(gente borracha en esta vida)
El guayabo es, según la RAE, un malestar por haber bebido en exceso. Si no me equivoco, es un síndrome de abstinencia alcohólica que se presenta al día siguiente de haber bebido como un pez durante horas. Palabras más, palabras menos: es un castigo divino por borracho.
Siguiendo con la misma idea, voy a hablar de algo totalmente distinto: La ciclovía es un evento más viejo que yo (digamos que se concibió en 1974, pero nació en 1976 y tuvo su adultez en 1983 o 1996, según el biógrafo que lean). Y todos los que están leyendo esto en Bogotá deben tener clarísimo a qué se refiere, ya sea porque la gozan todos los domingos o porque la aborrecen cuando van «al club». Pero todos, estoy seguro, han salido así sea un ratico a la ciclovía del domingo – que lance la piedra el primero que no-.

 


(gente pintoresca en esta vida)
Algo que pasa desapercibido en muchas partes es el hecho de que la ciclovía es un evento multitudinario (casi dos millones de personas salen de paseito cada domingo, según las cuentas del IDRD con ayuda de la Universidad Nacional), pero el resto de los días de la semana la cantidad de personas que usan modos de transporte como la bicicleta, caminar, trotar o patinar se reduce a menos de quinientos mil. Este fenómeno lo llamó alguien (todavía no hemos sabido quién) «la amnesia de los lunes», pero yo lo rebautizo hoy como «guayabo de ciclovía» para darle un sabor más local y menos neurológico.

 

(y me preguntarán por qué le digo Guayabo del lunes)
Después de que este fenómeno del guayabo de ciclovía me lo describió Claudio Olivares en uno de sus viajes a Bogotá, conecté varias cosas en mi cabeza y me comenzó a parecer muy raro. Pero no es totalmente raro, porque de inmediato también me imaginé a alguien discutiendo este fenómeno y diciendo (entre paréntesis los gestos corporales acompañantes a cada frase):
«Pero esque mire, uuuuna cosa es una cosa (brazos extendidos hacia la izquierda)…
«… y oootra cosa es otra cosa (brazos extendidos, esta vez hacia la derecha)…»
Ahora de manera gráfica con mi murraco ya bien reconocido en el blog:

(se reciben donaciones para tomar un curso de dibujo)

En realidad, el murraco tiene algo de razón (y aquí está lo problemático del asunto), y es que la ciclovía se concibió, engendró, promovió y consolidó como una alternativa de recreación y deporte para la multitud sudorosa de bogotanos que la utilizan. Pero, si uno quisiera realmente generar mucho más bienestar en esos ciudadanos, debería promoverla como un pequeño ejemplo dominical de lo que podrían hacer (sin disfraz de superhéroe, ni el teni, ni guantes, ni salpicón) el resto de la semana. Sí, estoy diciendo que la bicicleta se puede usar todos los días de la semana y que no hay que usarla como si uno fuera Mariana Pajón porque no se trata de ir corriendo como una gacela sino que se trata de demostrar la gracia con que se puede desplazar por la ciudad sin esfuerzo. 

 

(gente cool en esta vida, caray)

En conclusión: para que la ciclovía deje de darnos guayabo los lunes, tenemos que trascender la idea del uso de la bicicleta como algo eminentemente recreativo y deportivo para transformarlo en algo que haga parte de nuestra vida diaria. Y eso, señoras, señores y murracos, es lo que nos va a salvar del infierno que nos tienen preparado -con caldera y todo- esos castigos divinos que nos están esperando por creer que somos superhéroes dominicales…bueno, algunos sí tienen otra idea en mente cuando se disfrazan y hay que respetarla…véase el video:

El Domingo del Chapulin from Don Mister / Manuel Contreras on Vimeo.


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