Se disfrazan de subversivos, lucen camuflado en la selva
y empuñan el arma como escudo letal de defensa ante una supuesta contraparte
violenta, opresora y perniciosa en su accionar, son precisamente estos los
protagonistas en los medios de comunicación de construir y diseñar la paz en el
papel… en los sueños….en los ideales.


Mientras eso ocurre en La Habana con los diálogos de
paz, el país se desangra y rinde culto a la violencia todos los días, auspiciado
por una prensa amarillista y manipuladora y una ciudadanía paquidérmica e
indiferente que se siente a gusto con el pan y el circo que le brindan sus
gobernantes de turno.

El futbol colombiano
no es ajeno a una sociedad enferma por el delito y audaz para evadir la
justicia, el cual ha sido actor principal y testigo de graves dificultades que se
están presentando en el territorio nacional, especialmente en los jóvenes, como
por ejemplo, la delincuencia juvenil (Véase: Sancionar o rehabilitar jóvenes delincuentes) 
y la problemática de drogadicción y alcoholismo
que poco a poco enferma a más niños y jóvenes todos los días (Véase: Juventud perdida: intolerancia, drogas y displicencia).


Suspender
un partido o, tal vez, cerrar las puertas de los estadios a los hinchas, son
soluciones parcialmente viables, sin embargo, desde hace varios años la cultura
del todo vale y de la ilegalidad, la intolerancia frente al que es diferente,
la violencia como fin para justificar los medios y la impunidad como
sustitutivo del derecho son la esencia y razón de ser de nuestra cultura.

Ya la
disculpa no parece estar en la falta de ley para judicializar a todos aquellos que
acuden a una barra de un equipo de fútbol para descargar sus sentimientos de
odio y violencia frente al contrincante, sino que por el contrario estamos
encadenados a una sociedad que olvidó la importancia de los principios y
valores para convivir, compartir y disfrutar pasiones que aunque diferentes
hacen parte de la gran riqueza cultural de Colombia y del mundo.

Pero,
¿donde cabe la responsabilidad de las autoridades gubernamentales que se
sienten incapaces e indefensos ante la realidad que agobia las calles, donde
está la inversión en cultura y educación para formar más personas y menos
delincuentes?

Las autoridades
no son el simple reflejo de la fuerza pública en el país, sino que por el
contrario, los padres de familia, la Dimayor, los clubes, los gobernantes, las
entidades adscritas al deporte, el ministerio de cultura y educación (si es que
existen, porque pareciera que están en desuso) y la sociedad en general, deben
ser verdaderos sujetos activos de la problemática generada en el futbol
profesional colombiano, porque el país no solo necesita progreso y desarrollo
moral en muchos ámbitos, como recurrentemente lo exigen las minorías, sino que también
es esencial reafirmar y potencializar valores transcendentales como el respeto
y la tolerancia, no solo para aprender a convivir y cultivar la unión, sino
para aportar a la paz que tanto necesita el país y el mundo entero.


FORO DE OPINIÓN

¿Cuáles son los principales actores de la sociedad que
deben velar por la paz?

¿Porque vale la pena ser un buen hincha del fútbol?

LA PAZ ES LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL Y EL APORTE DE LA
CIUDADANÍA AL PROGRESO Y DESARROLLO DEL PAÍS PARA APRENDER A SER CONSCIENTES QUE
LA RIQUEZA CULTURAL ESTÁ PRECISAMENTE EN LA DIVERSIDAD Y LA PLURALIDAD.

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