«Es
tarea de la mente el discernir entre necesidades y deseos, y quien pueda hacerlo
será verdaderamente sabio». Kung
FuTse, Confucio
El
transcurrir del ser humano por el mundo plantea no solo una gran incógnita,
partiendo del ¿como vivir y para que vivir?, sino también el posible desarrollo
y estructuración de un proyecto de vida que se evidencia o se materializa no
solo en la manera en que me desenvuelvo socialmente o en la forma como
interactúo con todo aquello que me rodea, desde la relación que establezco
consigo mismo, pasando por los animales y la naturaleza hasta llegar a una
relación trascendental con la divinidad.
El gran reto para toda persona no pasa, simplemente, por aprehender a conocer o relacionarse, sino en la medida en que me reconozco y acepto una realidad, lo que a la vez, exige tener la capacidad de responder ante un llamado, que comúnmente se corresponde con una vocación, y que puede proyectarse con una simple elección impartida a partir de varias opciones que se me presentan y de acuerdo a ellas escoger la mas favorable o conveniente a mi proyecto existencial, y por otro lado puedo llegar a un estado de discernimiento que me plantea indagar no solo por favorabilidad o conexidad un proyecto que adhiero a mi vida, sino que trato de buscar la manera de divagar las causas y consecuencias, que dan lugar a tal posición, que tomo y ejerzo como ser humano.
Se dice comúnmente que uno no escoge vivir, pero para otros el sentido de ser y existir se elige en la medida en que hay una estrecha relación por intermedio de una profunda espiritualidad que permite introyectar y proyectar a los demás lo que soy, tal como soy.
Discernir, por tanto, no pasa por un simple reconocimiento de acciones o por un simple ejercicio de omisión, sino que va mas allá, en la medida en que personajes de la historia como Jesucristo, Mahatma Gandhi, Dalai Lama y Mahoma, por ejemplo, podríamos decir, que no se limitaron a una simple elección, agotando, tal vez, posibilidades o descartando opciones, sino que optaron por discernir el llamado para el que fueron predestinados, y agotaron todas aquellas coacciones terrenales que les permitieron poder lograr trasmitir, desarrollar y poder conquistar lo que muchos han optado por llamar vida eterna, que no solo se constituye en un cambio o paso de un estado de vida a otro, sino en el verdadero referente o huella que se deja a la humanidad a través de la historia y que hasta hoy reconocemos, y que, algunas veces, como seres humanos optamos por vivir como ellos, a tal punto que no nos inclinamos por discernir, porque nos condicionamos a un estilo en particular y nos radicalizamos en el hecho de distinguir solo entre lo bueno y lo malo; pero ante todo, lo importante es lo que se hace, se vive y se siente con el corazón a partir de un buen discernimiento, mas que una simple elección.