Es tal vez un poco iluso, pero uno quisiera que el ciclismo actual fuera como el de antaño, un poco menos profesional pero mucho más épico.
Uno quisiera ver a un ciclista colombiano atacando en una etapa de alta montaña, a 60 kilómetros de la línea de llegada, para luego conseguir la victoria. Así como lo hizo Lucho Herrera en el Tour de France 1985, de camino a Morzine-Avoriaz, cuando junto con Bernard Hinault destrozó el orden de la carrera para así dar un golpe de autoridad respecto de quién era el más fuerte cuando el pavimento se inclinaba cuesta arriba.
Uno quisiera ver a un ciclista colombiano revivir de entre las cenizas cual ave fénix, luego de estar contra las cuerdas por duros golpes acaecidos por los rivales, a través de un ataque tan certero que terminara volteando la clasificación general de forma irremediable. Así como lo hizo Alberto Contador en Fuente Dé, durante la Vuelta a España 2012, cuando usó un premio de montaña de segunda categoría, que en principio no prometía mucho, para quitarle el liderato de la prueba a Joaquim “Purito” Rodríguez.
Pero, para bien o para mal, ese ciclismo épico es hoy en día una rareza poco vista, y si uno quiere deleitarse con una pieza de heroísmo y locura sobre la bicicleta de ruta, hay que buscar en el baúl de los recuerdos del YouTube.
Los beneficios que el dinero y la modernidad le han traído a nuestro amado deporte se han materializado en diversas direcciones; tecnología de punta dedicada a sacar beneficios marginales, condiciones más dignas de sufrimiento para los ciclistas, o estrategias de carrera enfocadas en el despliegue del equipo alrededor del líder. Sin embargo, detrás de todas las gracias que esta nueva forma de correr y competir nos trae, también hay consecuencias que -querámoslo o no- cercenan la cuota de espectáculo que hizo que en algún momento decidiéramos volvernos devotos hinchas del ciclismo.
Pero esto es lo que hay, y tenemos que buscar adaptarnos a ver -y disfrutar- carreras marcadas por la maximización de los recursos y el manejo racional de los riesgos. Hoy en día cada gramo de grasa de más es un pecado, un pedalazo sin planear puede pesar más adelante, y un galón extra que se gasta puede conducir al hundimiento en la etapa siguiente. Y en este Tour de France 2016 podemos atestiguar que todo esto lleva a que las fuerzas de los equipos y sus corredores sean cada vez más próximas.
Hoy Nairo Quintana corrió como el ciclista moderno que es. Si bien nació en una tierra llena de épica, su formación como pedalista tuvo lugar en el contexto de un proyecto basado en la ciencia y el método, como el de Luis Fernando Saldarriaga. Gracias a esto fue que se descubrió su talento y el Movistar de Unzué se fijó en él. Estoy seguro que, de no haber seguido este camino, su privilegiado aparato físico-emocional se hubiera perdido como el de muchos otros talentosos compatriotas, que perdieron oportunidades por no tener este tipo de orientación. Y por ende es entendible que su plan de ganar el Tour, su sueño amarillo, esté basado en el control y el gasto razonado de fuerzas.
Es probable que durante la competencia no veamos muestras épicas del boyacense. Que sus ataques se produzcan a pocos kilómetros de meta, y que en contraste sus esfuerzos contra el reloj sean mucho más certeros de cara a la conquista del maillot jaune. A muchos les molesta este tipo de correr, y cada vez que, como hoy, no se producen espectaculares acciones, no dejan de manifestar su frustración con un corredor que, según ellos, está desperdiciando su talento. A veces yo mismo, infortunadamente, soy uno de ellos.
Pero tenemos que confiar en él, en su equipo de trabajo, y en sus magnas intenciones. Nadie podrá decir que Nairo no se muere sobre la bicicleta por su país. Nadie podrá sugerir si quiera que él funda sus expectativas como ciclista profesional en el dinero y nada más. Quintana es un orgulloso embajador de la bandera tricolor, y no escatima recursos para manifestar su amor por Colombia cada vez que compite o es entrevistado. Esa es su épica, correr con un país a cuestas, si bien su forma de competir sea en principio calculadora y extremadamente racional.
Queda mucho Tour de France por delante, y con seguridad habrá momentos para desatarse y vivir momentos de ciclismo épico. Mientras tanto, llega el bendito día de descanso para que los ciclistas recuperen fuerzas y analicen las acciones a seguir.
Mañana nos “vemos”, con un resumen de la primera parte de esta hermosa competencia en Desmarcando la Ruta del Tour.
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