Siempre me había considerado un buen tipo. No robo, no mato, no trafico drogas, no le pego a las mujeres, a veces ayudo a los que lo necesitan, me baño todos los días, trato de cuidar el medio ambiente, soy buen amigo, buen novio, buen jefe, buen tipo. Pero ahí estaba yo, inclinándome lentamente a dejar un billete de dos mil pesos en el vaso de un mendigo, mirándolo y esperando a que sus ojos buscaran los míos para agradecerme. Como no lo hacía, deposité el billete y me levanté aún más lentamente, como dándole una segunda oportunidad, pero como nunca me agradeció, me fui indignado, iracundo y ofendido.
Me di cuenta de que no soy ningún buen tipo. Soy una mala persona, un tipo egoísta, hipócrita y mala leche. Que cada cosa buena que hago tiene una idea egoísta, y que siempre hay una razón ridícula o una excusa para no hacer algo bueno. En la calle soy una porquería, le doy plata a alguien sólo para que me dé las gracias, no he dado plata porque tengo dos monedas de quinientos que prefiero meter en la alcancía, no he dado plata porque prefiero dársela al que limpia el vidrio del carro, no ayudo sino que compro servicios en la calle. Evito los pasillos del supermercado con viejitas para no tener que ayudarlas. Digo lo correcto pero en secreto quiero que cosas malas le pasen a la gente buena. Doy regalos para que a mí me den regalos, y voy a los cumpleaños para que vayan al mío. No llevo el cargador del celular para no tener que prestarlo, no presto plata porque soy malo cobrando, nunca he cambiado un billete de cincuenta y siempre tengo cómo cambiarlo. Corrí una carrera benéfica sólo para montar fotos a Facebook, no dono los vestidos viejos porque de pronto me sirven para hacer oficio, reciclo en la casa pero en la calle me da pereza leer dónde tengo que botar la lata de gaseosa. Orino en la ducha no para ahorrar agua sino por pereza, y lavo las camisas cada dos puestas por el mismo motivo. Le doy vía a los carros para que me digan con un gesto que soy un buen ciudadano. Trato bien a la gente para caerles bien y no quedarme sólo nunca. Soy una vergüenza.
Espero no estar sólo en esto, porque el punto es este:
Ayer empezó la campaña “Soy Capaz” en los grandes medios colombianos, y así como miles de personas se subieron al bus, otros miles empezaron a criticarla. Y este ciclo no es nada nuevo, ya lo vivimos con el “Ice bucket challenge”, con las campañas de ayuda a Yopal o La Guajira, con las niñas secuestradas en Nigeria, con Teletón, con las maratones, con todo. Criticamos la farandulería, la moda, la ridiculez de tener que crear campañas, hashtags, carreras, bazares, o baldes de agua en la cabeza para ayudar. Pero la verdad es que lo necesitamos, si no, nadie ayudaría. Al menos yo. Yo sí necesito esas cosas, así me burle de ellas, para ayudar. Necesito esa razón equivocada para ser solidario, esa razón egoísta para colaborar y ser parte de algo, necesito que me den reconocimiento, felicitaciones o likes por ser buena persona, porque si no, encontraré una razón en mi mente retorcida para no hacerlo.
Soy Capaz de aceptarlo.
@viboramistica