Mecánicamente voy pasando las canciones en el reproductor, ninguna me convence, ninguna expresa el sentimiento que me embarga es este momento. Es una helada mañana de marzo, ¿cómo ponerle nombre? No es miedo, tampoco es tristeza, es más bien una mezcla incómoda de expectativa y desencanto que combinan perfecto con el blanco insulso y soporífero de las paredes del centro médico. Te preguntarás, niño, ¿por qué estamos aquí? Pues bien, hace días se me instaló en el alma una idea loca. Lo verás, en la medida que nos vayamos conociendo te darás cuenta que cuando se me ocurre algo, es muy difícil sacarlo de mi sistema.

Obstinada es mi segundo nombre, pero no te preocupes, a ti te buscaré uno más decente. Por ahora concentrémonos en lo importante, niño, aunque bueno, no sé si debo llamarte niño, no quiero que te ofendas antes de tiempo, tal vez deba llamarte ‘niña’, pero es culpa de la gramática y los estándares, supongo, si te digo niña te estaré marcando para siempre con un adjetivo calificativo, con un pronombre personal fijo que luego nos causaría conflicto a los dos en caso de que resultes ser niño, pero con manías de niña. Espera, no es que me genere conflicto si eres afeminado, te querría igual, no me malinterpretes. No sé por qué estoy haciendo un lío de todo esto si ni siquiera te he explicado por qué estamos aquí.

Si te soy sincera, a mí no me contaron jamás cómo era el asunto de la cigüeña y la abeja que descaradamente picaba a la flor, yo tuve que entenderlo como la mayoría, con televisión y relatos de otros, lo siento. Y por eso, ahora no sé por dónde empezar. Tal vez debería hacerlo por el comienzo: caminaba por ahí sin ninguna intención, vulnerable y con el corazón roto, cuando me choqué de frente con alguien en las mismas condiciones. Nuestras soledades engranaron en perfecta sincronía con el sonido de ese vacío interior que por un momento se llenó de música y anhelos, de poesía y besos cálidos. Por un instante me sentí infinita y sucumbí.

Y hoy estamos aquí, niño. O niña. Con la respiración acompasada y el pulso un poquito más acelerado de lo normal, ¿lo sientes? Es decir, ¿te molesta? Tal vez deba calmarme un poco, no quiero agobiarte. Esto se está demorando bastante, ¿no crees?, era un simple tubito de sangre, yo lo vi, aun cuando le tengo pavor a las agujas aguanté con valentía porque no quiero perderme de nada, quiero poder contarte esta historia desde el principio. Es que me gustan las anécdotas, ya lo verás, te contaré muchas, la mayoría buenas, otras no tanto. Tal vez te hable de quien te mencioné ahora, no lo sé. Podría adornar la historia con un par de escenarios románticos, tomados de la mano y esas cosas; te diré que él me regaló flores y me dio serenata en la puerta de mi casa, no eran mariachis sino un trío de cuerda, canciones hermosas que un día te cantaré a ti, ¿te imaginas? Aún no decido si le hablaré a él de ti, es complicado niño, fue un momento de emoción, pero por eso se llama ‘momento’ porque tiene un inicio y un final, no es continuo, no es para siempre, dura lo que dura y nos deja lo que nos deja.

¡Un momento!, no quiero tampoco que pienses que eres resultado de algo tan efímero como un simple instante, eso es triste. Pero por favor nunca te aflijas si te llamo accidente, lo hago con cariño, mi madre lo hace todo el tiempo y aprendí que es parte de la dinámica de su amor desbordado y dicharachero. ¿Te digo algo?, ¡vas a amar a esa mujer! Es increíble, es inteligente y prepara el arroz con leche más rico que te comerás en tu vida. Ella te dará clases de valentía, te mostrará caminos que no querrás seguir pero que al final entenderás que son los correctos, te amará con devoción y me va a poner difícil la labor de criarte con tantos mimos. Ya puedo verla cubriéndote de besos.

