No hay peor ciego que el que no quiere ver. Pero peor aún es aquel que amparado por la posición privilegiada que brindan los medios de comunicación, pretendeconfundir a la gente a través del despliegue de una opinión sin argumentos y de la asunción de una actitud agresiva frente al disenso.

Así es como infortunadamente sucede con algunos uribistas radicales -no todos, los hay objetivos y con buena disposición para debatir -, que no pierden oportunidad para cuestionar de la forma anteriormente descrita las acciones que el gobierno adelanta a nivel general, y en particular en el contexto del proceso de paz que actualmente se lleva a cabo con las Farc, incluyendo el proyecto de justicia transicional que se implementa con miras a satisfacer los derechos de las víctimas a la justicia, la verdad y la reparación.

Evidentemente, el problema no es disentir ni mucho menos ejercer oposición a través de un medio masivo, ya que dicha dinámica es una de las bases fundamentales de cualquier sociedad democrática, ya que constituye la materialización del derecho a la libertad de expresión que debe existir para garantizar la preservación de un contexto social diverso.

Lo que preocupa es la forma en la que se hace, ya que si bien en principio no es ilegal la búsqueda del apoyo popular a una corriente política opositora a través del descrédito deliberado de quienes se encuentran en el poder, si deja mucho que desear a nivel intelectual, profesional y sobretodo ético.

Para la muestra un botón; el siguiente contrapunteo tuvo lugar la semana pasada – en concreto el 13 de agosto – en Twitter, entre Rafael Guarín y quien esto escribe:

El señor Guarín es bien conocido por sus óptimas calificaciones profesionales y su afiliación política, lo cual no se pone en duda. Tiene una formación académica profunda y fue Viceministro de Defensa en el gobierno del expresidente Uribe, en el que defendió de forma acérrima posiciones militaristas respecto de las alternativas a la solución del conflicto interno colombiano. Esto incluye su reducción a una simple dinámica de terrorismo y delincuencia común que, al poner en jaque la seguridad y estabilidad del país, requería de medidas contundentes para neutralizar a sus perpetradores.

Igualmente, es un hecho notorio que durante mucho tiempo este personaje ha tenido espacios editoriales permanentes en diversos medios de comunicación, a través de los cuales se ha constituido en una figura de opinión notoria. En esa medida, su cuenta de Twitter es seguida de forma masiva, tanto por los fieles seguidores de la doctrina uribista como quienes, como yo, disentimos profundamente pero consideramos importante hacerle seguimiento y censo para alimentar así las perspectivas.

Ahora, como se puede apreciar en la foto de pantalla ajunta, el jueves pasado tuve la fortuna de captar la atención del señor Guarín debido a un comentario hecho con ocasión de su descalificación directa de la propuesta hecha por el presidente Santos sobre la implementación de lo acordado con las Farc a través de un “congresito”.

Al respecto, en menos de 140 caracteres Guarín afirma que hubo un acuerdo expreso entre las partes para desconocer de forma deliberada lo dispuesto a través del Acto Legislativo 002 de 2012 – el famoso Marco Jurídico para la Paz – y la consecuente revisión hecha por parte de la Corte Constitucional. Como se puede apreciar y corroborar, luego de lanzar el trino al aire, el opinador no dice nada más y deja su afirmación para que la gente la interprete sin más. Cuando lo interpelo por lo que considero irresponsable debido a su posición privilegiada, lo que recibo es una referencia vaga a que debo “leer” y “entender” los anteriormente mencionados textos normativos, y un simpático apéndice descalificador: “o me cuenta y le explico con plastilina”.

Quisiera agradecerle al doctor Guarín su buena disposición en querer transmitirme su interpretación de la ley y la jurisprudencia que, según se puede colegir de su mensaje, es para él la única válida y la que debería asumirse como “lógica” a partir del análisis de los textos en mención, ya que de otro lado sería necesario el uso de métodos propios de la educación preescolar para lograr en mi la iluminación. Sin embargo, tengo que disentir de sus formas y sus maneras.

Primero, porque es una premisa básica en materia de interpretación y argumentación jurídica que los textos normativos no se “entienden”, sino que se “interpretan”, y que dicho ejercicio puede traer diversos resultados según la técnica y el punto de vista asumidos. El opinador pasó por una muy competente facultad de derecho y por ende lo sabe, de modo que resulta complicado hacer afirmaciones sobre normas sin proveer argumentos subsecuentes para aclarar las razones de su interpretación. Ni siquiera defendiendo que la ley debe ser interpretada al pie de la letra se podría defender la ausencia de razones ulteriores.

Segundo, en el contexto del despliegue de opiniones es propio proveer argumentos, más cuando aquellos se solicitan. Por el contrario, no parece ni convincente ni mucho menos ético responder con descalificaciones. Volviendo al caso que comento, si bien estoy seguro que el doctor Guarín debe tener talento para modelar la plastilina y crear bonitas figuras que podrían ser usadas para llevar a cabo acciones jurídico-pedagógicas, creo que no es necesario responder con tal agresividad frente a un comentario que se hace con la simple intención de aclarar una muy fuerte y delicada afirmación: que la idea de implementar algunos puntos de los acuerdos de paz por medio de un órgano legislativo de carácter excepcional es ilegal y responde a una treta transada por gobierno e insurgentes.

Infortunadamente este no es un caso aislado, sino que hace parte de una tendencia. La oposición uribista tiende a asumir cualquier interpelación a sus afirmaciones como afrentas personales, y en esa medida sus respuestas tienden a descalificar la persona del remitente y se encuentran dispuestas para ridiculizar u ofender. Y al final, aun cuando se omitiera lo anterior, tampoco se proveen argumentos para defender las posiciones asumidas.

¿Pero saben lo que más preocupa? Ciertamente no es la actitud ni la respuesta del opinador uribista sino que sus respuestas desobligantes son celebradas por sus seguidores, que hay que aceptarlo, son muchos, muchísimos. En otras palabras, eso quiere decir que a mucha gente le gusta dicho estilo y alimenta su propia predisposición y odios a través de lo que hacen sus héroes detrás de una cámara, un micrófono o un teclado. E insisto, la oposición es necesaria y crucial en una sociedad como la nuestra, pero así mismo aquella debe ser consciente que los privilegios implican responsabilidades, o incluso, deben traer consigo un poco de clase y elegancia a la hora de emitirse.

Se acaba el espacio para la columna de esta semana, pero si a alguien le interesa, prometo que en mi próxima entrada voy a argumentar de forma clara y precisa por qué disiento profundamente de lo afirmado por el doctor Guarín, ya que sería absolutamente irresponsable estar pregonando y no aplicando.

Twitter: desmarcado1982