A todos, sin duda, nos desespera la congestión. A toda la gente que ha estado más de diez minutos esperando a avanzar en una larga fila de vehículos nos desespera la ineficiencia del sistema de transporte en que vivimos. Incluso a quienes vamos en bicicleta más que en otros vehículos también nos saca de quicio ver un trancón de velocípedos. Dentro de todo eso hay varios fenómenos de percepción extraños. Uno de ellos es lo que voy a denominar “el Fenómeno del Niño al Volante” que paso a explicar, con dibujitos y todo.
El Fenómeno del Niño al Volante se refiere a la sensación del conductor de automóvil que miran a una ciclorruta o carril exclusivo para buses y piensan o dicen “pero si ahí no pasan casi nunca, ¡ese desperdicio de vías debería ser para nosotros los que estamos trancados!” Cuando usted tenga una persona con esta condición frente a usted, no se preocupe. Simplemente dígale que no sea pendejo, o bien puede pasar a explicarle por qué sucede ese fenómeno perceptivo con los ejemplos que doy a continuación (sugiero este último método, reduce la probabilidad de un puñetazo por grosero). Explico cada paso con un dibujo muy preciso.
1. Imagínese un vaso gordito. Ahora imagínese un vaso flaquito. Póngalos a un lado (para mayor facilidad, he hecho el dibujo arriba).
2. Ahora sírvase llenar uno de los vasos con agua o el líquido de su preferencia. Lo importante es que quede lleno hasta la mitad.
3. Para continuar nuestro experimento, debe trasvasar el agua del vaso gordito al vaso flaquito.
(Quienes pusieron atención a sus clases de psicología del desarrollo infantil están muy atentos, porque no saben por qué me dio por dar el ejemplo del experimento de Piaget para explicar esto, pero por favor ténganme paciencia que va a estar bueno).
4. Repita los pasos 1 al 3 tantas veces como pueda, y hágase la pregunta “¿Dónde hay más agua, en el vaso gordito o en el flaquito?” y respóndala todas las veces que pueda. Uno esperaría que su respuesta, como persona mayor de 6 años que es, será que la pregunta es ridícula y que el agua es la misma, sino que la altura en el vaso cambia. Pero que ud no es tan pendejo. De hecho, es posible que muchos de los que leen esto hayan podido hacer este ejercicio en su mente sin ir por vasos (¡bravo!).
5. Traiga a un niño de 4 o 5 años de alguna parte (si no tiene uno a la mano pues consígalo… qué se yo, grite por la ventana que está regalando dulces, algo así. Llegará un niño de 5 años o un policía, o los dos). Dígale que le va a regalar un dulce si le responde una pregunta y hágale el ejercicio que ya hizo usted en los pasos 1 al 3 y hágale la pregunta del paso 4. Tal cual: “¿dónde hay más agua?”
6. Sorpréndase, lector. El muchachito al que usted acaba de reclutar para el experimento de Trasvase de Líquidos de Piaget le dirá, una y otra vez, que el vaso flaquito tiene más agua. No le pegue, por favor, le juro que nada va a cambiar su opinión. Siempre le va a decir (y le va a demostrar, incluso, cambiando el agua de vaso y todo) que sí, que hay más agua en el vaso flaquito que en el gordito. Y le dirá “pues buuu, miiiiraaaa, ¿sí ves?”. No sea malo, dígale “Ah, ya, perdón es que estaba como distraído” y déjelo ir con el dulce que le prometió.
Hasta aquí el experimento (cierre la boca, por favor). La explicación sencilla a la respuesta errada del niño pequeño no es que tenga un tumor o algo así. Simplemente es que los muchachitos chiquitos se fijan mucho en lo que perciben y, a esa edad, aún no le echan tanto coco a las “operaciones formales” (lo que puede hacer su mente) sino a las operaciones concretas (lo que ven justico frente a ellos). Los adultos (incluso los niños un poco más grandes) ya son super pilos para eso de las operaciones formales y el pensamiento abstracto y por eso saben que el agua es la misma en los dos vasos (y más cosas, como que la tierra no es redonda). Jean Piaget es uno de mis ídolos, no solo porque andaba en bicicleta sino porque esa fue una de las cosas que descubrió entre muchas otras sobre la forma como el ser humano conoce.
