Pues qué hacemos, la mejor forma de resolver la movilidad es que la gente se mueva menos. En un gran resumen: si puedo comprar la leche a una cuadra, ¿para qué me voy a comprarla a cuatro kilómetros? La misma pregunta se puede hacer pero pensando en ir a estudiar, trabajar, hacer mercado, ver un concierto, y siempre la respuesta podría ser «pues si lo puedo hacer cerca, para qué me voy lejos». En resumidas cuentas: si puedo resolver mis necesidades diarias con poca movilidad, ¿por qué lo querría hacer con mucha?

Tan pronto terminé de escribir el párrafo anterior, me comenzó a caer una lluvia de críticas y ladridos de los teóricos de la movilidad como un derecho, la movilidad como una pulsión inalienable, de quienes dicen que la movilidad es tan inherente al ser humano como hacer pipí. Una selección de comentarios:

«Pardo, no sea iluso, la gente se mueve porque le gusta moverse. ¿O a usted le gusta quedarse en piyama en su casa tooodo el día?».

«No, pues, quedémonos todos amarrados a la cama y no nos movamos porque Pardo nos va a llevar el desayuno a la cama, y nos va a conseguir un colegio bueno aquí a una cuadra. Deje la pendejada, ala».

«Déjelo que Pardo es psicólogo y él no sabe».

Y mientras todos seguimos discutiendo y algunos se preparan para sacar los guantes, la realidad nos acecha con un hecho mucho más contundente que toda la teoría: la gente está dejando de moverse…

 

(refs de las gráficas al final)

Bueno, por lo menos esa es la noticia que Lee Schipper empezó a encontrar desde hace unos años en los datos de millas viajadas en Estados Unidos, luego otros lo encontraron en Japón, otros en Alemania y algunos en Australia. Es tanto así, que los jóvenes de esos países ni siquiera se preocupan por tener una licencia de conducción… ¿Y nosotros discutiendo que la movilidad es una pulsión inalienable de la naturaleza humana? Los datos están ahí, y cada vez son más y más fuertes. Hasta le pusieron nombre a la cosa: «peak travel» (pico de viajes, digamos), algo así como cuando uno dice que ya no va a haber más, sino menos viajes.

Pero bueno, ¿por qué? Les doy un rato para que sepan y luego les cuento…..

¿Ya?

¿Todavía no?

¿Ahora sí?

Bueno, si se rinden, una de las respuestas al enigma (o por lo menos la que a mí más me gusta) tiene dos culpables/responsables/a quién agradecer:

La cosa es más complicada de lo que uno piensa. La explicación sencilla es que la tecnología ha hecho un poco más fácil comunicarse de manera «completa» con los demás, y tanto Feisbuc como el esmárfoun nos han facilitado la vida. Y esto ha generado menor interés por tener una forma de movilizarse para llegar a algún sitio… porque pues ese «sitio» es simplemente su celular o su página de feisbuc….

Creo que generé más preguntas que respuestas, pero eso es lo chévere del tema. Las preguntas que surgen de inmediato:

– ¿Eso también está pasando en Bogotá? Pues ni idea porque no hay tanto dato para saber, pero no creo. Parece que solo es en países industrializados.
– ¿Pero es que la calidad de la comunicación cara-a-cara…. no tiene nada? Pues sí, pero qué hago yo si no puse una regla para que cambiaran de patrones de viaje, ¡simplemente pasó!
– ¿O sea que vamos a terminar todos en unas burbujas y no vamos a vernos nunca más? Pues… no sé, pero quién quita, muy raro si pasara eso pero vaya uno a saber, ala.
– ¿Pero no será más bien por recesión económica? Los datos dicen que no…
– … etc etc etc.

Más bien dejo unos links donde salen algunas gráficas para que me crean:

Aaah buenooo… les dije. Ya tienen excusa mañana para no ir a la oficina, pueden decir «es que la gente está viajando menos y yo soy parte de esa tendencia. Nos vemos en el feis».