El reto de desconectarse de internet por completo durante una jornada laboral suena bastante sencillo. Pero a ver: lo reto a que apague su celular a las 8am y lo vuelva a prender a las 4pm. Además, desconecte su computador de internet durante ese mismo horario. Y si eso no fuera suficiente, hágalo con todo el personal de su oficina y que el único canal de comunicación sea el teléfono fijo.
Eso hicimos hoy en mi oficina, porque la teoría dicta que los celulares, el correo electrónico y las redes sociales son los peores enemigos de la concentración. También lo hicimos porque sabemos que, en realidad, una desconexión de ocho horas no es realmente crítica. Es lo mismo que pasa cuando se descarga el celular y uno no lleva cargador, o cuando uno está en un viaje relativamente largo donde la señal del celular no entra.
En total sinceridad, también lo hicimos porque ya nos había pasado algunas veces en el pasado pero sin planearlo: sucede con cierta frecuencia porque estamos ubicados en una casita que fue construida en 1952, y que no fue diseñada para tener 19 computadores encendidos y por eso a veces “se saltan los tacos”. A veces, también, se pierde la señal de internet porque nuestro servicio es pésimo.
Personalmente, también lo quise hacer por nostalgia: mi primera oficina la compartía con mi papá y mi abuelo, y ninguno de los dos necesitó celular ni computador para trabajar (mi papá aprendió a usar el mouse a los sesenta años, cuando ya para qué). Para mi abuelo, nacido en 1910, el tema de los computadores era tan foráneo que un día iba caminando por la oficina y preguntó «ala, y ¿eso de ahí qué es?» cuando vio mi portátil.
(Mi abuelo con cien años en su espacio de trabajo – el más hipster)
Partiendo de esas ideas y experiencias, las reglas de la jornada fueron:
– La oficina estaría sin internet desde las 8am y las 4pm, horas durante las cuales tampoco podrían usarse celulares
– Al entrar a la oficina todos debían apagar su celular y dejarlo en una caja que solo sería devuelta al final del ejercicio.
– El día sería como un día normal.
– Al finalizar la jornada, todos debían responder una encuesta para evaluar el experimento.
Y ¿cómo nos fue? Aunque al comienzo quitarle los celulares a la gente de mi oficina fue todo un reto, hacia las 9am ya no se oían los gritos de desesperación con tanta frecuencia – en momentos pensé que nuestro experimento de desconexión había sido interpretado como una introducción al séptimo círculo del infierno de Dante-. Aparte de eso, la jornada fue bastante normal. Logramos escribir informes largos, tener reuniones útiles, almorzar mirándonos a los ojos cuando hablábamos y, a fin de cuentas, sobrevivir sin internet ni celulares durante ocho horas enteras (¡incluyendo la hora de almuerzo!).
Hasta acá, todo suena a puro carretazo. Pero lo interesante de todo esto fue que no solo hicimos el experimento de desconectarnos sino que también lo evaluamos, y aquí los resultados más relevantes:
El experimento fue hasta las 4pm – nos parecía que si no dejábamos esa última hora de conexión podríamos generar brotes psicóticos en los empleados. Mi labor a esa hora fue entregar los celulares a sus propietarios, y fui recibido como el mismísimo Mesías repartiendo pan a los hambrientos.
(Otra versión de este post fue publicada en la página de Despacio, que será actualizada con más información de la evaluación interna en las próximas semanas – véala aquí)