Por razones laborales, me tuve que ir durante la semana pasada en TransMilenio (pasando por fases 1, 2 y 3) temprano en la mañana, y pude ver a TransMilenio en una forma que no lo había visto antes (o hace mucho tiempo): Transmi pre-6am. Como no estaba a esa hora en un Portal, me tocaron cosas que nunca me habían pasado. En particular, unas relacionadas al tiempo y el uso del mismo. Pero antes de contarles eso, hablo sobre los usuarios de TransMilenio y lo que he visto en 12 años (y en los momentos en que TransMilenio me da permiso de tomar fotos). Al final hablo sobre mi experiencia del tiempo en el flamante vehículo rojo.
Sí, es cierto que podrían haber definido mejor la fórmula tarifaria y así reducir la aglomeración en los buses de 6 personas por metro cuadrado a 4. Así no irían 160 personas en un bus (como se define por diseño) sino 120. Pero también hay cosas buenas.
Primero: esa aglomeración puede (puede!) que haya generado algo más que una experiencia de viaje. Como sucede en algunos cuentos breves, dos personas se conocen en un ascensor y luego, al salir del mismo, se casan. Tal vez eso fue lo que pasó aquí, uno nunca sabe:
Segundo: ese calorcito que da el busecito todo lleno posibilita cosas que en otros modos de transporte no son posibles. Como dormir… ¿o me van a decir pues que ustedes duermen cuando manejan carro o andan en bicicleta? NO. Pero ellos sí se pueden dar el lujo, y ustedes también:
Tercero! hay alguna gente que nunca podría moverse más allá de unas pocas cuadras en su barrio si no existiera transmi. Por ejemplo ellos:
(yo sé, esa última parece pagada, pero prometo que la tomé sin pagarle a nadie ni que se dieran cuenta. Era totalmente solidaridad policial).
Cuarto: Aunque es imposible de creer, mi esposa leyó 28 libros (incluyendo las 1.160 páginas de El Conde de Montecristo!) durante el 2012, casi exclusivamente durante sus viajes en TransMilenio a las 7am (pasar las páginas, me dice, fue todo un reto). Pero, admítanlo: sí se puede, y si tienen teléfono cool lo pueden leer más fácil… por lo menos a mí me parece más interesante saber qué le pasa a Simón en La Insoportable Levedad del Ser que ver las fotos de Menganito en Facebook.
Ellas (abajo) también lograron utilizar sus ojos para un propósito más noble que chismear (y ahora díganme que ustedes leen libros en su carro o bicicleta… yo ya traté en la bicicleta, casi me mato):
Claro, el sistema puede mejorar mucho. MUCHO. Y el ente gestor del sistema podría comenzar por caer en cuenta que nuestras notas en el ICFES no brillaron particularmente mucho por nuestro razonamiento abstracto, y que menos de un 1% de nosotros tenemos títulos en topología avanzada. Si cayeran en cuenta de esto, tal vez podrían cambiar estos mapas:
(Juro, juro y como tomates que estas fotos no son con modelos ni les pedí que hicieran nada de esto. Son total ignorancia ciudadana).
La lista es interminable, y se puede leer en varios documentos, unos más «sincerotes» que otros. En un extremo del ring, el Plan Marco de TransMilenio (pocos aplausos entre los presentes)
En el otro extremo, El Twitter de
TransMiseria. (muchos aplausos, gritos de emoción, y tweets: «uy, viejo, no SABE el twitter que encontré»).
Toda esta larga introducción la hice para contar algo que no tiene muchísimo que ver: la percepción y medida del tiempo en TransMilenio antes de las seis de la mañana.
