Han sido días complicados. Y no es una queja o una excusa por llevar tantos días en la nebulosa laboral, lo digo en serio: han sido días de locos. Lamentablemente para mí, escribir no rima con cierres financieros ni revisión de cifras; rima mejor con dos días de incapacidad obligada debido a una obstrucción de vías respiratorias generada por la inflamación de los senos paranasales. Bien, son demasiados tecnicismos para mi gusto, pero eso fue lo que viví en los últimos dos días y de una u otra forma me ayudó a liberarme un poco del letargo, descansar y pensar por fin en lo que quería escribir. Y aquí estamos.

El amor debe ser un absoluto acto de libertad. Después de tantos años haciéndole cerebro flotante y un poquito de bullying a los libros de autoayuda y a la gente que publica en Facebook todos los días su propia versión del amor perfecto que comparte con su media naranja, me encontré con mi mejor amigo poniendo esa frase en su estado. Fue una cosa rarísima porque yo misma lo había acompañado a comprar el bendito libro de Osho con el cual esperaba de alguna manera entender la revolución que le invadía la vida y sus porqués. Pero no es el único, yo también tengo la vida revolucionada hace días. Acostumbrados desde siempre a lidiar con nuestras neuras mutuas, sin dejar atrás el apoyo y la inevitable burla, me di cuenta que de alguna manera lo envidiaba. Él estaba tratando de no interpretar las señales equívocas ni leer entre líneas y a cambio se dedicaba a buscar indicios un poco más concretos en un libro que nunca antes hubiera contemplado siquiera comprar, mientras yo me hallaba unos días atrás buscando en Google mi propio camino de respuestas ligeramente inexactas y de fuentes tan “fiables” como Wikipedia. Lo sé, es así de patético, pero no menos encantador… mera curiosidad. Leí mucho sobre la química del amor, sobre la interacción de las hormonas y las no sé cuántas glándulas que intervienen para que a uno se le vaya la baba por alguien en especial: un cóctel cerebral que incluye dopamina, adrenalina y norepinefrina. Gracias a la dopamina nos invade la euforia del enamoramiento, y las otras dos solo están ahí para que se nos detenga el corazón, nos suden las manos, nos hormigueen los dedos y no podamos dormir. Pero tengo que admitirlo, aunque yo sea todo emoción y me rebasen los sentimientos, no pude evitar el matoneo respectivo el día de la compra del libro.

Y aún así, se lo pedí prestado. De hecho, más que pedírselo prestado le supliqué que me diera su libre paráfrasis del texto y describiera las notitas que hubiera podido hacer en post its imaginarios con los aspectos importantes. En mi interior no podía evitar reírme de mi misma porque para compensar su elocuencia yo solo tenía la lista de características que me había dado Wikipedia y que según mi imaginación coincidían con mi situación actual, ubicándome inequívocamente en el privilegiado lugar de los verdaderos enamorados. Mi amigo seguía con su epifanía sobre el amor libre de Osho y la posibilidad de construir relaciones basadas en la confianza y el conocimiento auténtico de sí mismo, sin miedos ni límites, y mi cabeza empezó a divagar con la idea de llamar en ese preciso instante al susodicho de turno y despertarlo con mi conveniente retahíla sobre lo mucho que me gustaba y la contundencia de mi revelación: oye extraño, según Wikipedia y los recientes descubrimientos de mi mejor amigo, estoy completamente enamorada de ti. Sin embargo, teniendo en cuenta que las fuentes de información en la wiki varían a diario y pueden ser editadas por cualquier colaborador, mañana podría perfectamente dejar de estarlo (porque es tan bipolar como yo)… así que desistí.

Al final cada persona tiene su propia visión del amor. Unas más utópicas, unas más racionales, pero siempre esperan terminar con un beso bajo la lluvia, supongo. Me gusta preguntarle a la gente por lo que siente, me gusta indagar y encontrarme con esas versiones extravagantes y sesgadas que se basan únicamente en la experiencia propia, aún cuando muchos alegan ser demasiado reservados con sus vidas privadas, algo que en mi concepto es miedo a la exposición y a que otros intervenga, pero lo respeto. Ya sé que nadie me va a dar respuestas, nadie va a llegar con verdades absolutas y tampoco espero encontrarme con el recurso lastimero de la paciencia y el algún día encontrarás el indicado y al que le van a dar le guardan. Continuaré perdiendo el tiempo por ratos en Google, tal vez leyendo tonterías varias en la internet o pretendiendo entender libros de autoayuda a través de los ojos de otros, mientras el susodicho de turno sigue con su vida sin tener la más mínima conciencia de mis desvaríos. Yo por mi parte seguiré avanzando y retrocediendo gracias a mi libre y esporádica interpretación de sus señales. Mi mejor amigo probablemente amplíe su colección de libros de Osho y trascienda más allá del fatídico e incómodo tema del romance, aunque siga gritándole en los bares el amor se acaba a las parejas que se besan. Quizás yo también trascienda, madure y porque no, con tanto que he leído sobre la dopamina, la noradrenalina y las diversas reacciones del cuerpo pueda convencerme de que, después de la madrugada macabra en la que no podía respirar, Wikipedia y Osho estaban equivocados: lo mío es rinosinusitis alérgica crónica con obstrucción de vías respiratorias, no amor.

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