I’m not in the business. I am the business.
Rachel
Se podría decir que desde el nacimiento de las maquinas, hemos desarrollado un gran complejo de Frankenstein suponiendo que en algún momento ellas nos dominarán. La anterior afirmación se ve reflejada en producciones culturales distópicas que pasan por la literatura, el cine y las series de TV de ciencia ficción. Quién no recuerda con terror el «I’ll be back» con el que Arnold Schwarzenegger nos amenaza en Terminator.
Esa película no está sola en su atención al miedo humano contra nuestros hijos bastardos, esos que provienen de la biomecatrónica y la computación: Wall E, Matrix, Blade Runner, Her; series televisivas: Black Mirror, Orphan Black; literatura: El hombre en el castillo, 1984, I robot, Never let me go; son algunos ejemplos que nos enfrentan al sentimiento de ese futuro que estamos construyendo. El sentido, la comunicación, el amor, la cotidianidad, el aburrimiento, el cuerpo, el otro, el sexo, temas que siempre han afectado la vida del hombre, parecen, hoy, con un nuevo responsable, las tecnologías computacionales. Ellas en muchos aspectos están siendo las encargadas de dar respuesta —o solucionar— a las preguntas de siempre de la humanidad.
El ‘nuevo’ mundo tecnológico, este que devino en la epistemología de las masas, la herramienta con la que vemos y entendemos el mundo, me lleva a preguntar: ¿es la imagen que nos dan estas herramientas la real? No estaremos como la rana de la fábula y análogamente el agua son estos nuevos mecanismos y herramientas que no nos dejan tomar distancia suficiente como para ver el problema.
Así, el ‘avance’ no ha parado y hoy disponemos de un ejército de apps en nuestros celulares para comunicarnos, para expresarnos, para combatir la soledad y para tener más tiempo. La verdad es para muchos lo que hay es menos tiempo y más soledad en tanto que vivimos distanciados y sintiéndonos únicos dentro de un planeta de miles de millones de semejantes. Como en los relatos de vampiros ¿no lo estamos invitando a entrar en casa para que nos desangre? Hoy vivimos en la era selfie, la del hágaloustedmismo. Son las redes sociales el lugar en donde tenemos que auto gestionarnos todo: desde el entretenimiento hasta la crítica. Producir y consumir lo que nosotros mismos hacemos mientras nos vamos aislando cada vez más al vernos rodeados de un séquito de personas que piensan y ven el mundo como nosotros.
Para los otros hay una respuesta «siléncieme/deje de seguirme». Facebook, la red social, no tiene botón de dislike, como si no se pudiera disentir del otro y si alguno se atreve a opinar diferente, un séquito de ‘amigos’ o ‘seguidores’ atacan al contrario y lo vapulean. Las herramientas son solo eso, y esa autogestión que tenemos en otros campos es la que se nos echa en falta ahora mismo y por la cuál seríamos nosotros mismos los que acabemos con la ‘humanidad’ llegando a un planeta zombi. Valga la pena recordar también que esta época no es tan única y que la humanidad ha pasado hace poco más de 100 años el telégrafo, de agua potable —así en Colombia aún no tengamos—, las vacunas ola luz eléctrica fueron avances alcanzados por la humanidad que pusieron la vara muy arriba en cuanto al impacto en la calidad de vida de las personas y que estos nuevos desarrollos no han llegado a alcanzar.
Si es insoportable el mundo sin unas horas de Internet, pues, pónganse a pensar en uno mundo sin alcantarillado o sin luz eléctrica. Sin ir a espacios en donde su impacto es más preocupante, como en el laboral, la comodidad que nos han traído las TIC, en no pocas ocasiones nos impide tomar distancia y, a su vez, nos aísla para terminar en una comunicación inocua con los demás. Un atisbo de solución es pedirles a esas máquinas que nos ayuden en nuestra dependencia con soluciones como las que mencionó Isaac Asimov en sus leyes de la robótica.
Ve, ese hermano siamés si que da lío.
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