Yo tengo un sueño recurrente: estoy volando, y es en serio. No me caigo, no me pasa nada, no hay abismos ni voy super alto, simplemente voy casi a ras del suelo. Estoy segurísimo que es por Mario Bros 3 (y por jugarlo tanto)… al final del sueño, me despierto exactamente cuando no debería despertarme y me doy cuenta que no solamente soy incapaz de volar, sino que tengo mal aliento y me toca alistarme para dejar a los niños en el colegio y salir a la oficina. Pero ahí queda mi sueño un rato y me acuerdo de todo ese tiempo que traté de matar al dragón ese hediondo al final del juego y nunca pude.
Por lo menos tuve consuelo alguna vez en mi vida, cuando aprendí a saltar en bicicleta para las carreras (véase abajo la muestra), pero igual sigo con ese pensamiento de que todo lo que hacemos en la vida debería dejarnos sentir como si voláramos.
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En la Ciclovía de Bogotá me pasa casi lo mismo… me siento como en medio de una sinfonía andando por ahí, todo es una maravilla, voy andando por vías para carros pero no hay carros, y me siento con la mejor actitud de la semana… pero a todos nos pasa que, de pronto, cuando uno va por ciertos sitios de la ciclovía, despierta del sueño exactamente cuando no debería: cuando va a subir un puente.
Esto es triste: la Ciclovía de Bogotá es explícita en su página web: «En los puentes, no olvide, bajarse y pasarlos caminando». Y todos hacemos caso (y a los que no, nos pegan unos regaños que nos dan ganas de más bien ir a la casa a ver televisión y no volver a salir nunca más, o salir en el carro donde uno puede pasar puentes acelerando y toda la cosa, sin tener que bajarse). Es, desde mi punto de vista, totalmente ridículo. Y se ve, más que nada, absolutamente imbécil bajarse de una bicicleta para pasar un puente (bajando yyy subiendo!!!??).

 

Además, es super aburridor, las fotos quedan inmundas… un desastre total. Es la característica más retrógrada e ignorante de la política pública de nuestra ciudad y de nuestro país (además del trámite de prueba de supervivencia, que además ya lo eliminaron).
Entonces uno le pregunta al IDRD o a alguien que esté de acuerdo con la obligación de bajarse de la bicicleta en los puentes de la ciclovía… y dicen más o menos lo siguiente «sí, esque es porque se reducen los accidentes en ciclovía sustancialmente»…. sí, puede ser, pero bajo esa misma lógica, ¡lo mismo pasaría si cierran la ciclovía del todo: se reducirían los accidentes en ciclovía a CERO!
Yo creo que sí hay soluciones a este problema de visión del IDRD, y puede ser la instalación de reductores de velocidad (ya lo hacen en algunos sitios, pueden hacerlo en puentes también), o usando la increíble y moderna técnica de autorregulación…. o la mutua regulación… o cualquier regulación del comportamiento, ¡pero no la prohibición ni la aplicación de reglas chimbas! Pero, como ya todos sabemos, a muchos se les olvidó que ese tipo de cosas eran posibles y tenían buenos resultados.
Si seguimos así, con la imposición de reglas inútiles que no van a generar más que una disipación de una experiencia mágica, vamos a terminar prohibiendo algunas de las siguientes cosas:
– Montar con los pies fuera del lugar (ese día no me caí):

– Soltar las manos (Brenda dice que no se cayó, pero a mi me dijeron que sí):
– Llevar (o simplemente tener) un French Poodle:
– Llevar muchas cosas raras (puede asustar a algunos):
– Llevar un perro, sin bozal, paradito en la parrilla nomás, Y ¡CONDUCIR CON LOS OJOS CERRADOS!
– Tomarme fotos sin avisar (les presento a Claudio):

– Tomar fotos mientras ando en bicicleta (este es el mismo momento de la foto de arriba, doble prohibición entonces!):

– comer mazorca con la boca muy abierta (esta la incumplen mis dos hijos):
– Ser muy cool (y andar sin casco, y sin frenos…):

– Ser muy 80’s (y no haber arreglado la bicicleta DESDE los 80’s):

Perdón por el sarcasmo, pero esta ciudad se inventó en 1974 una iniciativa que es inigualable, y que todos tenemos que preservar para que siga siendo maravillosa, mágica, y ojalá como un sueño del que no nos queremos despertar. Para esto tenemos que encontrar formas de mejorar la experiencia de los usuarios sin arriesgar su vida, pero tampoco haciéndolos vestirse como Robocop ni actuar como si estuvieran en un campo de paintball.
Ah, ya que hablé de los 80s y de la ciclovía, vean las increíbles y hermosas fotos del Libro «Ciclovías: Bogotá para el ciudadano» y me cuentan cómo les parece, y si preferirían montar en bicicleta por la ciclovía de 1983 o por la de hoy en día. Claro, el libro lo dejaron de imprimir en 1984 pero creo que lo pueden volver a imprimir si les pedimos a los de Villegas Editores que lo hagan (yo tengo uno de primera edición, lero lero, pero no lo presto).
@carlosfpardo