los otros los advierten desde fuera.”

La novela, que no deja de ser menor dentro del repertorio de García Márquez, y cuya temática la hace entrar en diálogo con La casa de las bellas durmientes del japonés Yasunari Kawabata (y, tangencialmente, como ya se insinuó, con Lolita de Nabokov) muestra la cursilería del amor en la vejez y las majaderías a las que llega un mustio por tener una aprendiz de furcia al lado.

 

 

Arturo Alape

El cadáver insepulto

Alfaguara

Otro libro, que bien pudiera inscribirse también en el género de la violencia, pero que no deja de ser historia, al fin y al cabo, es El cadáver insepulto (2005) del ya fallecido Arturo Alape. Recrea los siniestros días posteriores al aciago 9 de abril de 1948, epicentro del llamado bogotazo; todos los detalles del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, y, sus inenarrables consecuencias (incendios, saqueos, asesinatos, locura colectiva), son presentados por Alape, en un lenguaje que oscila entre la crónica policíaca y la novela negra:

“Después el saqueo se generalizó por todo el comercio de la capital. Los guardianes de las cárceles escaparon con el miedo entre las piernas y los presos vieron las puertas abiertas y cientos escaparon en busca de libertad. Se incorporaron al saqueo masivo y dirigieron con su experiencia el desmantelamiento de los almacenes de lujo. A muchos pobladores de la capital se les salió el ladrón que tenían atrancado por dentro: la justa protesta por la cual dieron la vida centenares de gaitanistas se convertía por la ambición de pocos en un furibundo vendaval del robo.”

El bogotazo es el acontecimiento histórico que más ha generado versiones, mentiras y suspicacias, y más ha sido recreado por cineastas, cronistas y novelistas en nuestro país y que tiene en unos de sus más recientes hermeneutas a Miguel Torres y a Juan Gabriel Vásquez, a quien le cabe el mérito de haber conectado en una novela los magnicidios de Rafael Uribe Uribe y Jorge Eliécer Gaitán. Claro está, que no podemos olvidar la inigualable narración que del bogotazo hizo, como testigo de excepción, García Márquez en sus memorias. Pero en este libro de Alape, que es bien justipreciado con esta nueva edición, los lectores encontrarán trazas de originalidad, por cuanto su narración se inmiscuye más que todo, como se señaló al comienzo, en la ola de violencia que se vino después de lo acontecido en Bogotá el fatídico 9 de abril de hace 76 años.

 

William Ospina

El país de la canela

Random House

El presente volumen es la segunda de las tres novelas que su autor le dedicó a la Conquista y se puede decir que toda la trilogía es deudora de los cronistas de Indias, en especial de Juan del autor de Elegías de Varones Ilustres de Indias. En 1592 el cronista, historiador, soldado, sacerdote y poeta Juan de Castellanos culminó el poema más extenso de la literatura hispánica, 113.609 versos endecasílabos en octavas reales sobre la Conquista. Cuatrocientos veinte años después, su seguidor, que no es soldado ni sacerdote, pero sí cronista, historiador y poeta, culmina, ya no en verso sino en prosa poética, la gran trilogía narrativa sobre la Conquista, que se inicia con Ursúa, se cierra con La serpiente sin ojos y, lleva en medio de El país de la canela. Treinta y tres cantos tienen el purgatorio de Dante, y treinta y tres capítulos conforman también este purgatorio narrado por el hijo del conquistador que acompañó a Pizarro en su delirante travesía. Singladura digna de Homero es esta, en que hombres tan corajudos como crueles y despiadados, emprendieron desde las alturas del Cuzco hasta la isla de Venezuela en la que Juan de Castellanos pescaba perlas.

