¿Merece un dios protector un país que conserva al día de hoy en sus altares santos de la talla de San presidente, San diálogos, San Uribe, San selección
Colombia, entre
muchos otros que se reproducen en la mente de muchos colombianos convencidos de
que el país está listo para cambiar y dejar atrás décadas de violencia, corrupción,
pobreza, desempleo, impunidad, entre muchos otros males que aquejan nuestra
realidad?
Pueblo colombiano que se acostumbró a
dejar a la suerte y el ocaso su progreso y desarrollo, enmarcado en locomotoras
políticas que conduce, un tanto ebrio, el presidente Juan Manuel Santos que sigue
soñando con el panfleto mentiroso y propagandista, llamado prosperidad nacional.
Quizás el país se merece congresistas
dormilones y babosos, magistrados de turismo por el mundo y dirigentes políticos dedicados
a la publicidad internacional a ejemplo del alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria, porque la urgencia de mostrarle al mundo
durante un día, una semana o tal vez un mes la transformación urbana de la
capital antioqueña pareciera ser necesario para remodelar, opacar males y construir
ciertos espacios dignos de ser disfrutados por un extranjero, pues al fin y al
cabo, ellos son la raza superior y debemos guardar pleitesía a un rey sin
corona ni riqueza.
En medio de «santos» que aguardan
por el poder presidencial y por seguir estando presentes en los altares políticos
de Colombia, se requiere una ciudadanía firme de convicción y no de contrición,
un pueblo de corazón sincero y no simplemente grande, una nación con vocación
de cambiar y no de curar, porque el país no es la hectárea del presidente de
turno ni el oasis del extranjero para explotar.
Tal vez es urgencia manifiesta
fumigar el Congreso de la República, los partidos políticos, las altas cortes,
las fuerzas armadas y, por supuesto, nosotros como ciudadanía, que hemos
fracasado y naufragado en la indiferencia y la pasividad, porque nos acostumbramos
a los sobornos, la violencia, la impunidad, la pobreza y la indigencia, la
informalidad en los semáforos y el espacio público, la corrupción, a un sistema de
educación hecho para formar obreros y no empresarios y a un sistema de salud
para curar ad portas de la muerte y no para prevenir.
A todo lo anterior, se suma una
crisis en principios y valores generado por un sistema que adoctrina a partir
de lo siguiente: ser profesional para obtener poder, tener dinero para manipular,
poseer riqueza material para aparentar dominio e influencia y construir una
vida paralela virtual para «tal vez ser».
«Como
sociedad somos espejismo de un tiempo que exige
estar a la medida de la tecnología, la ciencia y los placeres»
«Como
cultura somos un minúsculo recuerdo de tradiciones, costumbres y usos que
fueron el boom del momento y hoy son lamentablemente una simple excusa para
modernizar lo que en esencia es imposible»
«Y
como ciudadanía una explosión de modas y fantasías que rinde culto a la belleza
exterior, el reggaetón, las redes sociales, las discotecas, los moteles, la televisión
y el fútbol…. Simplemente Colombia»
Foro
de opinión:
¿Cuáles
son los santos de su devoción en Colombia?
¿Son
precisamente los santos mencionados, los encargados del progreso y desarrollo
del país?
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