Con su implementación para placas pares como medida ante el partido de fútbol Colombia-Uruguay que se llevará a cabo el sábado, el pico y placa acaba de romper cualquier record de estupidez regulatoria: se ha convertido en la primera superstición del transporte. Y lo mejor es la cara de póquer con que los funcionarios de gobierno anuncian la medida al lado de las demás… por lo menos uno encuentra una relación entre los borrachos y las peleas, pero… ¿entre la congestión y el orden público?, «mi no entender, mai frend».
En la década de los noventas, el Rey de Tailandia (Bhumibol Adulyadej) tuvo la mejor idea del mundo para consolidar su imagen monárquica: en una época de sequía hizo llover. Es en serio: el tipo había estudiado agronomía y también sabía de química, entonces se inventó un compuesto químico que, al echarlo desde aviones a las nubes generaba lluvia cuando no se esperaba. Los que hemos ido a una película de cine en Bangkok vemos que todos, absolutamente todos los presentes, se paran a cantar la canción del rey Rama IX antes de cualquier película. Que se detienen como estatuas cuando pasa la caravana monárquica por Thanon Ratchadamnoern. Y que le creen cualquier cosa. Eso fue porque él hizo llover en época de sequías. Es un Rey que tuvo control de lo que nadie nunca antes había tenido control, un hombre con poderes por encima de los humanos comunes. Un Rey de verdad.
A veces pienso que los gobernantes hacen algunas cosas buscando ese nivel de credibilidad monárquica con sus «grandes» obras, puentes, y en el más común de los casos sus incontables (e irrealizables) promesas. Algunas serán buenas para algunos, otras buenas para todos, pero en general uno encuentran un sentido en la lógica de lo que están proponiendo: quieren que la gente diga «este sí es un berraco», y a veces lo logran.
Pero llevo más de diez años tratando de entender la lógica del pico y placa y no la he entendido. Mi último intento de explicación del fenómeno del pico y placa es que es equiparable a un Sudoku de la movilidad. Pero la idea de implementar el Pico y placa este sábado desde las 4 p.m. debido al partido de Colombia-Uruguay me sigue dejando perplejo. Incluso vuelvo a leer esa frase y sigo sin entender: el alcalde piensa que el partido es en El Campín y quiere que los fanáticos lleguen sin problemas de tráfico? O es que encontraron una correlación entre la congestión y las riñas que no conozcamos?
Yo pienso que el lío en realidad es que el Mundial ha generado una serie de cambios en los funcionarios que, de alguna manera, les hace llegar a conclusiones erradas sobre las consecuencias de sus medidas. De la misma forma que los indígenas norteamericanos (los Osage y los Quapaw, para ser más precisos) hacían danzas para atraer la lluvia, los funcionarios distritales están buscando todas las medidas, lógicas o no, para reducir las riñas, botellazos, puñetazos, madrazos y demás acciones irracionales que pudieran suceder antes, durante y después del partido que se avecina. Pero ellos son los primeros en realizar acciones irracionales con esa medida del pico y placa.
Y con permiso me voy, no sin antes botar sal detrás de mi hombro, tener cuidado con escaleras y gatos negros y no manipular espejos en los próximos días. Lo bueno es que, como no van a dejar beber a nadie, no tengo que preocuparme por mirar a los ojos cuando diga «salud».