“Y la serpiente cerró otro de sus anillos, porque una de las personas que nos recibieron en Cubagua, y nos ayudaron a superar la postración del viaje, fue Juan de Castellanos, el poeta […] Me conmueve saber que fue Castellanos quien te acompañó en tus viajes por la nueva Pamplona y en tu descenso a Santa Marta; saber que vive todavía, saber que goza de salud después de tantos viajes, y que sigue empeñado en convertir en cantos todas estas historias, porque en el mundo que nos tocó en suerte nadie sabe qué será de su vida a merced de las selvas, los indios, los mares y los años.”

Ni los truenos ni los gélidos ventarrones; ni el desierto ni los peñascos inverosímiles; ni las corrientes indescifrables ni las flechas envenenadas; ni las hambrunas ni las enfermedades, detuvieron la inenarrable expedición que, buscando oro y especias, terminó encontrándose de lleno con el río Amazonas. Laudable es la capacidad de supervivencia de estos españoles que comían correas y zapatos para no dejarse morir de hambre, que se resignaban a seguir viviendo mutilados y tuertos con tal de volver al Viejo Mundo con algún tesoro, y, que eran capaces de construir barcos para no ser devorados por la selva. Administrando bien la ventaja de contar con caballos, perros y pólvora, masacraron a los habitantes del Perú (con la bendición de los curas) y se convirtieron en los verdaderos salvajes del Nuevo Mundo, y convirtieron a William Ospina en su mejor cronista en este libro que con la presente ya cuenta con tres ediciones.

 

Jon Fosse

Poesía completa

Volumen I

Sextopiso

 La única edición disponible de la poesía del más reciente premio Nobel contiene ciento veinte poemas divididos en tres poemarios (Ángel con agua en los ojos, Los movimientos del perro y Perro y ángel), escritos entre 1986 y 1992. Es evidente que el prestigio literario de Fosse se sustenta en sus novelas y sus obras de teatro, siendo, tal vez, la poesía su género complementario. Se diría que el poeta en nuestro idioma que de golpe se le asemeja es Roberto Juarroz, especialmente en “Poesía vertical”, pero tal posibilidad de relación queda en manos de los lectores. El primer poemario, que para su correcta lectura exige estar atento a los encabalgamientos, discurre entre lo surrealista (quizá muy artificioso), lo onírico y lo fantástico: “Mis ojos azules se han apagado desde los ojos/ El oro escarlata del corazón/ Ay mis velas, ¡qué taciturnas arden! / Un abrigo azul me envuelve cuando me hundo. Tú/ Tu boca encarnada que sostiene la noche. [TRAS GEORG TRAKL: Nachts].

El segundo poemario es de contenido más pedestre, pues tiene como referencia su infancia; siempre la presencia de “un niño chico”, “un perro chico”, así como la lluvia y el verdor. Es el poemario en el que más acude a su figura predilecta, la sinestesia: “música violeta”, “suave oscuridad”, “¿oyes la luz de la piedra?”.

En el tercer poemario, que es el más largo y acaso el mejor, sus motivos recurrentes son bien nórdicos, la lluvia, el mar, el fiordo, la navegación y el frío: “…Veo el mar/ Veo, al otro lado del estrecho, las luces de una ciudad/ Veo naves cruzando el estrecho/ y pienso sin pensar/ que puedo ver el mar/ Pero el mar no puede verme/ Veo el mar”.

En la poesía de Fosse no faltan las alusiones a otros poetas (Trakl, Hölderlin y Shakespeare); no faltan los perros que dice adorar, y cunden los ángeles. No podía estar ausente la inquietud metafísica que expresa en sus novelas. He aquí un regalo y que quede todo dicho:

“Nada me convence tanto de la cercanía de Dios como la/ ausencia/ de mis amigos muertos. Dios es mis amigos muertos. / Dios es todo lo que desaparece. / El buen arte es divino: el buen arte es partícipe de lo/ indeterminable, es Dios, en lo determinable. Sin la muerte Dios estaría muerto. / Todo dice que Dios es. Nada dice que Dios existe. / ¿Por qué habría Dios de existir? ¿Siendo Dios? / Existir es estar alejado de Dios/ para que Dios pueda ser y todo por tanto pueda ser.”