Desde el siglo VII antes de Cristo y hasta el año 23 después de Cristo (maso, maso), durante cinco etapas distintas, se construyó la Gran Muralla China. Esta Muralla es un lugar totalmente imponente, increíble y también es demostración de lo que puede lograr un imperio (o varios) durante los siglos para defenderse de sus enemigos. También es un sitio donde hace un frío infernal, y que si uno llega antes de las 7 a.m. puede tomar fotos como la de arriba. En la entrada de Badaling venden cacahuetes pero prohíben comerlos con cáscara (o miran raro y se quedan mirando). También se dice que quien no conoce la Muralla China no es un Hombre de verdad. Afortunadamente para mi virilidad y mi dignidad como Hombre, yo ya fui dos veces.

La humanidad se jacta de tener grandes obras como la Gran Muralla China. De ahí que se hayan instituido las Siete Maravillas del Mundo Antiguo y se sigan citando como gran cosa. Además, se van agregando otras (siempre dicen «la Octava Maravilla» y agregan algun templo de indonesia o el Taj Mahal). En nuestra hermosa ciudad, nos tenemos que contentar con otras maravillas, y darle premios a obras de la humanidad que merecen respeto y reconocimiento, pero que también podemos criticar para mejorar (y trabajar, estimado Edder – un comentarista de mi blog- para apoyar esa mejoría).



Para introducir el tema con una breve historia: En una de mis clases de Neuropsicología (circa 2001), nuestra profesora nos hacía una pregunta: «Si una persona está caminando por la calle, y de pronto le dan un golpe en la sien, ¿qué problemas podría tener esa persona si el golpe es lo suficientemente fuerte? Acto seguido, una de nuestras compañeras de clase se lanzó a dar la respuesta, pero para asegurarse de que iba a responder de manera adecuada, pregunta antes «perdón, ¿en la Cien con qué?»
El 30 de Mayo de 2011, la ciudad de Bogotá tuvo el orgullo de inaugurar el tan esperadísimo Puente de la Cien con Quince. Una obra que terminaría siendo la única que podría inaugurar el exAlcalde Samuel Moreno…de no haber sido destituido apenas tres semanas antes. Algunas cifras del puente se aprecian aquí (ni de riesgos las voy a repetir).

La obra, que se diseñó para aliviar el trancón de ese terrible cruce, obtuvo también la Mención de Honor del Premio Nacional de Ingeniería en Junio de 2012. Las palabras del ingeniero que lo diseñó al recibir dicho premio:

No obstante, incluso antes del galardón, se dieron cuenta que la obra en realidad no tuvo el impacto esperado
Algunos opinaron que hacía falta más infraestructura para terminar de aliviar el trancón. Vean aquí, y en este link, y en este otro y también aquí lo que se decía (tampoco lo voy a repetir, lean allá).

Ante tanta maravilla y premio y eso, me fui esta mañana a ver qué tal estaba la cosa, y encontré esto sobre el puente:

…esto al lado del puente:

…yesto después del puente:

Después me puse a ver cómo cruzaban los peatones en esta Gran y Premiada Obra, y encontré esto (sobre la vía!): 

…y esto (sobre el andén, nótese el hueco y el «arreglo»):
…y esto (terminando el difícil cruce, véase la cara):

De esta Gran Obra de la Humanidad bogotana quedan varias lecciones: 

1- Cuando se diseñe una obra de infraestructura, hay que preguntarse: «sí, muy bonito y todo, ¿pero para qué?»


2- Cuando se diseñe una obra de infraestructura hay que preguntarse «Sí, divino el bendito puente, ¿pero los peatones por dónde cruzan?»
3- Cuando se diseñe una obra de infraestructura, hay que preguntarse «y habrá demanda inducida»? Para responderlo, vean este documento que explica cómo la inversión en infraestructura no debería ser para ampliar sino para reducir las vías (y busquen después los términos «demanda inducida» o «induced travel» en google y en revistas académicas para terminar de convencerse de lo que todavía no creen).

Y, en últimas, a mí me queda una conclusión: 

Es cierto, tenemos una Gran Muralla en Bogotá, pero con esta no nos estamos defendiendo de los enemigos sino que estamos dejando en desventaja a nuestros amigos… los peatones.
Desde Bogotá y Beijing/Badaling, su corresponsal bloguero.


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