El peón en el tablero

Iréne Némirovsky

Salamandra

 

Como en todas sus novelas Némirovsky desarrolla en esta última lo que siempre fue su cometido estético: tocar la vida. ¿Cómo se sostiene un matrimonio cuando hace rato se acabó el amor o, lo que es peor, no existió nunca? ¿Cómo sobrevive un rico después de la quiebra? ¿Cómo enfrentar la vida, ya no como empleador o dueño, sino como empleado? Muchas novelas retratan a los nuevos ricos; pero casi ninguna a los nuevos pobres, y eso es precisamente lo que hace con maestría la que bien podría ser la mejor escritora de la primera mitad del siglo XX. Porque ella sí que demuestra que todos (no solo los pobres, como majaderamente sostienen políticos y periodistas hoy día) somos vulnerables.

Aparte de lo anterior, en esta novela la autora nos mete en el tráfago parisiense de los años treinta, incursionando así en el género de la Novela urbana: “Los pasillos del metro estaban llenos de una muchedumbre apresurada, triste y negra. Bajo el reloj, todas las cabezas se alzaban al mismo tiempo y miraban la hora con una expresión irritada e inquieta. Luego, el hormiguero se dispersaba en todas direcciones”.

En su acostumbrado cuidado por la escritura y su pulimento artístico, la celebrada autora de David Golder, aparte de sus descripciones poéticas y de sus símiles oportunos, recurre también a la sinestesia (“estaba sediento de oscuridad y silencio”; “El edificio era antiguo, parecía incómodo y triste”; “dijo pronunciando las frases como si ensartara perlas en un hilo, y se calló”).

La novela vale también como un observatorio de las pasiones, también de la alienación burguesa (expresada, sobre todo, en lo que Marx denominó “el fetiche de la mercancía”) y sobre cómo los individuos sobrellevan o enfrentan el envejecimiento.

 

Diez ideas falsas sobre la edad media

Martin Aurell

Taurus

 

Lo que el medievalista barcelonés pretende en este interesante libro es derrumbar los imaginarios más comunes acerca de un periodo de mil años de la Historia denominado Edad Media, el cual se extiende desde el siglo V hasta el siglo XV, cuando se imbrica con lo que conocemos como el Renacimiento. ¿Eran las mujeres algo más que animales domésticos? Pues las hubo poderosas, guerreras y también sabias. “¿Misógina, la Edad Media? La acusación no se sostiene”. Por si acaso miremos quién fue, por ejemplo, Leonor de Aquitania. ¿Era la Edad Media inculta? Pues miremos la cantidad de escritores que desarrollaron géneros como el de caballería, y también cómo se pasó de la lectura colectiva a la íntima y después a la interactiva. ¿Fue una época tan violenta y sangrienta? Pues, si bien en los siglos XIV y XV se escenificaron terribles guerras, al final es más lo que ha inventado el cine. ¿Qué tanto se inventó durante dicho período? No poco. Hubo progresos en medicina gracias a la traducción al latín de tratados persas y árabes. Aurell expone avances técnicos que liberaron mucho a la servidumbre e incrementaron la actividad comercial; además, “Para bien o para mal, el capitalismo nació en la Edad Media. Las ciudades han dejado este legado indiscutible a la modernidad”.

Se completan las diez ideas llamadas falsas sobre la Edad Media con lo que significaron las cruzadas (“no es sed de sangre ni odio al islam lo que le mueve, sino la búsqueda de la salvación eterna […] La cruzada nunca ha recibido una aprobación unánime, ni ayer ni hoy, ni siquiera entre los cristianos”); la fama de tenebrosa y austera con que pasó a la Historia (“hay un vivo sentimiento festivo y, según las épocas y regiones, uno de cada tres o cuatro días es feriado”); la tan traqueada ignorancia (“la laicidad no habría sido posible sin la reflexión de los pensadores medievales”) y, finalmente, el socorrido fanatismo (“los herejes y las brujas sufrieron muchas más persecuciones en los siglos XVI y XVII que durante la Edad Media”).

 

Nostalgia de otro mundo

Ottessa Moshfegh

Alfaguara

De esta escritora multicultural a la que le cabe el marbete de alternativa, ya teníamos noticia por sus novelas Mi año de descanso y relajación y Mi nombre era Eillen. Utiliza su escritura como un arma con la que le tira a lo que se mueva y no se anda con chiquitas ni da rodeos a la hora de mostrar la estulticia de los seres humanos. Sus personajes son una miríada de hípsters, cuando no de muppies, todos alienados, marginados, en una palabra…perdedores.

Catorce cuentos comportan el presente volumen. Miremos la temática de algunos: “Me estoy cultivando” trata de las vicisitudes de una maestra que rompe todas las reglas y convenciones; “El señor Wu, narra, con final abierto, la aventura amorosa de un vejete escrupuloso”; “Malibú” nos muestra el día a día de un perdulario que vive por pura inercia sin esperar ningún cambio en su vida; sale de su rutina visitando a un tío igual de desocupado y fracasado o conchabándose con cualquier perdedor que le salga al paso…y nunca deja de vomitar. “Los raritos” trata sobre unos verdaderos raros por mor de su comportamiento, sus ideas y las mentiras que se creen, y porque el odio que se tienen les garantiza permanecer juntos. En “Una carretera oscura y sinuosa” encontramos a otro bueno para nada, que para evadir a su mujer se aísla en una cabaña imitando a un asceta…hasta que le llega, salida de no se sabe dónde, una no tan despreciable compañía. “No es lugar para los buenos” trata sobre el aburrido día a día de un viudo que, a pesar de que no quería a su mujer, siente que le hace falta, y para ocuparse en algo, trabaja lidiando con vejetes retrasados. En “Suburbio” nos encontramos con una maestra de pueblo, que mata su soledad dándole a la droga y viendo cómo los Zombis que andan por la calle se consumen. En “Una mujer honesta” vemos a un vejestorio solitario que quiere seducir a su joven vecina utilizando a un sobrino como carnada; pero la muchacha se sale del molde, de modo que decide que, ni para Dios ni para su santo. En “El muchacho de la playa” un matrimonio acomodado lleva una vida de paseos, reuniones y molicie, pero cualquier día y a cualquier hora, de la manera más inesperada, la mujer se muere. De ahí en adelante, el viudo entra en zozobra, pues cree encontrar indicios de que la esposa tenía su guardado. La clave está en el título del cuento. “Aquí nunca pasa nada” trata sobre las aspiraciones de un pueblerino por ser actor de cine, amparado en que tiene pinta y desea el éxito fervientemente; pero como le ocurre a tantos que creen que uno logra lo que se propone, el principio de realidad lo va domeñando hasta que acepta su fracaso. “Bailar a la luz de la luna” nos muestra a un alcohólico solitario y sin blanca, que termina adquiriendo un sofá para regalárselo a la mujer a la que le puso el ojo.

 

Orgullo y prejuicio

Jane Austen

Penguin clásicos

Una nueva edición de la novela más popular de su autora, incluida en la breve selección coleccionable de obras clásicas de Penguin. ¿Quién no recuerda los amores contrariados entre la altiva Elizabeth Bennet y su pretendido, el orgulloso Mr. Darcy? Es, ciertamente, una de las parejas icónicas de toda la novelística, dada la maestría de Austen para delinear a sus personajes en el escenario de la aristocracia rural inglesa de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. El cuadro familiar que describe la novela (la segunda de las cuatro que Austen publicó en vida) lo conforman, una madre ignorante, un padre negligente y cinco hijas casaderas muy diferentes entre sí. El protagonismo se lo lleva la segunda de las hijas, Elizabeth, y el resto de la familia Bennet queda como en el fondo de una pintura, pues el argumento se centra en la relación ambigua y vacilante entre la joven abrumada por el prejuicio y el hombre lleno de orgullo. Desaire va, desaire viene; escaramuza va, escaramuza viene; flirteo va, flirteo viene, hasta que el amor represado explota y los atempera.

Se diría que la novela, al igual que Sentido y sensibilidad, es lo que se denominaría un relato “contra fáctico”, algo así como el negativo fotográfico de su autora, pues lo que ocurre en sus páginas es el reverso de lo que ocurrió en su vida. Austen era hija de un clérigo que creció marginada de la aristocracia de Hampshire, y que murió cuando apenas tenía 42 años y nunca se casó.

