Todas las crónicas escritas sobre el ciclista colombiano Rigoberto Urán empiezan por aquel triste recuerdo de su padre, vendedor de chance, asesinado en el contexto de la violencia colombiana. Yo estoy seguro de que él ya superó ese amargo acontecimiento, y que los innumerables premios que la vida le ha entregado por su sacrificio le permiten mirar para adelante. Por eso es que no quiero iniciar este artículo con eso, ni tampoco con el otro tema que durante los últimos días ha inundado los medios y redes sociales: su desparpajada respuesta a un periodista al final de una etapa del Tour de Francia 2017.
En esta ocasión, quiero escribir sobre el deporte de las bielas, y contar un poco sobre lo que Rigo representa para nuestra disciplina bandera -el fútbol está aún lejos de haber entregado tantos resultados y alegrías. y como el título de este artículo lo indica, dar luces sobre por qué se trata de la figura más importante del ciclismo colombiano contemporáneo, con el debido respeto que merecen figuras como Cochise Rodríguez, Patrocinio Jiménez, Luis Herrera y Fabio Parra, entre otros muchos consagrados. Otros tiempos eran, y por eso mi afirmación se reduce a lo que ha sucedido en los últimos diez años.
Hace más o menos dicho lapso, un jovencito colombiano proveniente del municipio de Urrao aterrizó en Italia para buscar una carrera profesional como ciclista. Grandes temores y dudas sobre si valía la pena el cambio de vida, pero de la misma forma, con inmensas ganas de poner a prueba el talento que ya había demostrado en Colombia, durante su paso por la categoría prejuvenil, en competencias locales -Urán nunca hizo parte de Vueltas al Porvenir, Futuro o Juventud. Un poco de precocidad, un poco de falta de apoyo para correr dichas competencias, pero también mucha suerte por haber llamado la atención de Giuseppe Acquadro, cazatalentos italiano que fue el “culpable” de este súbito salto.
Rigo recibe una segunda bendición al hospedarse en la casa de una familia italiana -Melania y Beppo, los Chiodi Charutti- que lo adopta como hijo putativo, y que le ayuda a aprender de forma rápida el idioma, así como a adaptarse a los nuevos usos y costumbres del viejo continente. En 2006, ll equipo profesional Tenax se convierte en su primera squadra, y es allí donde recibe sus primeras lecciones de ciclismo profesional, al lado de unos tales Fabio Baldato, Massimo Codol y Roberto Petito. ¿Resultados? Nada más importante que una rápida adaptación y demostración de condiciones. Garbo ciclista.
Aquí es donde empieza la leyenda. Para el año 2007, el ciclismo colombiano se asomaba de forma tímida en Europa. El eco de las grandes actuaciones de Santiago Botero aun resonaba, pero se encontraba manchado por las sospechas de doping venideras de la Operación Puerto -dicen algunos que entre 1995 y 2005 casi todos los grandes ciclistas habían caído en la trampa. De otro lado, Mauricio Soler -unos años mayor que Urán- empezaba a dar resultados maravillosos, como su fulgurante victoria de etapa en Briançon durante el Tour de France, pero se trataba de un caso aislado, casi que de genio incomprendido. Por lo demás, nuestro país vivía del recuerdo de los escarabajos que, en las décadas de 1980 y 1990, hicieron cosas importantes en las montañas de Italia, Francia y España, pero que aún sentían complejos de inferioridad y la falta de preparación en otros terrenos y tipos de carrera.
En 2007 Rigo llega al equipo Unibet, donde también militaba Victor Hugo Peña y el venezolano José Rujano, quienes ya habían labrado su propia historia, y que seguramente transmitieron enseñanzas al joven de Urrao. El campanazo se dio en el prólogo del Tour de Romandía, primera competencia del año para Rigo, donde hizo un más que aceptable noveno puesto. ¿Un colombiano que rendía en el terreno plano? Ya había sucedido con Botero y Peña, pero este jovencito tenía apenas 20 años, y emergía como un escarabajo de mayor talla, versatilidad aumentada, y maneras ciclísticas europeas. Ese mismo año, un 23 de junio, en la etapa 8 del magnánimo Tour de Suiza, a Rigo le da por atacar de forma súbita por el flanco izquierdo del pelotón, a 500 metros de la meta, y nadie puede seguirlo. Es su primera victoria en Europa y en una de las grandes carreras del mundo. Nadie lo puede creer, viniendo de un chico desconocido de 20 años, proveniente de las montañas de Colombia. Hasta el anciano belga, que se disfraza de diablo, lo aplaudió ese día.
Pero la fatalidad, para bien o para mal, es un ingrediente que siempre susurra en el oído de los ciclistas colombianos, y los hace tener que afrontar duras pruebas de dolor y lenta rehabilitación, para poder luego resurgir con más fuerzas. Durante la etapa 4 del Tour de Alemania 2007, Urán ha atacado al final de una subida y baja de forma endiablada en punta de carrera, a 16 kilómetros de la meta. En una maldita curva fallan los frenos, falla la dirección, y nuestro ciclista sigue sin control hasta un riachuelo, donde cae con tanta fuerza que se fractura los codos, el cúbito de la mano izquierda y la clavícula, además de tener una delicada lesión cervical. Algunos dijeron que, por muy poco, se había salvado de una condición permanente o, incluso, de la muerte. Es más, también se vaticinó que la nueva gran esperanza del ciclismo colombiano no volvería a correr.
Pero los pacientes cuidados de su familia adoptiva, así como la infinita determinación con la que se propuso recuperarse, permitieron que para el año 2008 estuviera en la línea de partida de la Vuelta a Castilla y León, eso sí, con un malliot nuevo: el conjunto español Caisse d’Epargne, otrora casa de don Miguel Induraín, apostaba por él como un corredor en progresión hacia grandes cosas. Eusebio Unzué, manager general del equipo -y actual patrón de Nairo Quintana-, dijo de Urán que sería el primer colombiano en ganar el Tour de Francia.
Continuará…
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