Tienen razón los colombianos en estar molestos por lo que ha sucedido la semana pasada en la Guajira, con motivo de la visita de algunos miembros de la cúpula de las Farc a la región. Los motivos aún no son claros, y resulta cuando menos preocupante que el gobierno no hubiera estado al tanto de esta iniciativa. Peor aún, que no hubiera hecho nada para impedirlo en caso de estar en desacuerdo -como lo ha manifestado ante los medios de comunicación, o por lo menos regularlo, en caso de considerarlo como una acción legítima de su contraparte en las negociaciones de paz.
No es el propósito de esta columna entrar a decir lo ya mil veces dicho respecto de lo nocivo que resulta para el proceso de paz con las Farc que este actor armado empiece a incursionar como actor político sin haber entregado las armas. Este acto va en contra de su aparente propósito de acogerse a la institucionalidad en el marco de un proceso democrático y que traerá positivas transformaciones al país. Así sea una sóla arma la que portaba la escolta de los jefes guerrilleros, eso ya rompía con la idea que hay de cese al fuego y eliminación progresiva de los elementos de beligerancia del conflicto. En este punto, necesitamos más que nunca un estado contundente pero inteligente.
No se trata de terminar procesos ni encender alertas terroristas, pero sí se debe dejar muy en claro que este tipo de acciones no pueden ser pasadas por alto mientras aún se discuten condiciones esenciales en materia de desmovilizacion, dejación de armas y reincorporación a la vida civil. Esto no quiere decir que se estén otorgando concesiones, sino que se piensa en perspectiva, porque ya la mayor parte de los obstáculos para la firma de un acuerdo de paz se han salvado.
Ahora, el punto que considero neurálgico tratar es otro. Y es que resulta preocupante que, independientemente de la forma en que se haya hecho, un gran sector de la opinión pública se resienta por ver a los miembros de la guerrilla entrar en contacto con la sociedad civil. Más aun, que éstos lo hagan con objetivos políticos, ya que es evidente que su encuentro con la comunidad Wayuu tuvo el propósito de visibilizar una falla estructural en la presencia efectiva del estado en la región, y un drama imperdonable a nivel social. El oportunismo de las Farc es claro, ¿pero es que acaso la política misma no es oportunista por naturaleza? Yo veo hacer eso al senador Uribe todas las semanas, ya sea a nivel presencial como a través de sus famosas fotos de Twitter. Eso es hacer oposición, y si bien la guerrilla no puede aún hacerlo, sí que va a tener todo el derecho de incursionar en este tipo de actividades, a partir del sagrado derecho que habrán adquirido a opinar y a oponerse, a partir de su decisión de reinsertarse a la vida civil.
¿Por qué se resienten tanto algunos por esto? ¿Qué va a pasar entonces cuando las Farc se vuelvan movimiento político e inicien correrías regionales para acceder a cargos públicos, o mejor aún, tengan candidato presidencial propio? De forma inmediata llega el recuerdo de la Unión Patriótica, y da mucho miedo pensar en lo que este tipo de animadversiones originales podrían ocasionar. Insisto, es claro que la forma y el momento en que las Farc hicieron proselitismo en Guajira no fue el adecuado, y por ende el gobierno debe imponer su autoridad para que no suceda más en el marco de las negociaciones. Incluso, establecer responsables y tomar medidas. Sin embargo, también hay una obligación clara: empezar a preparar a la población para lo que viene, y confrontar a los opositores de que la guerrilla haga política legítima, con la misma fuerza con que se defiende la causa de la paz y el postconflicto. Colombia cuenta con una sociedad en vía de aprendizaje y evolución, y este es el momento coyuntural para impulsar una verdadera reconciliación nacional. Cueste lo que cueste.
Los miembros de las Farc no se van a desvanecer en el aire, y aun cuando son responsables por delitos que deben ser juzgados y sancionados, son tan colombianos como usted o como yo. Así que mejor nos vamos haciendo a la idea de que serán actores muy importantes en los destinos del país, ahora como parte de la sociedad civil y respetuosos de las instituciones. Y créanme, a mi también se me crispan los nervios de pensar que quienes mascararon y secuestraron puedan llegar al poder, pero eso es lo que la democracia dispone para que finalmente podamos vivir en paz.
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