Sin embargo hay algo que debes saber, algo incómodo pero necesario si quiero iniciar nuestra relación con total honestidad. Hubiera deseado que fuera alguien más quien te pusiera en mi vida, alguien a quien amé mucho, ―aunque decirlo en pasado cuando sé que puedes leer mi pensamiento sea una tontería―. La verdad, es alguien a quien todavía amo, pero tú no tienes la culpa. Además, seguramente ese amor no se comparará con el que sentiremos tú y yo, ¿no te parece? Este sí que será un romance de los grandes, y me alegra, porque a mi edad no he tenido muchos, al menos no que hayan funcionado.

No te espantes cuando te hable de la edad, debes vivir cada etapa con calma. Serás un niño mientras tengas que serlo y me verás a mí comportarme como niña de vez en cuando. Nunca acabamos de madurar, de una vez te aviso, nunca estaremos listos para afrontar la vida del todo y para eso me tendrás a mí, para darte la mano y decirte que todo está bien, ese es el remedio mágico para todos los males, ya lo entenderás, yo tengo poderes niño, niña, aún no los descubro porque no te conozco pero cuando te vea brotarán de no-me-preguntes-dónde. Seré fuerte, considerada, sabia y tendré la increíble capacidad de secar tus lágrimas y convencerte de quién eres y todo lo que mereces.

Seremos un súper equipo, niño, no te asustes, que ya suficientemente asustada estoy yo. Nadie sabe que estoy aquí, o que ‘tal vez’ estamos los dos aquí. Harán caras, harán preguntas, pondrán el grito en el cielo, nos juzgarán, es que este mundo está loco niño, no lo podrías dimensionar siquiera. Debes tener un micro-cerebrito ahora, ¿cuánto medirá?, ¿hace cuánto pasó todo aquello? Voy a imprimir fotos tuyas de esas en blanco y negro que entrega el médico para ver cómo creces, pero no las voy a poner en redes sociales, ya vi que a la gente no le gustan, aunque si lo hiciera escribirían cosas graciosas como ‘¡Qué precioso se ve!’ o ‘¡Va a ser una hermosura!’ sin importar que tengas aspecto de frijol a medio podrir. Pero serás mi frijol, no te afanes. Eso sí, prepárate porque cuando llegues vas a necesitar un manual para entender la vida, yo no sé nada, aún me falta tanto por aprender…

¡Bien!, al fin aparece la enfermera. Llegó la hora, ¿estás listo? Porque yo no. Esta siempre será la parte más difícil de nuestra historia. En menos de cinco segundos recorro prácticamente todos los momentos importantes de mi vida, incluso los que no recordaba. Tengo tantos planes, quiero viajar, quiero estudiar, quiero dormir hasta tarde los domingos… ¿por qué le hice caso?, ¡Ay, la carne es tan débil!; ¡maldito el otro que me dejó despechada! Fue por eso. Necesito culpar a alguien. No estoy lista, tengo miedo, soy pro-vida y todo eso, pero… que tal si más bien hago lo que hizo mi amiga y me deshago de… NO, yo siempre dije que no lo haría. Además ya estoy grande, cumplí la cuota social, ya estudié, tengo un trabajo, no es tan grave, no soy la primera ni seré la última, ¿por qué estoy repitiendo tanto cliché? No niño, niña, no escuches las voces de mi cabeza, están locas todas, no uso frases tan trilladas, soy más inteligente que eso, ¿por qué desvíe el tema?, ¿no sería mejor abrir el sobrecito?

Camino de vuelta a la casa con un sol enceguecedor apuntando directo a mi cara. Doy pasos cortos, voy lento, no quiero llegar, quiero que la brisa me refresque el alma, respirar profundo. Lo dejaremos para la próxima, niño. Te quiero, te querría, lo sé, pero en el fondo tú yo sabemos que ese NEGATIVO en negritas y subrayado es lo mejor que nos pudo pasar a los dos en este momento. El mundo aún no está preparado para verte brillar. De cualquier modo ha sido un placer conversar contigo, no hubiera podido afrontar la apertura de ese sobre en la más ínfima soledad. Te lo agradezco.


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