Antes de mi susodicha semana de usar el sistema al alba y pasando por troncales de las tres fases existentes viendo el cielo volverse de negro azabache a azul Bogotá, yo solo lo había usado en horas pico y más tardecito. Lo que siempre oía, invariablemente, era la extraña percepción errada del espacio de los usuarios, particularmente cuando los llamaba un jefe. Se oían las llamadas por el celular y el tipo diciendo «sí, si señor… voy por laaaa…. Calle 100 ya» – acto seguido, el españolete del parlante lo desmiente:
«Próx – im – apa- rada: Calle cuaré – ntay – ci- nco» (tildes y sílabas ajustadas a lo dicho por el robot).
Y sigue el joven empleado, obstinado en su mentira: «no, nooo, esta mierda está más loca, ni siquiera me vine por la Caracas, eso es que se dañó. Por eso le dicen TransMiseria».
Y sí, sé que ustedes se ríeron porque están en uno de dos grupos mayoritarios: el que dice «este descarado» cuando oye al mentiroso, o el que dice «me lo papié» cuando miente al jefe. Yo estoy en el grupo de los que dicen «esto TOCA describirlo en un post» cuando oigo al mentiroso y veo al indignado, uno al lado del otro en el calor de la miseria.
La excusa para escribirlo en un post me la dio un asesor de Concejal de Bogotá con su increible precisión al percibir el tiempo – totalmente lo contrario a lo que acabo de describir. Cuando me lo encontré a las 5:50 am en la estación de TransMi (y después del «quiubo, usted vive por acá? No sabía! Qué bueno verlo, ala» y pensar «ush, la madre si este man sale todos los días así de temprano»), me dio por preguntarle cuánto podría demorarme hasta el CAN. Su precisión hizo que mis pupilas se dilataran por tanto asombro: «pues mire, yo voy para el Concejo, y si tomo el G12 me demoro 26-27 minutos».
Qué precisión! Tuve que recostarme en esas barandas inútiles que hay dentro de la estación y reflexionar un rato… «¿será que me desperté demasiado temprano? ¿El mundo de la calle funcionará distinto a estas horas?». Sí, totalmente anonadado con la precisión suiza de alguien que anda en Transmi… y que, al parecer, le sirven sus duraciones estimadas!
Pero no, eso no fue suficiente. Esa misma tarde, mi esposa me dijo que ya sabía la duración de su viaje en Transmi a la universidad, ya que acababa de comenzar el doctorado y hacía mucho tiempo no salía tan temprano (sí, también pre-6am): sus duraciones estimadas variaban máximo dos minutos, después de tres días de viajar en el sistema! Ella no quedó anonadada por la precisión, ni se tuvo que recostar en ninguna baranda, ni pensó en poner un toque de queda hasta después de las 6am en la ciudad. Le pareció… normal!
Y tampoco eso fue suficiente. Al siguiente día, me monté en TransMilenio para el último día de mi kármico esfuerzo por salir antes de las 6am. No había pasado por dos estaciones, cuando de pronto se montó una niña al bus y saludó de inmediato a otro pasajero que ya estaba en el bus desde antes… ERA NORMAL. Es decir, sabía exactamente en qué bus se debía montar y a qué hora para verse con su colega estudiante. MUY RARO!
Mi hipótesis tiene dos versiones:
– La primera es que todo el mundo se vuelve loco antes de las 6am y que pueden estimar la distancia, el tiempo y la velocidad de manera más adecuada. Habrá alguna estructura cerebral que se afina con el frío de la mañana y nos permite (a conductores, operadores, centros de control, usuarios) estimar perfectamente la duración de nuestro viaje.
– La segunda versión es que yo estaba muy dormido durante esos días y que nada de eso pasó. TransMilenio sigue siendo un desastre y ni siquiera sirve antes de las 6am cuando no hay casi nadie. Y seguramente yo me imaginé todo. Como estoy escribiendo esto desde un hotel en Costa Rica (sí, yo sí salgo de Melgar a veces, estimados comentaristas de mi blog), no tengo a mi esposa al lado para que me confirme o desmienta cualquiera de las dos versiones, entonces publico esto así… no sin antes mostrar a Magnolia en TransMilenio: