Gracias don Nairo…

Cuando uno tiene tres años los recuerdos son borrosos, confusos, y probablemente responden más a anhelos que a realidades. Sin embargo, hay uno que reposa en mi mente y que quiero creer que es tan nítido y cierto como mi vida misma; mi abuelo, mi papá y yo, sentados en la sala de televisión de la casa patriarcal – uno de los lugares fundamentales de mis primeros años en el mundo –, estamos viendo el primer triunfo colombiano en el Tour de Francia. Hablamos de julio de 1984, y nos referimos a un Lucho Herrera pletórico cruzando la meta en l’Alpe d’Huez, con la camiseta tricolor del equipo Pilas Varta.

31 años después, sentado en frente del computador y aun conmovido por la sarta de emociones – buenas y no tan buenas – que he vivido durante las últimas tres semanas gracias al Tour de France, trato de ponerle orden a mis reflexiones sobre lo que otro colombiano valiente acaba de lograr en la misma estación de esquí alpina. Por supuesto, estoy hablando de don Nairo Alexander Quintana Rojas, y más allá de los comentarios que a nivel deportivo se pudieran hacer, yo simplemente quiero darle las gracias por haberme permitido traer ese recuerdo del olvido de los años.

Aquel maravilloso 1995 para la música colombiana

El pasado 24 de julio se cumplieron 20 años del lanzamiento de la que – para mí – es la mejor producción discográfica que se haya hecho en la historia musical colombiana: La Tierra del Olvido, de Carlos Vives y La Provincia. Sin perjuicio de la inmensa labor que en ese sentido hicieron artistas como Totó la Momposina o el maestro Francisco Zumaqué, este álbum permitió que una gran parte del folclor colombiano – los ritmos caribeños reunidos alrededor de sus majestades la Cumbia y el Vallenato – se conociera con el Rock n’ Roll del Mississippi. Y de dicha cita afortunada se generó lo que hoy en día se conoce como «Nueva Música Colombiana».

Las cabezas visibles detrás de aquella joya musical: Richad Blair, un músico británico que llegó por accidente al país y que se dio cuenta que sus bits y calidad en la consola podían aportarle mucho al proyecto musical en gestación; Teto Ocampo e Iván Benavides, rockeros precoces del Bloque de Búsqueda que revitalizaron la base rítmica y los arreglos folclóricos para darle un nuevo aire; don Egidio Cuadrado, que luego de consagrarse rey vallenato requería nuevos retos a nivel profesional; y por supuesto, Carlos Vives, quién era el corazón del proyecto y aportó sentimiento, sensibilidad e imagen.

La Tierra del Olvido se puede oír de corrido, como si se tratara de una novela de Gabo. El pulso se sube tan pronto como Pa Mayté – la primera champeta que se volvió famosa – nos pone a mover los pies, mientras nos llena de bonitos referentes culturales como El Pibe Valderrama. Luego se viene un tríptico de miedo: Zoila, Fidelina y Rosa. Estas tres mujeres hechas canciones no son las más populares del álbum, pero bajo sus sonidos es en donde se puede encontrar el talento de los músicos de La Provincia en su más pura expresión: acordeón, gaitas, guitarras eléctricas, percusiones y hasta órganos de misa, que aportan contundencia y profundidad. Acto seguido, esa canción que todos identificamos con la historia de nuestro país y que nos calienta un poquito el corazón cuando pensamos que a pesar de todo, Colombia es un buen vividero: La Tierra del Olvido. Y justo ahí, empezamos a subir a la Sierra Nevada con Agua, canción que nos lleva de forma irremediable a los espejos de agua que reflejan los picos Colón y Bolívar a más de 5000 metros de altura, allá desde donde la madre tierra nos cuida y provee. Una vez allí, junto a nuestros hermanos Arhuacos y Kogi, seguro que nos podemos elevar hacia la inmensidad del cielo estrellado de la sierra con un buen Jam en Jukumey. Y luego de momentos trascendentales, nada mejor que volver a bajar al mundo, al lado de la playa, y relajarse con las buenas historias de Alejo Durán y su Cachuca Bacana, o tal vez ponerse serio y sentarse en una parranda para oir la Puya Puyá. Y al final, cuando cansados de un día tan intenso y de tantas emociones, nos queremos refugiar en nuestra alma gemela, le podemos decir que Ella es nuestra Diosa Coronada.

En su conjunto, La Tierra del Olvido es un álbum sólido y bien balanceado porque nos regala un bocadito de todo el folclor de la costa caribe que con los años Carlos Vives ha venido desarrollando en sus diversos trabajos musicales. Sin embargo, este disco se encuentra varios pisos por encima de sus descendientes debido a que fue el primero de un nuevo estilo, y porque es el menos comercial de todos. Hay muchas apuestas que a nivel musical podrían no ser pegajosas para el público, pero que produjeron el despertar de muchos ritmos que hoy en día pululan en la escena musical del país: bandas como Bomba Estereo, Choc Quib Town o Systema Solar, o solistas como Fonseca, Cabas y Adriana Lucía, que buscan refrescar con respeto el folclor, y esa particular maravilla de haber conjugado influencias afro, nativas y europeas.

Y no nos olvidemos que en octubre de 1995 Los Aterciopelados lanzaron El Dorado. Definitívamente un año maravilloso para la música.

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