Mientras la lucha por conservar el medio ambiente esté conducida por planteamientos que satanizan el papel del ser humano en el planeta jamás llegaremos a conclusiones idóneas, menos realizables, para enfrentar una problemática que cumple un papel prioritario dentro de la lista de preocupaciones que nos corresponde tratar. Como en todo, la discusión sobre el tema no ha estado exenta del impulso de ideas radicales que se han basado en apasionamientos, arbitrariedades e intransigencia, más que en datos verificables. Nos han sumido en un falso dilema pretendiendo imponer una disyuntiva inexistente entre el progreso y la sostenibilidad ambiental, conceptos complementarios cuya armonización es clave para avanzar.

La única manera de conseguir dicho equilibrio es cimentar cada decisión en la razón, los esfuerzos de la humanidad deben estar dirigidos a que, a través de la innovación y la ciencia, logremos llevar una existencia mucho más eficiente con relación al medio que nos rodea. Finalmente nuestras dinámicas de consumo son causa del impacto desmedido que nos afecta.

No es sencillo dar lugar a transformaciones, cambiar nuestras formas requiere de tiempo y esfuerzo, a pesar de ello hay otras maneras, distintas al escepticismo y al fatalismo, de analizar particularidades y dar con soluciones adecuadas. La única forma de superar lugares comunes es evitar obstáculos innecesarios resultantes del excesivo romanticismo que define el ánimo de algunos activistas. Misántropos insisten en identificarnos con una fuerza de exterminio a pesar de que la historia y lo conseguido confirman lo contrario. Olvidan —y en el peor de los casos niegan— que durante los últimos cincuenta años hemos dado pasos agigantados hacia el bienestar global, el compromiso con las especies que nos acompañan y el planeta ha sido permanente. El crecimiento económico nos ha permitido explotar nuestra capacidad e ingenio como nunca antes. Las cifras obtenidas son muy dicientes; la deforestación y las emisiones contaminantes, entre otras variables, se han reducido en más del 60%, las áreas protegidas continúan en aumento, casi al triple según la Organización de las Naciones Unidas, y la consciencia medioambiental se ha generalizado. A pesar de que los logros han pasado desapercibidos demuestran determinación y asertividad en los procesos que se han adelantado.

Tenemos que dar un voto de confianza por la sociedad, me resisto a pensar que nuestro futuro sea la devastación, son muchos más los que trabajan día a día para mejorar nuestras condiciones de vida. El reto es inmenso, pero no imposible de encarar. Frenar el desarrollo de la humanidad con miras a evitar cualquier clase de impacto generado por nuestra presencia es físicamente imposible. La huella de nuestro paso es inevitable, la resistencia a exigirnos intelectualmente para superar las dificultades que impone la realidad nos condenaría a la inmutabilidad y esta jamás ha sido una opción durante nuestra travesía. Este no es un llamado a invisibilizar las problemáticas que nos aquejan en la actualidad, es el enaltecimiento de lo que hemos logrado, tenerlo en cuenta e identificar en qué se ha fallado será lo único que nos conducirá por la senda de un progreso sostenible.

 

 

@GabrielCasadieg