Muchas de las cosas que suceden en el mundo funcionan a través de la enigmática dinámica de las casualidades. Por ejemplo, ayer viernes recibí de parte de mi amigo César Uribe, luego de algún tiempo y diversas maromas para acceder a él, un ejemplar de la hermosa novela gráfica “Las Leyendas del Tour de Francia”, ideada y dibujada por el holandés Jan Cleijne.

En ella se relatan de forma casi epopéyica, las hazañas de quienes durante 113 años -con algunas interrupciones causadas por las malditas guerras mundiales- han decidido poner al límite su organismo -mente y cuerpo- para recibir la gloria máxima del ciclismo de carretera: ganarse el Tour. Nombres como Garin, Bartali, Coppi, Bobet, Anquetil, Merckx, Hinault e Induraín rondan alrededor de la definición de heroísmo sobre el asfalto y encima de un caballito de acero.

Para quienes vivimos el ciclismo como una afición casi pasional, este tipo de casualidades no muestran otra cosa que un llamado a seguir adelante en la tarea de honrar a quienes nos despiertan tantas emociones. Y esto se hace a través de aquello que nos gusta hacer en tanto parte de esta curiosa especie que es la humanidad, que no sólo razona sino que también siente. En mi caso, no se trata de sublimes trazos como los de Cleijne, sino de palabras escritas, seguramente torpes pero llenas de honestidad.

Todo esto sucede en la víspera del inicio de la edición 103 de la Grand Bouclé, mientras existe la gran expectativa de tener un ciclista como Nairo Quintana en el apogeo de su forma y capacidad de discernimiento táctico. Igualmente, cuando grandes ciclistas como Sergio Henao, Jarlinson Pantano y Winner Anacona se entregan a sus jefes de filas y, a la vez, tratan de montar su propia escena triunfal en alguna de las etapas en las que se permitan fugas, y cuando los patrones no requieran de sus fundamentales servicios como escuderos.

Hoy ganó un viejo conocido: Mark Cavendish. Muchos descartaban al hombre de la Isla de Man debido a sus años y ausencia reciente de triunfos, y porque quienes actualmente mandan la parada del embalaje en el pelotón internacional son unos tales Marcel Kittel, Alexander Kristoff o André Greipel. Pues bien, el británico hizo una carrera sigilosa y, como viejo zorro que es, aprovechó la confusión reinante del pelotón lanzado para acomodarse hacia las barandas y empujar cual búfalo en estampida hasta la raya de meta. ¡Ahí tienen su Brexit!

Mientras tanto, Alberto Contador entraba en medio del dolor que le produjo una caída a mitad de etapa que, si bien no acarreó consecuencias graves a nivel de salud o tiempo, sí es un campanazo sobre lo viene en las próximas tres semanas: sangre, sudor y lágrimas.  

¡Bienvenidos al Tour de Francia 2016! Y bienvenidos a esta serie Desmarcando la Ruta del Tour.

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