El español es un idioma hermoso, de eso no cabe la menor duda. De hecho es mi favorito, con todas sus tildes, sus confusiones entre z y s, entre b y v, con todas sus ambigüedades. A decir verdad, es mi favorito porque es mi lengua nativa y porque el inglés solo me ha servido para obtener un empleo decente en una multinacional y para verme sofisticada dedicando canciones de One Republic y Sara Bareilles. Pero a pesar del amor profundo y desinteresado que siento por el español, hay un neologismo medio agringado que me encanta usar: el verbo googlear. A propósito, leí que el director de la RAE no descarta la opción de incluirlo en el diccionario oficial. No sé cómo no lo vi venir.

Ahora, deshaciéndome de mis constantes e improductivas preocupaciones gramaticales, pasé gran parte de la noche del domingo googleando remedios y consejos para superar tusas descomunales y sin precedentes y lo que encontré fue un sinnúmero de recomendaciones sobre salir con amigos, consagrarse a las cosas que se dejan abandonadas por estar llorando día y noche, hacer listas de lo positivo y lo negativo que dejó la relación, pero sobre todas las cosas, no dedicar tiempo a elucubraciones acerca de lo que pudo ser y no fue porque eso no solo es patético… es agobiante, deprimente e inútil.

Justamente durante esa búsqueda encontré un texto que habla de Doce pasos para salir de la ‘tusa’Me pareció interesante y un poco más aterrizado que decir simplemente que se debe tener una actitud súper positiva y creer que todo se resolverá porque sí. De hecho, me causó curiosidad que en el paso número uno recomendaron la lectura de uno de mis textos del año pasado: El fantasma de la tusa. Pero lo cierto es que cuando escribí ese artículo, estaba un poco más interesada en contar la historia desde el punto de vista del amigo que pasaba por un mal momento, que en ahondar en una experiencia personal.

Ha pasado casi un año desde que nació ese desvarío y al leerlo de nuevo después la reciente revolución emocional, hice conciencia de algo muy importante: no importa cuántas respuestas busquemos afuera, en la gente que conocemos, en un profesional, en Google o en cualquier parte, nunca nadie nos va a decir eso que queremos escuchar ni nos va a devolver eso que creemos haber perdido, porque es justo esa sensación de «pérdida» la que solo se compensa buscando dentro, pero no con la frivolidad de las sugerencias genéricas que brinda el entorno, nada de eso, cuando digo dentro es socavando hasta el fondo hasta tocar fondo, literalmente y de ahí usarlo como trampolín para volver a la superficie y abandonar el hoyo sin más apoyo que las propias manos porque al final comprendemos que así como nos metimos en ese embrollo, debemos encontrar la forma de salir.

Y es que la web está llena de indicaciones para manejar y para superar un despecho, pero no todos los individuos son iguales así que para unos es más complicado que para otros entender las reglas y aplicar los métodos porque todo depende del nivel de terquedad y en gran medida del sentimiento que se esté tratando de erradicar. Puede ser un simple capricho, una relación de muchos años, un affaire de dos días o un amor de esos grandes que atraviesan el alma y que se impregnan en las paredes, que invaden el ambiente, que se respiran y se sienten como punzadas en la garganta y patadas en el estómago. No se puede armar una ficha técnica porque cada historia es diferente y cada doliente muy en el fondo de su alma sabe bien dónde dejó la llave de la puerta que le permite escapar de esa tusa, simplemente no desea salir porque a veces el drama engrandece esos recuerdos que no quieren morir, aunque sepa que es lo más sano.

Y por otro lado están los que observan desde un punto neutro, como quien ve una pelea desde la ventana del bus, solo que en este caso son los entusados peleando consigo mismos, con su memoria, con sus tristezas, con su desamor inmanejable y vandálico botándole flashbacks en la cara como papelitos arrugados, haciéndolo sentir miserable, culpable y triste porque no fue capaz de lograr el felices para siempre que logran muchos. Los que observan de vez en cuando intervienen pero no saben qué decir porque ni contándoles los detalles escabrosos se logra transmitir la emoción previa a un enorme despecho. El amor es algo muy complicado de explicar.

Pero cuando el enfrentamiento acaba o se suspende por un tiempo y la persona vuelve a un estado casi normal en el que se siente más o menos tranquilo, más o menos relajado, más o menos resignado y más o menos feliz, cuando ha tomado un poco las riendas de su exaltación y pone las cosas en perspectiva se da cuenta que para aquellos que estuvieron sufriendo a su lado, ese enfado fue como una intoxicación etílica monumental con show y escándalo incluidos. Imaginen que una persona entusada es como un borracho cansón, monotemático, sombrío y deprimente que todos tratan de ayudar pero lo único que consiguen es que les vomite la casa desde el techo hasta el piso, y cuando ya se siente bien, que en este caso sería «cuando ha superado la tusa», es como si se levantara por la mañana enguayabado a limpiar todo y pedir disculpas por el desastre.

Nadie lo va a dejar de querer, obvio, pero nadie va a olvidar lo ocurrido y sobre todo, tendrán miedo de que en un futuro decida enamorarse otra vez porque temen las consecuencias nefastas de un eventual rompimiento. Al final de todo esto, mi consejo es cerrar los capítulos con la mayor reserva posible. De cualquier modo nadie tiene la verdad absoluta así que no merecen ser agobiados con tanto teatro, y si la llave está dentro, abramos la puerta y demos el paso adelante. Desconectarse funciona, dejar de hablar del tema mucho más, entender que todo en la vida es balance y que se vive un día a la vez, que no por correr bajo la lluvia nos mojamos menos y que sin importar cuántos desvaríos se lean o se escriban buscando indicios de lo que se debe o no hacer para matar ese despecho absurdo, lo más importante es que nada ni nadie nos quita lo bailado.

Y hablando de lluvia, les dejo este video que explica si es mejor caminar o correr: Is it Better to Walk or Run in the Rain?


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