Así todo, esos gobernantes se salen con la suya: el rating de su alcaldía sin tapar huecos sería de 50% pero tapando huecos sería, por lo menos, 70% de aprobación. Y diez años después de su mandato hay alguien que dice «uy, no, Equis Man si fue muy malito, pero por lo menos nos entregó una ciudad sin huecos» (válgase el ejemplo: Rojas Pinilla no es tan recordado como un presidente dictatorial sino como el que construyó la Avenida El Dorado).

Sugiero que los alcaldes y los ciudadanos honren a Foucault y a Piaget y nos demuestren que la política urbana que entra por los ojos no debería ser la reinante, y que las cosas que no se ven deben ser las que tengan más relevancia. Mientras tanto, ciudadanos y alcaldes vamos a seguir siendo niños de cuatro años que todavía no pueden distinguir entre el contenido de un vaso gordo y uno flaco.