«Olvídense del maldito automóvil y construyan las ciudades para amantes y amigos» – Lewis Mumford

Lewis Mumford (1895-1990) fue tal vez el mejor urbanista que ha existido sobre la faz de la tierra, en particular cuando escribía sobre transporte. Lo vio todo a leguas, describió los problemas en el mismo instante en que aparecieron pero por alguna razón no le prestaron tanta atención como debieron. Fue un profeta del caos en que estamos inmersos y, como suele suceder con los profetas, nos dejó unos libros para leer y decir «sí ve? Y tal cual, somos todos unas soberanos idiotas por no haberle puesto atención cuando tocaba». Por mi parte, me doy el lujo de decir que no le presté atención en 1955 simple y llanamente porque yo ni existía.
Una de las tantas cosas que dijo Lewis Mumford, pero que atribuyen a otra gente mucho menos brillante, fue que «agregar carriles a las autopistas para resolver la congestión de tráfico es como soltarse la correa para resolver la obesidad» en un ensayo para New Yorker en 1955.
La profundidad de esa afirmación es total, es la Fosa de las Marianas de las afirmaciones sobre transporte. Mumford dijo de frente y sin rodeos, en un momento en que todo el mundo amaba el carro y lo veía como la salvación del mundo (y cuando hasta en Paris decían que tocaba cerrar el metro porque eso era del pasado), que construir más infraestructura para el carro era lo más estúpido e incoherente con todo lo que buscara que una ciudad estuviera viva y saludable. Hasta hoy, nadie ha podido dar una explicación más breve de una solución incorrecta pero perenne en la planificación de ciudades.
(Seúl es una de las ciudades que decidió demoler una autopista urbana y reemplazarla por un parque)
La elegantísima frase sobre la obesidad se ha convertido ahora en un tecnicismo altamente sofisticado que se denomina «demanda inducida», cuya contraparte es la «degeneración de tráfico». Lo primero indica que la ampliación de vías incrementa el tráfico, mientras que lo segundo implica que la reducción de capacidad vial reduce la demanda vial (sí, que quitar carriles de las vías reduce la congestión). En algún momento estuve encargado de la edición de un documento que tratara de explicar el fenómeno de demanda inducida, y mi misión era que el documento, que hacía ver a Jacques Lacan tan comprensible como la Cartilla Nacho, fuera más facilito de digerir para los tomadores de decisiones. Después de casi un año, resultamos con un documento que por lo menos yo entendía, pero que para cualquier otro parecía como el Ulises del sector transporte, pero condensado. Juzguen ustedes.
Entonces quedémonos mejor con la cita de Mumford, que en resumen dice lo mismo que la literatura de la demanda inducida y la degeneración de tráfico: si pone más vías, empeora el trancón; mientras que si las quita, lo mejora (yo sé, hay minucias, pero el mensaje principal es ese). Este mensaje tan sencillo parece no haber llegado a los oídos de quienes toman decisiones en las ciudades ni los de quienes les asesoran. En total sinceridad, yo no creo que los planificadores de transporte tomen decisiones sin saber que la demanda inducida existe, sino que más bien deciden no hacerle caso. Pero claro, imagínense ustedes la situación en dos dramatizados:
DRAMATIZADO 1: LA OPCIÓN RESPONSABLE:
– Alcalde de turno: «Asesor, quiero resolver el trancón de tal forma que mis ciudadanos me amen»
– Asesor: «P-p-pues Alcalde, la teoría dice que hay que reducir los carriles en las vías. La literatura de demanda inducida y degeneración de tráfico indica que el tráfico se desaparece… así como lo oye, se desparece. Tengo toda la documentación y no hay pierde. ¿Qué dice, reducimos la capacidad vial entonces?»
– Alcalde de turno: «Uy Asesor, más bien cuénteme una de vaqueros. Llame a los consultores para que nos ayuden… ah, y de paso, queda usted despedido» (risas, calbazo, portazo)
DRAMATIZADO 2: LA OPCIÓN «POPULAR»:
– Alcalde de turno: «Asesor, quiero resolver el trancón de tal forma que mis ciudadanos me amen»
– Asesor: «Alcalde, le tengo la solución: construya más vías, así hasta los taxistas lo van a amar. Eso hacen en los Estados Unidos y allá es donde sí hay progreso, vías»
– Alcalde de turno: «Esa vainaaaaa, llame a los consultores para que nos ayuden… ah, y de paso, fúmese usted este Puro Cubano conmigo para celebrar estas grandes ideas» (risas, humo, tos)
Ríanse, carcajéense. Pero esto pasa en todas partes y a todas horas (excepto la parte del Puro Cubano, esa sí me la inventé inspirado en la teoría del Smoke Filled Room). Y todos los años se formula un plan para descongestionar una ciudad con un puente, unos carriles de más, o cualquier cosa que sea grande y fea, y que de paso le quite espacio urbano a los ciudadanos, los amantes y los amigos. Y todos felices porque eso es lo que llamamos progreso y es lo que nos venden como la solución. Mientras que desde hace sesenta años un historiador brillante predijo que el problema se iba a agrandar y después otros demostraron que sí, que había sido así. Pero no, tranquilos que eso lo que se necesitan son vías en nuestras ciudades. Para qué parques o andenes o ciclorrutas, y para qué la vida urbana. Me acuerda de las primeras frases de la película Crash:
«siempre estamos detrás de metal y vidrio. Creo que extrañamos tanto el contacto, que nos estrellamos con los otros solo para sentir algo»
Algunos documentos que pueden servir para ahondar en el tema:
– Libro sbre el poder asociado a las grandes construcciones (y las autopistas que trataron de destruir Nueva York): The Power Broker (más largo que una semana sin carne)

– Link con estudio sobre la demolición de autopistas urbanas (con varios estudios de caso).
– Documento sobre demanda inducida (un poquito menos complejo de lo normal)
– Muchas referencias sobre demanda inducida
– Varios libros de Lewis Mumford