Y qué tiene que ver esto con transporte, dirá usted? Si sigue aquí es porque lo quiere saber. Entonces repitamos el experimento, pero esta vez con el fenómeno del Niño al Volante:
1. Imagínese un carril de 3 metros y medio de ancho.
2. Ahora sírvase poner un bus de 18 metros con 120 pasajeros dentro del carril. Es un TransMilenio pero no tan lleno (pero por favor no se pongan a hablar del metro o del metro elevado o de otra cosa. Concéntrense).
3. Para continuar nuestro experimento, debe reemplazar el bus por suficientes carros para que quepan 120 personas (una persona por carro, para ser realistas). Tómese su tiempo porque le va a tocar meterlos en 600 metros de vía (véase imagen). Si le da rabia que lo obligue a poner una persona por carro, meta pues 2 para ser más realistas (la tasa de ocupación de automóviles en Bogotá es de 1,7 personas)… igual son 300 metros de vías.
(Quienes pusieron atención a sus clases de psicología del desarrollo infantil Y están muy atentos a esta variación del experimento ya vieron para dónde va todo esto).
4. Repita los pasos 1 al 3 tantas veces como pueda, y hágase la pregunta “¿Dónde genero más trancón, ¿en el carril con el bus o el que lleva carros?” y respóndala todas las veces que pueda. Uno esperaría que su respuesta, como persona mayor de 6 años que es, será que la pregunta es ridícula y que el bus es lo más eficiente, que el carro es lo más ineficiente y por eso hay un trancón de 300 metros en lugar del busecito de 18 metros. Incluso, diría usted, si todos fueran sentados en las 48 sillas del bus, el “trancón” de los buses no sería mayor a 54 metros (la longitud de 3 buses). Usted, me diría para cerrar su respuesta, que no es tan pendejo. De hecho, es posible que muchos de los que leen esto hayan podido hacer este ejercicio en su mente sin ir por papel y lápiz ni salir a las calles a contar carros (¡bravo!).
5. Traiga a un conductor de automóvil que no usa ningún otro modo de transporte (si no tiene uno a la mano pues consígalo… qué se yo, grite por la ventana que está regalando un tanque de gasolina, algo así. Llegará un conductor vaciado o un policía, o los dos). Dígale que le va a regalar el galón de gasolina si le responde una pregunta y hágale el ejercicio que ya hizo usted en los pasos 1 al 3 y hágale la pregunta del paso 4. Tal cual: “¿dónde genero más trancón?”
6. Sorpréndase, lector. El conductor al que usted acaba de reclutar para el experimento de Reemplazo de Vehículos de Pardo le dirá, una y otra vez, que el problema no es de cuántos caben donde sino que necesitamos más vías y que a nadie le importa el trancón sino que ese carril es muy angosto y por ahí no pasa nada. En efecto, está dando una explicación aparentemente compleja para un problema de percepción sencillo: no entiende cómo está vacío el carril de al lado si el propio está lleno y él tiene que avanzar (no los del bus, por supuesto). No le pegue, por favor, le juro que nada va a cambiar su opinión. Siempre le va a decir (y le va a demostrar, incluso, señalando a alguna vía cercana) que sí, que faltan vías. Y le dirá “pues buuu, miiiiraaaa, ¿sí ves?”. No sea malo, dígale “Ah, ya, perdón es que estaba como distraído” y déjelo ir con el tanque de gasolina que le prometió.
El fenómeno que usted acaba de presenciar es lo que yo denomino, entonces, El Fenómeno del Niño al Volante. Porque no importa cuántas veces le explique uno a un conductor que el carril de transporte público (o las ciclorrutas o cualquier cosa) se ve vacío porque es eficiente y mueve más personas en menos espacio y en menos tiempo, y que el carril con carros está lleno por la razón contraria, siempre van a responder como una grabadora “lo que faltan son vías” (a veces incluso agregan que ellos la pagan con sus impuestos, lo cual es un error craso de suma y multiplicación digno de niño de segundo de primaria que no alcanzo a explicar aquí).
Entonces háganle a practicar sus operaciones formales, aprendan a percibir los trancones y sus razones, y vayan de vez en cuando a su oficina en bus o bicicleta (o a pata pelada).