Mas que pertinentes se hacen las palabras del nobel portugués José Saramago al momento de preguntarnos por un tema tan actual como el de la memoria: «Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”.

Imagen tomada de www.banrepcultural.org

Entre el 18 y el 27 de noviembre se celebró en el país la sexta semana por la memoria, una iniciativa liderada por el centro de memoria histórica y por el gobierno nacional. Un espacio en el que la voz de las víctimas del conflicto armado se hizo escuchar y en el que los centenares de ciudadanos conocieron los relatos de aquellos que han sufrido las consecuencias de 50 años de un conflicto que como reconoce el “Basta Ya”, uno de los informes presentados en el marco de la semana en Medellín, ha dejado 220.000 víctimas (la mayoría de ellas civiles) y ha puesto en el escenario publico la responsabilidad de los diferentes actores y la necesidad de activar mecanismos como la memoria que, como decía Benjamín, abre expedientes que el derecho y la historia han dado por cancelados.

Es así entonces, como la memoria alcanza un protagonismo sin precedentes en la historia contemporánea del país. Hoy más que nunca, el pasado se ha convertido en objeto de disputa y el presente en un escenario para el recuerdo y la reivindicación. Parece entonces indiscutible que vivimos tiempos de gran sensibilidad memorial, actitud que a pesar de ser justa y necesaria, en sociedades tan acostumbradas a olvidar como las nuestras, es vulnerable a manipulaciones que sacrifican la ejemplaridad en pos de actitudes como la parcialización y la venganza.

Muchos son hoy los ejemplos de actitudes memoriales en torno a diferentes acontecimientos sucedidos en el país. Bastaría con mencionar acciones socio políticas de memoria como las emprendidas por el gobierno al aprobar la ley de víctimas y restitución de tierras o, más aún, la de las mismas victimas, quienes tras años de silencio han optado por contar sus tragedias con el único objetivo de recordar y exigir que nunca más tales cosas vuelvan a repetirse.

En consecuencia, la memoria se consolida entonces como un imperativo moral y un derecho tanto individual como colectivo, lo cual permite relacionarle directamente con los deseos de justicia, reparación y reconciliación. No obstante, dicho anhelo ha de verse siempre en pugna, sobre todo en sociedades donde las situaciones conflictivas están aún vigentes como sucede en el país.

Ahora bien, subrayar la importancia de la memoria histórica y presentarla como medio ideal para lograr  una reconstrucción del tejido social y un ambiente de reconciliación,  se hace más que necesario en sociedades acechadas  por los dañinos efectos del miedo, la venganza y la imposición del olvido como impunidad. Así entonces, la defensa de una memoria ejemplar se constituye en el camino a través del cual se concretiza el compromiso social con el cuidado de la democracia como proyecto de inclusión, a la vez que refleja un pacto con las garantías de no repetición de los actos de crueldad o los patrones de violencia que produjeron tragedias que hoy buscan superarse.

¿Qué importancia le representa a usted las víctimas del conflicto armado y su construcción colectiva de la memoria histórica?

Tomado de amnistiainternacional.com

Columnista invitado especial

Mauricio Albeiro Montoya

Profesor universitario y filósofo