Érase una vez el vidrio de mi carro. Digo érase, porque el sábado pasado en la noche lo rompieron. Lo más interesante de todo es que lo rompieron para robarse algo y no encontraron nada. Un pierde-pierde total: el ladrón salió con las manos vacías, y nosotros con la ventana vacía.

Más allá de los aprendizajes prácticos que trae consigo la experiencia de perder un vidrio (por ejemplo, aprender dónde venden plástico grueso, qué cinta sirve más para pegarlo en el carro, cómo se debe instalar una ventana de plástico y cuáles son las medidas necesarias para que no salga volando el plástico), hay reflexiones interesantes que se pueden hacer al respecto.

Principalmente: ¿por qué tanto escándalo al perder un vidrio? Las reacciones iniciales ante la pérdida del susodicho material fueron siempre similares: además de los desubicados que preguntaban «¿quién rompió el vidrio?», las demás reacciones típicas tenían relación con el gran peligro que implica perder un vidrio, andar en el carro sin ventana, VIVIR LA VIDA SIN LA VENTANA TRASERA DEL CARRO, etc etc.

Recapitulemos algunos aspectos de nuestra existencia: cuando caminamos por la calle, ¿lo hacemos con vidrios entre nosotros? ¿Carga usted, señora lectora, un vidrio consigo para situaciones inesperadas de inseguridad percibida? Puede ser que un espejo, pero… ¿carga también un vidrio? Ah, bueno… entonces, ¿por qué debería ser indispensable un vidrio cuando va en carro?

Andar en carro es muy raro: uno siente que necesita muchas cosas, y que su vida es distinta: uno necesita vidrios, y en parte porque tiene el privilegio de tener un mundo propio y distinto de los demás. Parece que nos obliga a ser exclusivos y tener un espacio propio, «nuestro» y no «suyo». Andar por una ciudad en carro es como una visita invertida a una pecera, y estamos cómodos con (y sentimos indispensable) que sea así. Nuestra experiencia es propia y diferente a la de los demás. Y, lo más triste de todo, tenemos que protegernos de los demás.

Hagamos un experimento mental (lo haría visual, pero no soy tan bueno para fotochop), imagínense esta situación con vidrios propios para cada persona:

Y si le damos un vidrio a él:

y si ella tiene vidrio:

O ellos:

Ahora demos la vuelta. ¿Éste sería más feliz sin ventana?

(podría ser, como este):

Y ahora ellos, ¿será que sienten que su vida es mejor gracias a los vidrios?

Parece que él quisiera imitarlos:

Si todo es así, entonces es mejor buscar lugares para reposar como este:

Miren, el tema es el siguiente: vivimos en un mundo que fue creado para que salgamos saltando por las praderas y encontrando a nuestros seres amados con una margarita en sus manos. El mundo que tenemos es para vivirlo como está, con el olor y color y sonido que viene. Montarse en un carro para tener una vida «propia» o «privada» es medio egoísta… si ya tenemos un sitio donde dormimos después de cerrar una puerta y desconectarnos de los demás, y otro sitio donde trabajamos y nos encerramos en nuestros pensamientos y nuestros proyectos y nos apartamos de gran parte del mundo, para qué queremos otro lugar (un automóvil) donde también estemos desconectados del mundo? Es medio extraño querer ser tan privado y tan individual y tan desvinculado del resto del mundo, ¿o no? El acuerdo general de la sociedad es que podamos discutir y hablar y estar en desacuerdo, pero encontrarnos en un lugar del espacio para expresar esos acuerdos y desacuerdos con todos los olores y colores y texturas y sabores que eso pueda generar. ¿Lo queremos cumplir? ¿O nos quedamos solos íngrimos para tratar de resolver nuestra propia individualidad? Si me preguntan, somos bien idiotas. O bueno, seré yo bien idiota por pensar esto, aunque uso mi carro una vez a la semana y de resto voy en bicicleta o Transmi…

… qué tal. Lo mejor de todo: no les digo mentiras, el martes corrimos a comprar un vidrio nuevo para el carro. Porque ni siquiera yo soy capaz de buscar una experiencia del mundo automovilístico donde los vidrios no sean necesarios. Es miedo. Bonita ciudad.