Lo que instaló a Jane Austen en la corriente de la novelística clásica, aparte de la forma como retrató la sociedad en la que vivió, fue la manera como acudió a la ironía, la sátira; la finura para enfocar la cotidianidad y su tono crítico e irreverente respecto al ambiente social, nunca exento de comicidad.

 

La caricia perdida

Alfonsina Storni

Random House

 

Un título más de la colección Poesía portátil, para que los lectores se arrimen más a la poesía, sobre todo, si la pueden llevar en el bolsillo. La poesía de esta grandiosa poeta (que no poetisa, porque eso minimiza) nacida en Suiza, refleja una vida llena de drama y amargura. Le tocó hacer de todo para sobrevivir, desde trabajar en una fábrica de sombreros, hasta desempeñarse como maestra de primaria, labor a la que tuvo que renunciar, pues, para la moral burguesa y católica de su época, era intolerable que a los diecinueve años se convirtiera en madre soltera. Presionada por el infortunio y un grave problema de salud, se le agotó lo que según Schopenhauer sostiene la vida, es decir, la voluntad, y optó por el suicidio, muriendo ahogada en Mar del Plata el 25 de octubre de 1938 a los 36 años. ¿Qué se puede encontrar en los versos de una de las poetas más destacadas del continente americano? Ante todo, el cultivo de la melodía, la riqueza verbal y la sensibilidad características del movimiento al que mejor se le puede asociar: el Modernismo:

“Camino lentamente por la selva de acacias, / me perfuman las manos sus pétalos de nieve, / mis cabellos se inquietan bajo céfiro leve / y el alma es como espuma de las aristocracias.

Genio bueno: este día conmigo te congracias, / apenas un suspiro me torna entera y breve…/ ¿Voy a volar acaso ya que el alma se mueve? / En mis pies cobran alas y danzan las Tres Gracias”.

No falta en su poesía el tenor apasionado, su delicado erotismo; su protesta feminista, su amor por la naturaleza; la presencia del mar y de la luna y, algo que fue muy caro a los simbolistas y modernistas: no perder la perspectiva de la muerte:

“Un día estaré muerta, blanca como la nieve, / dulce como los sueños en la tarde que llueve.

Un día estaré muerta, fría como la piedra, / quieta como el olvido, triste como la hiedra”.

La cita anterior corresponde al poema Silencio, al que, a los dos pareados alejandrinos citados, les siguen otros veintiséis, todos siguiendo la técnica de la monorrima. En total, el poemario consta de cuarenta composiciones, las más importantes de Storni, seleccionadas por Esther Tusquets.

 

Meditaciones

Marco Aurelio

Taurus

 

La presente obra corresponde a un filósofo de la antigüedad que perteneció a la misma escuela filosófica de Epicteto y Séneca, aquella que se distingue con el nombre de estoicos o estoicismo, así etiquetados porque solían reunirse en la llamada stoa. Se trata de Marco Aurelio, el mismo que fue emperador romano, al que se le puede tener como claro antecedente de la técnica que en literatura se conoce como monólogo interior. La obra, publicada de nuevo en magnífica edición, consta de doce libros (hoy día se denominarían, más bien, capítulos) todos enfocados en el carpe diem, en cómo llevar una vida honrosa y cómo enfrentar las adversidades, en una palabra, el contenido de los libros es ético. Presentaré algunas máximas y/o principios como botón de muestra:

“No dejarse asombrar o impresionar; no caer en modo alguno en la precipitación, en la dejadez, en el aturdimiento, en el desánimo, ni pasar de la carcajada de nuevo al enfado o a la desconfianza”.

“…el error cometido con placer merece mayor reproche que el cometido con dolor”.

“…tanto el más longevo como el de más pronta muerte pierden lo mismo, ya que el presente es lo único de lo que uno puede ser despojado al ser eso lo único que posee, y nadie puede perder lo que no tiene”.

“…recuerda que cada uno de nosotros vive únicamente este instante presente; el resto es vida pasada o futuro incierto”.

“…cuantos pasaron su existencia enemistándose, sospechando, odiándose o atravesándose con las armas, ahora yacen reducidos a cenizas”.

“Todo lo que de alguna manera es bello, es bello por sí mismo y se acaba en sí mismo sin que el elogio tome parte en ello”.