«Sí los que están llamados a
generar orden y estabilidad en la sociedad no gozan de legitimidad, que esperar
de la población cuando recurre a la famosa ley del talión: ojo por ojo y diente
por diente»
En la actualidad, las principales esferas de poder,
desde donde se dictan las decisiones mas importantes para el mundo y que
repercuten en la sociedad en general, gozan de bajos niveles de popularidad y
para muchos han perdido legitimidad por prácticas de corrupción, doble moral,
falta de decisión y acción y la falta de coherencia entre lo dicho y lo hecho.
Esas esferas de poder en el mundo son principalmente:
los gobiernos, la Iglesia, las organizaciones internacionales (entre ellas la
ONU y OEA), los medios de comunicación, el G 8 (grupo de potencias mundiales) y G 20 y
los poderosos grupos financieros y económicos, representados en las
multinacionales y grandes bancos, donde pareciera que lo único que importa es
que el consumismo y las ganancias se mantengan, si es posible, por las nubes.
En el país, es claro que el sistema de la separación
de poderes establecido en la Constitución Política de Colombia en el Art. 113,
se ha ido desfragmentado y como consecuencia, la rama legislativa, ejecutiva y judicial
y demás entes de control que hacen parte del Estado gozan de poca legitimidad y
credibilidad, entre las cuales se encuentran algunos funcionarios corruptos e
ineficaces dentro de sus labores que han llegado allí por prácticas clientelistas
y dudosos mecanismos de elección de los actores principales.
¿Entonces es acaso la raíz del problema la rama
judicial, el ejecutivo o el congreso por no brindar a la rama judicial las
herramientas necesarias y eficaces para poder fallar conforme a las normas
constitucionales?
Un país en el que actualmente el pueblo se recrea
viendo todos los días escándalos de corrupción que van desde alcaldes,
gobernadores y congresistas inhabilitados y destituidos, pasando por
irregularidades en el sistema de salud, el Ejército (Club Militar), Agro
Ingreso Seguro, carrusel de la salud, DNE, carrusel de la contratación en
Bogotá, DIAN, entre muchos otros; todos estos problemas, que aunque muchos no
lo crean siguen siendo objeto de defensa por algunos sujetos que encuentran en
la corrupción una salida a los problemas evidenciando por tanto que «el fin
justifica los medios».
Una sociedad que ha perdido verdaderas esferas de
poder (legítimas y transparentes), donde deberían converger decisiones que
representen la voz del pueblo y donde la honestidad debería ser el eje transversal
de lo dicho y manifestado, pero es claro, que la falta de popularidad de éstas,
está determinada, principalmente, por un grupo «reducido» de sujetos que
atentan, por sus crímenes, desfalcos, mentiras o violaciones a la ley, contra
la institucionalidad y los principios impartidos por estos grupos de poder.
Hemos llegado a tal punto de desequilibrio social que
los que supuestamente están llamados a impartir convivencia, imponer orden y
ser los ejes de funcionamiento mundial, con la potestad sobre los pueblos de
dictar todas aquellas medidas posibles para trazar el cauce adecuado para el
supuesto progreso y desarrollo de los pueblos, son aquellos en donde la
manipulación, la corrupción, la mentira y la falta de coercitividad para actuar
tanto de forma eficiente como eficaz, se hacen características en medio de
intereses individuales que saltan a la vista dejando a un lado el interés
general.
Una sociedad que ha mal interpretado el catálogo de
derechos humanos y ha olvidado que los deberes también hacen parte de la vida
de un ser humano, porque no basta solo con reclamar atención, protección o
salvaguardia sino aprender a vivir y servir y ser proactivo en el medio en el
que me desenvuelvo desarrollando actitudes en pro del bienestar social.
Las esferas de
poder deben demostrar su potencial y ser eficaces a la hora de escoger los
medios idóneos, necesarios y legales y lograr así los fines que se han
propuesto.
Es claro que ninguna de las instituciones
mencionadas, sean legales, jurídicas o morales son en principio negativas o
inservibles porque están solidificadas y estructuradas de acuerdo a unos
principios rígidos y unas metas concretas, la discusión más que centrarse en la
validez, o existencia de la mismas debe centrarse en la eficacia que brindan
cada una de ellas.
«EL PODER SIN
DERECHO ES CIEGO, PERO EL DERECHO SIN PODER ES VACÍO» Norberto Bobbio